En 1803, cuando Santa Cruz pasó a ser Villa Exenta de La Laguna y el Ayuntamiento se hizo cargo de la enseñanza, la única escuela existente se encontraba en una casa cerca de la iglesia del Pilar, donde un maestro no titulado impartía las clases. Como no tenía salario, él se encargaba de cobrarles a los alumnos.

En 1808, al incendiarse esta vivienda, las clases fueron suspendidas hasta que, en 1815, el canónigo Francisco Vizcaíno legó una vivienda en la plaza de la Villa (Iglesia de la Concepción), para que con su renta se pudieran pagar los sueldos de un maestro de primeras letras y un médico de pobres.

El Ayuntamiento comenzaría a incluir partidas presupuestarias dedicadas a la enseñanza a partir de 1821, pero, como la hacienda municipal no disponía de fondos para pagar los salarios de los maestros, la situación daría lugar a que continuara la abstención escolar y por consiguiente aumento del analfabetismo.

Sería en 1850, cuando el Ayuntamiento crea la Junta de Instrucción Pública, nombrando presidente a Matías del Castillo, y secretario a Juan de la Puerta Canseco, dado sus especiales conocimientos. La citada Junta se encargaría de establecer las escuelas municipales, convocar plazas para maestros de primeras letras, y destinar fondos para la educación, comenzando los maestros y maestras a recibir su sueldo. También se formó una comisión municipal, encargada de establecer la tasa que pagaban los niños pudientes, mientras que a los niños pobres no se les cobraba y se les proporcionaban los libros de texto.

La primera escuela pública de niños se abrió en 1854 en los bajos de la Diputación Provincial, siendo su primer maestro José Désiré Dugour –ilustre historiador de Santa Cruz–, mientras que la primera escuela de niñas se instaló en una casa en la calle del Tigre nº 2.

Aunque las leyes en 1878, basándose en el censo de población, obligaban al municipio a que tuviera una escuela superior, dos elementales de niños, dos de niñas, y una de párvulos, en Santa Cruz solo existía una escuela superior, con 8 alumnos; una de niños, con 22 alumnos; una de niñas, con 20 alumnas; y una de párvulos con 17 alumnos; es decir, en una población de 12.000 habitantes sólo asistían a las escuelas públicas 67 niños-as.

Ante esta situación, en una sesión celebrada en el Gabinete Instructivo, los ilustres tinerfeños Villalba Hervás, Ireneo González y Darío Cullen, al poner de manifiesto la pésima organización de la enseñanza elemental en esta capital, lograrían que se abriera una escuela de niños y otra de niñas en el barrio de El Cabo (1881), otra en el barrio de los Campos (1883), y una escuela de niñas en el barrio del Norte (1892). En 1816, de las nueve escuelas particulares (privadas) que había en la capital, cuyos maestros cobraban a los padres por dar clases a sus hijos, a las cuatro escuelas de niños asistían 147 alumnos, y a las cinco de niñas acudían 154 alumnas.

Exámenes de fin de curso

En ellas, la Junta de Instrucción Pública era la encargada de realizar los exámenes de fin de curso. Del informe emitido en el año 1818, sobre el nivel educativo, hemos entresacado que: los niños, entre 4 y 14 años, sabían leer, escribir, gramática, aritmética y el catecismo; mientras, las niñas, entre 5 y 12 años, sabían leer y habían aprendido costura, bordado y calado.

También, la Sociedad de Socorros Mutuos La Benéfica, situada en la calle Ruiz de Padrón nº 1 comenzó en 1882 a impartir clases de primera enseñanza a 200 alumnos, hijos de sus asociados, haciéndolo en espaciosas aulas, bien ventiladas y con mucha luz.

En el curso 1894-95 se crearía la Escuela de Primera Enseñanza elemental y superior, dependiente del Establecimiento de Segunda Enseñanza, siendo instalada en el edificio construido por la Asociación de Socorros Mutuos y Enseñanza Gratuita, en la plaza de Ireneo González.

Las escuelas creadas y mantenidas por las comunidades religiosas existentes en Santa Cruz de Tenerife constituyeron una aportación importante en el sistema educativo de esta ciudad.

El convento de los dominicos, situado donde hoy se levanta el Teatro Guimerá, abrió en 1813 una escuela gratuita de primeras letras para 50 niños pobres, para los que compró 14 gramáticas, traídas de Cádiz. La apertura de la escuela sería anunciada por el pregonero el Ayuntamiento.

En 1814, el clérigo de la iglesia del Pilar abrió una escuela de primeras letras para los hijos de las familias pobres de aquel vecindario, para lo que el Ayuntamiento le dejó un local en la esquina de la plaza de la Iglesia.

El convento de San Pedro de Alcántara, situado en la plaza San Francisco, también tuvo su escuela de primeras letras, siendo su maestro fray Buenaventura Pérez. Como estas dependencias escolares fueron aprovechadas en 1846 para instalar la cárcel, los alumnos pasarían a recibir las clases en la sala que antes había sido utilizada como biblioteca.

En 1849 llegó a Santa Cruz de Tenerife Juan de la Puerta Canseco (León, 1827 - Santa Cruz de Tenerife, 1902), destinado a la recién creada Escuela Superior de Instrucción Primaria de niños. De la Puerta Canseco, maestro de Primera Enseñanza Normal Superior, llegaría a ser el referente pedagógico de casi todos los chicharreros que figuraron en la vida intelectual de finales del s.XIX y principios del s.XX. En 1871 sería nombrado Inspector de Enseñanza.

Las escuelas para adultos, instituidas para combatir el analfabetismo, estaban dedicadas principalmente a los trabajadores. Sus clases eran nocturnas para permitirles cursar sus estudios sin interrumpir su actividad.

La primera escuela nocturna para adultos la abrió el maestro Juan de la Puerta Canseco en 1852, en el mismo salón que ocupaba la escuela elemental, en el antiguo convento de San Francisco. También, el maestro Victoriano Rancel y Pintado abriría una escuela nocturna en 1859, y el maestro Juan L. Ferrer, lo haría en 1865, en la calle la Caleta nº 10.

Clases nocturnas

En 1872, el Ayuntamiento permitió a la Sociedad de Trabajadores que utilizara la escuela de niños para sus clases nocturnas, siendo su maestro el político, abogado, periodista y escritor Ramón Gil-Roldán (Santa Cruz de Tenerife, 1881-1940).

En 1886, la Sociedad de Socorros Mutuos La Benéfica, establecería una escuela nocturna para las mujeres asociadas, en la casa-colegio para señoritas que tenía la ilustrada profesora doña Prudencia Martín tenía en la calle San José, nº 31.

Al comenzar el siglo XX, Santa Cruz de Tenerife, con un censo de 40.000 habitantes, contaba con una escuela superior de niños y otra de niñas, cinco escuelas elementales de niños y cuatro de niñas, más una de párvulos. Además, había dos escuelas en Taganana, otras dos en San Andrés, y una en Igueste.