El homenaje a las lavanderas marcaba cada 15 de agosto las fiestas en este núcleo de Anaga; no se trata de una representación, sino de una exaltación a las mujeres del lugar que en su día a día cargaban agua en la galería para el sustento de su casa y animales. Una cita cargada este año de emotividad.

José Iván Rodríguez, presidente de la Asociación de Vecinos del Macizo Interior de Anaga, no pasa por alto la fiesta que el caserío de Roque Negro habría celebrado el pasado 15 de agosto, en honor a la Virgen de Fátima. El acto inaugural había sido el tributo que rinden los residentes de este enclave de Anaga a las lavanderas: «No se trata de una escenificación, es un homenaje a la labor diaria que acostumbraban realizar las mujeres que durante años acudían a la galería a lavar y a cargar agua para lograr el sustento de su casa y animales». Comenzaban así los actos de la festividad, hasta que irrumpió, en marzo de 2019, la Covid-19. Tras este acto, el grueso de la fiesta en Roque Negro se celebraría el último fin de semana de agosto, cuando la pandemia lo permitía.

La ausencia de programación, para cumplir con la normativa sanitaria, no ha permitido olvidar este año en especial a vecinos que se han distinguido por la defensa de los valores de Roque Negro, en particular al recordado Agustín Rojas Siverio, fallecido hace cinco meses, que fue el presidente del colectivo vecinal de este caserío. Todavía llevan en la retina la imagen del recordado presidente de la asociación cargando a la Virgen de Fátima hace dos años, con la ayuda de su hijo Pablo, quien, junto a su hermano Ruymán, se caracteriza por la defensa de las tradiciones y el compromiso con este caserío, tomando el testigo de su progenitor.

Agustín Rojas cultivó esa pasión por la tradición desde niño, a través de su abuelo paterno, Pablo Rojas, y de su padre, Luciano Rojas. Agustín, a su vez, inculcó a sus hijos Pablo y Ruymán el entusiasmo por la fiesta, desde cuando las banderas se montaban en los palos del monte porque no había estructuras metálicas, o cuando se cargaba un motor al hombro desde La Degollada de Las Hijas hasta la plaza, para dar suministro al caserío en esos días.

José Iván Rodríguez recuerda que la imagen de la Virgen de Fátima llegó a Roque Negro en 1950, cuando ni había carretera, por lo que se bajó por el Camino La Joya La Canal hasta la casa del recordado Juan Cañón, el último alcalde pedáneo. Ya en 1955 se inauguró la ermita dedicada a San Roque, de Roque Negro, y se trasladó la imagen de la Virgen de Fátima desde la casa de Juan Cañón, donde se custodió, hasta el pequeño templo religioso que dependía de la parroquia matriz de Las Nieves, en Taganana. Tuvieron que pasar unos treinta años para que se reconociera como parroquia esta ermita, bajo la dedicación de San Blas de Roque Negro, segregándose ya de Taganana.

La tradición marca que, tras la procesión de la Virgen de Fátima, del día 15, Roque Negro celebra los actos populares el último fin de semana de agosto, pero habrá que esperar hasta dentro de un año, si la Covid-19 lo permite.