Luján González, presidente de La Voz del Valle, en Taganana, para unos es un romántico y para otros un trasnochado cuando reivindica el peso que tuvo este pueblo de Anaga dentro de Tenerife. Miembro de una familia con diez hermanos, presume no solo de haber nacido en Taganana sino también de haber sido hijo de un socio del centro cultural que él mismo llegó a presidir, una relación con la sociedad que se remonta a cuanto tenía 11 años, por lo que vivió en primera persona el despertar de un pueblo, como él lo define, en referencia a la transición política.

Hablar de su infancia es remontarse a cuando Taganana tenía «cine», en referencia a las películas que se proyectaba desde una máquina con manivela solo en un cañizo enyesado que se apoyaba en la pared de la antigua ermita de Santa Catalina.

El orgullo de Luján de vivir en Taganana es inversamente proporcional al desconsuelo de ver cómo ha perdido peso en la estructura administrativa, cuando dejó de ser pedanía en 1967 o vio como se quedó sin su Juzgado de Paz, en 1975. Con anterioridad, este pueblo siempre peleó por las idas y venidas de reconocimientos que se remontan al reinado de Isabel II y el sexenio revolucionario.

El presidente de la Voz del Valle mide su sentido de pertenencia desde Taborno a Punta de Anaga, que era el ámbito de influencia de la antigua Taganana. Pero irrumpió Santa Cruz «y logró llevarse el agua sin que nadie rechistara», se lamenta, y «dejaron a la gente en la ruina». «Hablan de la galería de Roque Negro, pero todo es una bolsa, se llenaba por un sitio y sacaban el agua por otro», por lo que acabaron por un acuífero «que nos correspondía a los vecinos de esta zona», y «todavía hoy nos siguen expoliando, cada vez que se llevan el agua de esta zona».

Luján González se lamenta porque «nos han hecho pequeño, o al menos lo han intentado, y todas las explicaciones que nos dan son sandeces, tonterías». «Dividieron los pagos, pero el único alcalde pedáneo que quedó fue el de Taganana, era la única pedanía de la zona», dice con orgullo y aspiración de recuperación. Pero se impone la realidad y admite la despoblación que afecta en la actualidad a este pueblo, considerado la capital del interior de Anaga. «Aquí, el que viene a vivir, es porque lo necesita; porque no puede afrontar un alquiler en la ciudad y aprovecha que su familia tiene una casa en Taganana. Cabe también el caso de la persona que se jubila y se decanta por este pueblo porque es más tranquilo y apacible».

Y pone un ejemplo. «En Azanos, recuerdo que llegaron a vivir hasta 100 y 120 personas; en la actualidad hay 30 o 40». Precisamente el despoblación es la principal preocupación de Luján González, una situación que obedece, en su opinión a la falta de oportunidades laborales, «aunque no falta quien piensa que en la ciudad se vive mejor; desde luego, yo no soy uno de esos», asegura con una sonrisa en su boca.

Para quienes piensa que Taganana queda muy lejos del otro Santa Cruz, este carismático dirigente vecinal sentencia: «Tenemos limitaciones y también ventajas: unos prefieren los centros comerciales; a mi me queda más cerca el Norte». «En otras zonas, la vida va más deprisa», precisa, a la vez que admite que «de no haberse construido la carretera de Taganana eso hubiera supuesto la desaparición del pueblo».

Luján no pasa inadvertida la manifestación que movilizó, según sus cálculos a 2.000 vecinos –300 según la Policía– en demanda de un segundo puente que una San Andrés con esta zona de Anaga. «No estoy convencido de que no tengamos que volver a movilizarnos en la calle». «Aunque les cueste reconocerlo (al equipo de gobierno chicharrero), algo les llegó y saben que vamos en serio».