«Lo más grande que hay en el pueblo son mis niños, porque son el futuro, y la Virgen de Begoña, que nos da vida», afirma Chacha, la sacristana de este pueblo. En compañía de Aldo El Tanque de Almáciga muestran las carencias en las instalaciones que se entregaron hace solo un año.

Los vecinos de Almáciga se las prometían felices cuando el equipo de gobierno de José Manuel Bermúdez hizo realidad al final del pasado mandato la contratación de las obras del nuevo polideportivo de este pueblo de Anaga, un proyecto que se llegó tarde, cuentan los residentes en la zona, porque se había anunciado desde hacía 20 años.

Coincidiendo con la etapa de la alcaldesa Patricia Hernández se realizó un modificado para reforzar la cimentación después de que se confirmara que el terreno era de arcilla expansiva. Ese cambio supuso que se duplicara el presupuesto inicial de la obra, hasta los 617.988,45 euros.

Hace un año, tras la salida de los socialistas al frente del Gobierno municipal, concluyó la obra que consistió en la construcción de un muro de contención sobre el que se sustenta la cancha, además de levantar otro muro donde se localiza el depósito de agua de Almáciga. En total, la visita al polideportivo de Almáciga permite descubrir tres alturas. De arriba a abajo, el depósito, luego la cancha en sí y debajo, un terraplén sin pavimentar.

De la mano de Chacha, la sacristana del pueblo y Aldo, quien fuera jugador del CD San Andrés al que todos conocía como ‘El Tanque de Almáciga’, se descubre el pavimento de la cancha agrietado y hundido en la zona más próxima al muro por donde también pasa la canalización del agua prevista cuando llueve. Eso sí, la canaleta ya está rota y casi dejaría entrar más agua por la grieta que por la rejilla, al margen del escalón de diferencia que existe a un lado y otro de la misma. No son las únicas anomalías.

Resulta más llamativo ver hacia donde vierte el agua la canaleta que discurre en paralelo en el muro más próximo a la iglesia, que está debajo del segundo bancal. Aparentemente parece que el sistema está preparado para aliviar el agua que caiga en la cancha y se vierta o se filtre hacia el terraplén que se localiza a una altura interior entre las instalaciones deportivas y la propia iglesia de Almáciga, lo que provoca la preocupación de los residentes, que temen que «eso se llene de agua y se venga abajo».

En la grada de la cancha, donde se han habilitado porterías y aros de baloncesto –que un año después de su apertura parecen ya oxidados, tal vez por la incidencia de la maresía–, las humedades tal vez del depósito de agua se dejan notar en la grada, cuya pintura aparece ya descascarillada.

Más llamativo resulta ver como muchas piedras del muro de cerramiento sobre las que se levantan unas rejas de protección están sueltas y, lo que es peor, amenazan con caer sobre cualquier persona que acuda a jugar. Además, las rejas están sueltas y se tambalean con el viento cada vez que visita la zona.

Los residentes también muestran su malestar por la reciente colocación de unas chapas metálicas para garantizar la intimidad a una vivienda que se localiza en un lateral, donde hay una piscina. Los vecinos lamentan que no se haya colocado sobre las rejas, sino dejando una separación de unos 40 centímetros, el espacio justo para que a los niños se le caiga un balón y se quede atrapado. «Luego lo intentan sacar con el riesgo de que se puedan quedar atrapados o cortar...».

«Tampoco entendemos el sentido de la plaza para personas con discapacidad que han habilitado en el interior de la cancha, por la pendiente y maniobra que debe sortear el coche; más le valía haber rematado el exterior de la iglesia, que sigue sin que le pongan piso por fuero», añaden.