La intervención de la asociación para la Participación, Oportunidad y Desarrollo (P.O.D.), en colaboración del Ayuntamiento y la Dirección General de Juventud del Gobierno canario desarrolla en Barranco Grande la nueva forma de activar a los vecinos. El programa comenzó con la mejora de la sede hasta hacer un censo para conocer las preferencias de actividades y ponerlas en marcha hasta lograr un concepto abierto.

Ni las semillas de los laureles de india quedan ya en la plaza de la Asociación de Vecinos El Molino, una construcción que se inauguró el 3 de mayo de 1991 y que de la mano del colectivo Participación, Oportunidad y Desarrollo (P.O.D.), subvencionado por la Comisión Europea a través del Cuerpo Europeo de Solidaridad, ha dado un giro espectacular no solo a las instalaciones sino incluso a la implicación de los vecinos y colectivos que habitan en Barranco Grande, en el distrito Suroeste.

Barranco Grande supone el salto de las asociaciones vecinales como concepto de directivas, que luchaban en los años ochenta porque el ayuntamiento les diera televisores o colecciones de libro, a un centro dinamizador que va más allá de las personas que representan a los residentes de la zona. El ejemplo: Barranco Grande, que alarde de contar con el primer centro comunitario de la capital tinerfeña, precisamente el día después de que en Barrio Nuevo se presentara las nuevas instalaciones del Centro Cívico que llevará el nombre de Rosendo Alonso.

Pero el nuevo concepto de participación ciudadana se ha desarrollado en Barranco Grande, y el concejal de Distrito y también de la implicación de los vecinos en la capital, Javier Rivero, aspira a exportarlo a la asociación de vecinos Siete Islas, en el Sobradillo, donde asegura que se trabaja desde hace casi un año.

La ‘culpable’ de protagonizar este cambio de modelo es la coordinadora del proyecto, Adelina Luntraru, quien entre mayo y junio ha contado con quince voluntarios europeos dentro del programa subvencionado por la Comisión Europea a través del Cuerpo Europeo de Solidaridad: 9 del extranjero y 6 españoles.

Los primeros trabajos, con el beneplácito e implicación total del concejal de distrito, consistió en conocer los colectivos que existen en la zona e implicarlos para abrir la sede de la asociación de vecinos al barrio. Por una parte, se intervino en estos dos meses en transformar la sede social y abrir literalmente al barrio las instalaciones. En las tres últimas semanas la música se escuchaba en todas las manzanas de la zona y alertaban que algo estaba cambiado. Hasta los niños del colegio Bethencourt y Molina acabaron colaborando en la decoración de las escaleras estampando sus manos pintadas en las paredes del pasillo de acceso a la escalera.

Pero la nueva asociación vecinal es el resultado incluso de un censo para saber los colectivos y recursos que existen en el barrio y una encuesta para saber qué actividades demandan. Por ello, la planta de acceso se mantendrá y potenciará como una sala multidis con una mesa de pin pon para el equipo federado que existe en el barrio así como el escenario, para que se puedan hacer actuaciones o representaciones.

Cada rincón se ha rehabilitado y acondicionado a la demanda de lo que buscan los vecinos, como una oficina en la segunda planta que servirá para actividades de refuerzo escolar o sala de estudio. Cabe destacar la transformación del balcón, que ahora cobra un protagonismo y asi se ha convertido en un símbolo de la apertura a una forma nueva de participación ciudadana o la azotea del inmueble, que antes casi servía de almacén y ahora se ha transformado en una terraza chill out con césped artificial y donde no se descarta, salvo que el covid lo impide, hasta organizar ciclos de cine al aire libre.

Y el milagro del nuevo concepto de participación vecinal, la aceptación del desembarco de este modelo con la implicación de la asociación de vecinos El Molino, que vieron cómo en concejal alternaba en las tres últimas semanas sus hora de despacho con los trabajos de rehabilitación del local, donde incluso se emplearon materiales donados por Coarco.

Para garantizar el desarrollo del centro comunitario, cinco jóvenes del programa europeo continuarán vinculados durante un año como voluntarios para desarrollar este concepto que celebró el alcalde y hasta pidió ayer al concejal Javier Rivero que lo ponga en marcha para la juventud en la Casa Mascareño que se rehabilita en la avenida Venezuela.