Luz al final del túnel, alivio, recuperación, ganas, ilusión... Palabras que resumen sentimientos y sensaciones. Las expresan en un mismo día dos colectivos llamados a unirse. Por un lado, el de los artesanos, un sector especialmente castigado por la pandemia; por otro, el de los consumidores, gente de a pie que ha esperado meses para admirar –y comprar– los productos exclusivos surgidos de las manos de los artistas. Los han echado de menos y volver a verlos expuestos supone un síntoma de normalidad. Y ambas fuerzas se han encontrado en un marco ideal, la plaza del Príncipe de Santa Cruz. Allí, los profesionales muestran en 38 puestos lo mejor que tienen. Deberían haberlo hecho en Navidad y Reyes pero los efectos del Año I de la Pandemia les han llevado a cumplir con su cita anual a las puertas del verano.

Reciben al visitante estrictas medidas de seguridad sanitaria. Toma de temperatura, lavado de manos con gel (presente por todas partes), mascarillas y, por supuesto, una advertencia de la guardia de seguridad: siga la flecha roja. El sendero –la ruta de la disciplina– lleva a dar la vuelta a este espacio de particular encanto de la capital tinerfeña. En el recorrido se despliegan 21 modalidades artesanas: almazuelas, muñequería, esmaltes, trajes tradicionales, macramé, modelado, reciclado de materiales, encuadernación, joyería, jabonería, cerámica, cerería, decoración de telas, marroquinería, papel y cartón, modista o ganchillo. Además de los tradicionales puestos de calado, puros, alfarería tradicional y cuchillería.

La artesanía vuelve a la calle

Detrás de esta relación están personas que lo han pasado muy mal con su actividad reducida casi a la nada y, por lo tanto, sin ingresos. La mayoría, un 71%, son mujeres. Como Roxana Vega, de La Patrona, fábrica de puros artesanos ubicada en Candelaria: «Es una idea excelente y se nota que la gente quiere pasear, ver y comprar. Tenemos buenas perspectivas y pienso que engalanamos la ciudad en un espacio extraordinario. Vemos luz al final del túnel después de un año muy duro, sin ferias y, por lo tanto, sin ventas». Y añade: «Le he dicho al alcalde que prolongue más días este mercado y ha tomado nota».

El alcalde de Santa Cruz, José Manuel Bermúdez; su consejero de Desarrollo Económico, Alfonso Cabello, y representantes del Cabildo, como organizador, han visitado el recinto en el primer día. También ha estado de visita Ana, una chicharrera, a la que le parece una idea «genial y necesaria» poder «comprar diferente y único». O Fátima Pérez, una joven que se lleva un bolso de tela y explica: «Me parece súper importante porque este tipo de eventos forman parte de nuestra cultura. Que los productores tengan la oportunidad de exponer sus creaciones y las pongan a disposición de la gente. Y en un lugar como éste, donde todo está bien organizado y con seguridad sanitaria». Para la salida se marcha Fátima, siempre guiada por la línea roja.

Fernando Baratelli y Manuel Maderuelo forman Fimartesanos. Especialistas en el reciclaje de papel y cartón, elaboran objetos para el hogar. Manuel considera que «este encuentro puede continuar el camino del nuevo arranque y la recuperación del sector».

La artesanía vuelve a la calle

No faltan las críticas. Por ejemplo, por lo desnivelado del terreno, que «ha originado algún susto a personas mayores», según apunta una comerciante. Dos operarios se afanaban en arreglarlo en uno de los puestos. Complicado por tratarse de un suelo irregular.

Naileé Chico, de Miss Fashionista, puesto de joyería, valora: «Solemos tener internet como foco de venta, pero el contacto directo es fundamental. Lo hemos pasado mal, pero noto una energía muy positiva en la gente. Es temprano y ya se nota movimiento».

Un poco más allá, Daniel Castro se afana en elaborar uno de sus cuchillos canarios. Subraya: «O canarios o de cabopieza. Me enseñaron que decir naife es no tener ni idea». Su puesto se llama El Pete. Lo explica: «Pete es la parte del cuchillo que no corta». Aunque vende más en el taller o por encargo considera «clave para mí y para el sector ferias como esta porque 2020 fue un año durísimo».

Alguien llama desde un puesto al ver apuntar: «Ponga usted que mucha hostelería como la más perjudicada, pero lo nuestro ha sido peor». Mientras, suena de fondo la música del puesto más animado, el de Anita. Ella, pelo rasta, lleva 25 años dedicada al trabajo con el cuero, pero también destaca por su gusto musical con el reggae por bandera. Artesanía.