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«Las bandas no solo estamos para tocar en entierros y procesiones»

Los tres colectivos de música no profesionales demandan apoyo para recuperar su actividad

«Las bandas no solo estamos para tocar en entierros y procesiones»Carsten W. Lauritsen

Representantes de las tres bandas de música no profesionales de la capital tinerfeña Amigos del Arte (San Andrés, 1967), Unión Musical Aída (San Andrés 1981) y Unión y Amistad (El Sobradillo, 1980) atribuyen a la mala gestión la situación en la que se encuentran, sin lugares donde poder actuar.

Admiten que nunca han disfrutado un tratamiento similar como el que da la Corporación municipal hasta a los propios grupos del Carnaval, que se acogen a convenios de colaboración o a subvenciones que se convirtieron en contratos anuales por actuaciones. En el caso de las bandas de música, mantienen contacto con el Ayuntamiento chicharrero a través del área de Protocolo y de las concejalías de Fiestas y Cultura. En el primero de los casos, para las procesiones y cuando hay reconocimiento a hijos ilustres de los pueblos, mientras que Fiestas establece una actuación con ellos para los actos patronales de cada pueblo y con Cultura, cuando hay actividad, sin grandes alardes. Eso sí, tienen palabras de reconocimiento para el Distrito de Anaga, gracias al interés que ha mostrado en la defensa de su actividad la responsable del departamento, Macu Fuentes.

Pero llegó la pandemia y, con ella, la normativa que impidió hasta celebrar los ensayos en sus locales. En las reuniones mantenidas durante el último año con la concejala de Cultura, Gladis de León, no pasaron de buenas palabras, condicionadas a «cuando vuelva la nueva normalidad». «Lo cierto es que los gestores de la actividad cultural de Santa Cruz no han dicho que no cuentan con espacios culturales estables para que podamos actuar y, si hemos podido retomar los ensayos, ha sido gracias al protocolo covid que ha desarrollado la Federación Insular de Bandas de Tenerife», afirman Rafael Llorente y Domingo Rodríguez, de Amigos del Arte y que, también, representan a Unión y Amistad del Suroeste, así como María Isabel Díaz Baute, director de Unión Musical Aída.

En la avenida de Anaga

«Nos hubiéramos contentados con el lugar en el que instalaron el teatro de Gorgorito, en la avenida de Anaga», explican los representantes de las bandas, que están preocupados porque forman parte del programa Primavera Musical, promovido por el Cabildo y que le garantiza una cuantía por actuación, pero, sin embargo, han intentado actuar en Santa Cruz y no han podido. «Los Amigos del Arte tuvimos que irnos a Candelaria. También, San Juan de la Rambla nos ha ofrecido alternativas. No sé cómo lo hacen en otros municipios, que habilitan cines o teatro antiguos con la complicidad de sus técnicos de prevención, pero lo cierto es que esa capacidad no la tiene Santa Cruz, siendo la capital de la Isla».

Desde la banda de música Amigos del Arte explican que han dado la alternativa de ofrecer conciertos en su local, en el centro cultural de San Andrés, por streaming, sin necesidad de que se acondicionen localidades para el público, «pero nos hemos encontrado con la negativa municipal, porque está cerrado, y, fíjate que no nos costaría bajar desde nuestro local hasta la plaza que hay en el interior del centro y organizar los conciertos, pero aseguran que las medidas de seguridad lo impiden», explican.

Poco a poco, con la mejora de las medidas sanitarias, han podido retomar los ensayos con el protocolo que ha desarrollado la federación de banda: dos metros de distanciamiento social, control de temperatura... Máxima seguridad para recuperar la actividad que, reconocen, ha diezmado el número de componentes en la actualidad.

Interrogantes

«¿Qué va a pasar con las bandas de música no profesionales de Santa Cruz después de la pandemia?», se preguntan, tras dar por hecho que, gracias al protocolo impulsado por la federación, se han retomado los ensayos. Pero, quedan las actuaciones, el principal incentivo y fuente de ingresos para mantener el día a día. «Somos grupos no profesionales, pero tenemos gastos yhasta la fecha, solo hemos podido acceder a los 1.500 euros que concede Participación Ciudadana para los gastos de oficina a las asociaciones vecinales. No tenemos subvención ni contraprestación económica, a pesar de que podemos protagonizar conciertos hasta cantados. Pero estamos en una situación de estrangulamiento económico».

«Más allá de los 1.500 euros de los gastos para fotocopias de las partituras, la luz y el agua tenemos que arreglar instrumentos», apuntan. «Mejor no te hablamos de la situación en la que se encuentran nuestros uniformes», explican los tres, que ven con desconsuelo el trato que otros municipios dispensan a sus bandas de música no profesionales. «Como el caso de Santa Cruz, con tres bandas no profesionales, creemos que está La Laguna; Arafo o Santa Úrsula destinan entre 60.000 y 70.000 euros a sus agrupaciones, pero, en Santa Cruz no nos dan soluciones y nosotros no solo servimos para tocar en entierros y procesiones», añaden.

«Les ofrecimos conciertos en la Plaza del Príncipe o interactuar en otros lugares de la ciudad. Estamos perdidos y hasta desaprovechados. Incluso los miembros de las escuelas de música de Santa Cruz podrían hacer prácticas en las bandas, porque encontrar músicos en la actualidad es complicado. Somos un valor para la cultura de Santa Cruz. Piensa que, además de la banda, también tenemos academias», recuerda el director de Amigos del Arte.

Que no haya dudas

Gladis de León, concejala de Cultura, reiteró el compromiso de su departamento de cumplir los contratos suscritos en la programación de su área para reconocer que «en principio, las bandas de música no profesionales eran para las procesiones, actividades que en la actualidad no se están realizando por la incidencia del covid».

La edil admite que «es verdad que no hay un convenio, pero sí queremos que estos colectivos actúen, tanto en la calle como en los espacios que permita la normativa sanitaria. Ese es nuestro objetivo, pero tenemos que ser respetuosos con las restricciones marcadas para evitar posibles contagios». De León lo expone claro: «Que nadie dude de nuestra voluntad de impulsar la programación cultural; no hay cosa más bonita que sacar a nuestras calles y plazas actuaciones como la de las bandas municipales no profesionales, cuando la situación cambie. Tenemos la Banda Municipal de Música y las escuelas de música y hay que darle cabida a todos, cuando sea posible».

Rafael Llorente considera que integran una banda de música es una válvula de escape para el día a día. Su único contacto con este mundo era que le gustaba dibujar la clave de sol porque le gustaba, hasta que con 46 años decidió matricularse en la Escuela Municipal de Música. Pasaron dos meses y tuvo que pagar una nueva bimensualidad sin haber recibido clase, por lo que decidió incorporarse en la academia de Amigos del Arte de San Andrés, donde ha aprendido a tocar el trombón de la mano de su amigo y maestro Domingo Rodríguez, «el alma del grupo».

Domingo Rodríguez recuerda que comenzó obligado en Amigos del Arte de San Andrés porque un día advirtieron que hacía falta músicos para que siguiera saliendo la banda, y sin opción tuvo que estudiar el trombón. Admite que en su casa existe tradición musical, para recordar que un tío suyo estuvo al frente de la presidencia, una vocación que él ha heredado. Comenzó con 12 años y ya llega 38. En ese tiempo incluso ha cursado el grado medio de trombón en el Conservatorio de Música y ha combinado esta faceta con la parte más administrativa de la banda.

María Isabel Díaz milita en la Unión Artística Aída desde que se segregó de Amigos del Arte, allá por 1980. Comenzó tocando el clarinete, animada por el cariño por la música que le profesaba un tío materno considerado el mejor saxofonista de San Andrés, si bien con el paso del tiempo cambió el instrumento por la pelota y, al final, ni una cosa ni otra. Mientras Rafael Llorente y Domingo Rodríguez combinan esta afición con su condición de funcionarios o personal laboral de la Administración, María Isabel Díaz es recepcionista en una residencia militar.

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