En el silencio propio de la madrugada y que contrasta con el trajín que caracteriza la vida del Intercambiador de Guaguas de Santa Cruz, arranca la jornada a las 6:30 horas para coger el transporte público rumbo al pueblo de San Andrés, que ayer fue testigo de otra inauguración, esta con sordina y sin chalecos de obra: la lanzadera habilitada junto al puente que cruza el barranco de El Cercado y que evita al pasaje tener que afrontar el trayecto por la cumbre –Las Mercedes– para llegar a Taganana, Almáciga y/o Chamorga.

Entre los tres madrugadores viajeros de la línea 910, Edu, un joven estudiante de Inglés, ajeno a la lanzadera. Vecino de La Punta, se levantó a las cuatro y media para salir de casa y poner rumbo para ver a su abuela, vecina de San Andrés; los otros dos viajeros utilizan el transporte público para ir a trabajar, uno, a la Dársena Pesquera y otra vecina, a San Andrés.

En la parada de la avenida, sobre las siete de la mañana –a quince minutos del estreno de la lanzadera, junto al puente–, apenas están las calles recién puestas y ya esperan la llegada del jueves Chano y Eusebio, dos vecinos decanos de San Andrés e ingenieros de la vida. El primero ha sido de todo, hasta bombero durante 35 años, camionero y taxista y tuvo tiempo para estar embarcado en petroleros. En su conversación con Eusebio, que utiliza la cámara de su móvil como prolongación de su mano, ambos no entienden por qué tanto jaleo con el puente de San Andrés, cerrado al tráfico pesado, «cuando lo que tienen que hacer es acabar de acondicionar el trayecto que pasa por Las Huertas, donde está hecho hasta un puente».

Las dos líneas de la 910, que llegaron ayer desde el Intercambiador a San Andrés entre las 6:30 y las 7:00 horas, no trasladaron pasaje que fuera a la Anaga más profunda, lo que hacía temer un estreno descafeinado de la lanzadera. Con la recomendación de Chano, nos adentramos por la calle Bartolomé Belza para cruzar el pueblo y llegar al intercambiador habilitado para el transbordo, junto al puente, en el otro lado del barranco, donde cuatro trabajadores de Titsa están preparados para el estreno. No son las siete y media de la mañana y ya Víctor, uno de los conductores de la compañía, había salido con su guagua a las 4:35 desde la estación a Almáciga, con recorrido por Las Mercedes, y a las 5:50, desde Almáciga hasta el túnel, para a las 6:10 volver a Almáciga desde esa zona y luego, a San Andrés, donde trasladó a cinco trabajadores. Uno de ellos se dirigía a Granadilla y ya llegaba tarde a coger la guagua en la avenida de San Andrés, por lo que un empleado de Titsa utilizó un coche de la empresa para acercarlo desde la lanzadera hasta la parada de la entrada del pueblo.

A las siete y cuarto, cuando Eligio se dispone a partir al frente de la 946 que va a Taganana y Almáciga, un inspector le avisa que espere por José Carlos y Domingo, que permanecían en el intercambiador de Santa Cruz a la espera de la salida de la guagua, como el día anterior, y se encontraron con la sorpresa de que desde ayer tienen que coger la 910, que va a San Andrés, y hacer el transbordo junto al puente para seguir a Taganana o Almáciga.

Para agilizar el cambio y subsanar el contratiempo, el inspector da indicaciones para que, de nuevo, el coche de Titsa vaya hasta la parada y suba a los trabajadores, lo que no impide que la primera guagua a Taganana salga con retraso, pero, por lo menos, con el pasaje que la utiliza a diario.

Los albaceas de madrugada de San Andrés, Chano y Eusebio, no se quieren perder la efeméride y se suben también a la 946, en un viaje de ida y vuelta, amenizando el trayecto al chófer, Eligio. Aunque herreño, vive en Finca España y asegura que conoce más gente en San Andrés que donde reside, no en balde de los 25 años que lleva como conductor en Titsa lleva 23 cubriendo la ruta a Almáciga, como quedaría acreditado durante el recorrido, pues parece un cura de los viejos que conoce a cada uno de sus feligreses, a los que saluda por su nombre.

Chano y Eusebio le advierten a Eligio que va a llegar tarde a su destino, porque no aparecen los trabajadores que vienen del intercambiador... hasta que hacen acto de presencia justo en el momento que Víctor arranca el micro para realizar la ruta a Chamorga.

El primero en subir a la 946, que hace transbordo desde Santa Cruz en San Andrés, es José Carlos, un joven de 30 años que lleva dos semanas acondicionando los muros de una pequeña finca en el Roque de Las Bodegas. La regla que porta con niveles denuncia que se dedica a la construcción. Emparejado y padre de un niño, recuerda que llegó a Tenerife de su Cuba natal hace unos tres años. «Esta zona es un paraíso», elogia.

Durante el trayecto, y mientras Chacho y Eusebio se interesan por si Eligio ya se vacunó, ameniza el trayecto con su móvil Domingo, carpintero que desde que dejó la empresa donde trabajaba hace dos años se dedica a la rehabilitación de casas antiguas para transformarlas en viviendas vacacionales, un manitas que muestra un vídeo a su interlocutor del minucioso arreglo de la techumbre. «No es lo mismo hacer nuevo que restaurar viejo», sentencia, para concluir que el futuro de Taganana pasa por las casas rurales De hecho, ya ha rehabilitado un par de casas y hasta tiene lista de espera. Tanto José Carlos como Domingo, viven cerca del intercambiador; el primero, en Garcilaso de la Vega; el segundo, junto al rascacielos, por lo que solo tienen que coger dos guaguas hasta llegar a su trabajo.

Eligio, el chófer, sortea el trayecto con el magisterio de quien se conoce la ruta como la palma de la mano y nada más llegar a Taganana, atiende la primera pregunta de Rosa, a quien saluda por su nombre, y le dice que espere, que vuelve en cinco minutos de regreso a Santa Cruz. En Almáciga, en el viradero junto a la iglesia, acaba el trayecto, o empieza para la veintena de pasajeros que espera allí. Entre ellos, Paco, un habitual, que al igual que el chófer saluda uno a uno de los compañeros de viaje. «¡Vamos, Begoña, que nos vamos de excursión!». La mujer le pregunta al chófer: «¿Va por arriba, Eligio?», quien le responde con humor: «Va por donde yo quiera». Begoña le espetó: «Nos tienen como un yoyó, pero por lo menos no vamos en el fotingo dando brincos», dice en relación a los viejos micros mercedes de Titsa.

El pasaje parece más contrariado por tener que caminar por la pista de tierra junto al Infobox al llegar a la lanzadera que por los 45 minutos de trayecto entre curvas. Paco comenta: «Prefiero coger la guagua de la cumbre, porque por aquí no paso con el carrito de la compra». Ya en la avenida, casi 15 minutos de espera por la guagua que va desde el pueblo al Intercambiador, lo que enerva a algunas viajeras que, en el trayecto a la estación, organizan: «Yo llamo a Alejandro el de Almáciga y pasa la voz: el sábado, a las siete, nos vemos en la plaza de Taganana, porque esto no son formas. No hay derecho a tener que caminar de esta forma».