En pleno confinamiento echó a andar en el local número 36 del Centro Comercial Los Príncipes, en Ofra, la Asociación de Inclusión Social de Talento Creativo, un proyecto abanderado por Fabiola Olivares, que nació con el objetivo de permitir conjugar dos verbos: aprender y emprender.

Con las limitaciones impuestas por la pandemia, esta asociación dio sus primeros pasos encaminados a mostrar las capacidades de aquellas personas que acudían en busca de formación en costura, croché , fieltro agujereado, jabones decorativos, clases de apoyo, piano para adulto y niños y hasta dulces en colaboración con la firma Butterfly. Desde Talento Creativo se ha apoyado, y hasta animado, a cuantas personas han acudido sin trabajo y no saben cómo echar una mano; tras poner en valor su autoestima se desarrolla el recurso que cada uno tiene en sus posibilidades.

Tras concertar la cita con la presidenta de la asociación, Fabiola Olivares, acudimos hasta la sede de un coqueto local social que le han facilitado en buenas condiciones para arrancar con una iniciativa que persigue la inclusión social, precisamente en un momento donde el confinamiento se tradujo en la pérdida de puestos de trabajo o en una merma de ingresos en los hogares. Desde Talento Creativo se dar las herramientas que permiten la formación que, a la postre, incluso se puede traducir con la consecución de unos pocos ingresos para ayudar a la economía familiar.

Abierta de martes a sábados, de 10:00 a 12:00 horas y de 16:00 a 19:00 horas, Fabiola se encarga por las mañana, principalmente, en la formación de croché, mientras que por la tarde toma el relevo Pina Midolo, también miembro de este colectivo que no hace negocio con la ayuda que presta; «solo cobramos una cuota de veinte euros al mes que destinamos a los gastos propios del local y del material que utilizamos. Cuando llegan aquí las señoras y nos dicen que quieren aprender croché, por ejemplo, les regalamos la aguja y la lana y les enseñamos a confeccionar bufandas, por ejemplo».

Tato Fabiola como su compañera Pina, entre las «alma mater» de la asociación, recuerdan con orgullo que fruto del período de aprendizaje, la asociación de inclusión social elaboró más de medio centenar de ponchos que regaló con motivo de la pasada Navidad al centro de mayores Madre del Redentor, de Icod de los Vinos. Pina no puede evitar emocionarse con el audio de agradecimiento que le remitió Julián de Armas, el presbítero que tutela las referencias instalaciones y el servicio.

Fabiola asegura que en este corto tiempo de la puesta en marcha de la asociación ya han podido constatar las numerosas personas que están interesadas en el aprendizaje de estas técnicas artesanales, si bien lamenta que carecen de ayudas para poner costear el transporte a quienes se tienen que trasladar desde sus domicilios hasta la avenida Los Príncipes. Es más, la mayoría de colaboraciones que han solicitado tardan al menos un año en hacerse efectivas, de ahí la necesaria colaboración simbólica para continuar con el servicio que prestan.

También destacan las clases de apoyo escolar que se imparten en la asociación, de la mano de Yesenia, o de Inglés, con Giovaldo, y hasta de repostería, con la propia Pina Midolo y la colaboración de la Dulcería Butterfly, como ocurrió en la campaña del día de la madre, cuando elaboraron unas galletas en forma de flores.

Pina Midolo, natural de Venezuela y afincada en Tenerife desde hace ya más de cuatro años, asegura que el objetivo del proyecto es también ayudar a gente sin recursos, como lo demuestra la colaboración que prestan desde hace diez días al Banco de Alimentos de Tenerife, después de que los servicios sociales le derivaran una veintena de familias a las que le proporcionan comida, servicio que se suma a las labores que realizan en la parte alta dos grupos que trabajan croché; los jueves, el más avanzado; los martes, los principales.

«Ha venido más gente de la que pensamos», reconoce Pina, mientras una de las participantes muestra algunos de sus trabajos y pregunta: «¿Tú te crees que esto lo encuentras en los chinos? ¿Qué precio le pones? ¿Crees que alguien lo va a pagar?». Sin duda, una entrega que no tiene precio.