Cuando la Diputación Provincial hizo entrega al Cabildo de Tenerife de los asilos y establecimientos benéficos, el 7 de enero de 1914, el Consejo Rector de la Corporación insular se planteó construir un edificio que pudiera albergar a estos niños huérfanos y desamparados que desde mediados del siglo XIX se venían acogiendo en pésimas condiciones higiénicas en la Cuna de Expósitos, Maternidad, y Casa de Huérfanos, instalada en el Hospital Civil de Santa Cruz de Tenerife.

Interior de la Casa Cuna. | | E.D.

Pero, no sería hasta 1933 cuando el Cabildo de Tenerife aprobó construir un centro dedicado a alojar a los niños huérfanos de la Isla, en el que hubiera espacios amplios y verdes.

El proyecto se llevó a cabo en un terreno de 13.349 metros cuadrados, donado por don Álvaro Rodríguez López, en la zona de Hoya Fría, donde había un salón para el empaquetado de plátanos, vivienda, gañanía, dos pequeños estanques, varias huertas y caminos anexos.

Numerosos donativos

Las obras de adaptación necesarias para utilizarlo se realizarían con los numerosos donativos aportados por el pueblo de Tenerife, tanto en metálico como en materiales de construcción (bolsas de cemento, ladrillos, azulejos, etc.). Los niños y niñas serían trasladados a este nuevo emplazamiento el 16 de agosto de 1933.

Al año siguiente, el Cabildo Insular adquiriría los terrenos contiguos a los solares donados por don Álvaro, y encargaría el proyecto del Jardín Infantil de la Sagrada Familia al arquitecto José Enrique Marrero Regalado.

Las obras, adjudicadas a la Compañía de Construcciones Hidráulicas y Civiles SA, comenzarían en febrero del año 1938 y fueron articuladas en tres bloques: la casa de maternidad, el orfanato, y la iglesia. El acceso al complejo se realizaba a través de una avenida.

La grave situación económica, ocasionada por la posguerra española y el conflicto bélico internacional, unido a la sensible baja de la recaudación de los arbitrios insulares, daría lugar a que los trabajos se suspendieran en noviembre de 1942, reanudándose en 1944.

Para la puesta en funcionamiento de la Casa Cuna se le dotó de mobiliario y enseres de cocina y se contrató una cocinera y una demandadera. Se instaló una estufa de desinfección con su correspondiente caldera generadora de vapor, un aparato de Rayos X para diagnóstico, etc. Curiosamente, el horno de pastelería que se instaló había pertenecido al Hotel Quisisana. Aprovechando la gañanía existente en la finca, se montó una vaquería, con la que suministraba leche fresca a la Casa Cuna y a los otros Establecimientos Insulares de Beneficencia.

La oficina de admisión del Establecimiento se encargaba de recoger a los recién nacidos y lactantes, mientras que la Corporación insular decretaba los ingresos de los mayores de 7 años. Las normas establecidas para obtener la condición de acogido eran la orfandad, la pobreza y el abandono de sus padres.

En la fachada principal se colocó “un torno” que permitía el “depósito anónimo” de los neonatos que por diversas circunstancias de la vida no podían ser cuidados por sus progenitores.

Las niñas podían permanecer en el Establecimiento hasta finalizar su educación y formación, mientras que los varones, al cumplir los 9 años, pasaban a las Escuelas Profesionales Salesianas, donde estudiaban y aprendían un oficio, becados por el Cabildo. En todo momento, los padres o encargados legítimos podían, mediante una comparecencia, reclamar y llevarse a sus hijos o tutelados.

En 1945, el Jardín Infantil de la Sagrada Familia contaba con todas las infraestructuras necesarias para lo que había sido creado: dormitorios, comedor-cocina, terrazas, estufa de desinfección, lavadero-secadero y aulas destinadas a la docencia, etc.

En 1970, los 500 niños y niñas estaban distribuidos en distintos pabellones. El destinado a los menores de seis años disponía de un dormitorio para lactantes, con capacidad para 85 camas y servicios sanitarios adyacentes; un dormitorio para niños de destete, con 100 camas y un solárium destinado a las sesiones de helioterapia, orientado al Naciente; un comedor, con capacidad para 130 chicos; dos amplias terrazas, patio de recreo, enfermería, despacho médico, ropero, etc.

El pabellón dedicado a albergar niños entre seis y 14 años tenía cuatro dormitorios, de 25 camas cada uno; cuarto ropero, escuela graduada, comedor grande con galería cubierta, dos campos de recreo y campo de fútbol, servicios sanitarios necesarios y un taller de zapatería.

Dependencias para las niñas

Las dependencias para las niñas entre seis y 14 años contaban con dos dormitorios, con 100 camas cada uno; una sala escuela, con jardín y patio de recreo exterior; comedor con galería cubierta, con capacidad para 200 niñas; sala de costura, ropero y planchado y servicios sanitarios.

También las 13 hijas de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, encargadas del cuidado y la educación de los niños y niñas, disponían de un dormitorio, oratorio, enfermería, comedor, ropero y lavadero.

Se impartían la Enseñanza Primaria y el Bachillerato, los oficios de artesanía, telares, máquinas de punto, incrustaciones, marquetería y repujados; clases de pintura, música y gimnasia, las disciplinas de practicante, puericultura y taquimecanografía. Además se llevaban a cabo actividades de ocio, como excursiones al monte y a la playa.