“Hasta el domingo lloraba de tristeza, en especial por quien me dio la espalda; desde ayer lloro de alegría por la recuperación del rastro tras catorce meses cerrados”. El día después de la reapertura, Carmen Tejera hace balance y deja entrever su afán de mujer luchadora como lo acreditan los 30 años que lleva al frente del colectivo. “Soy nieta y hija de feriantes, mi padre tenía una tómbola y mi madre era turronera; estudié pero preferí dedicarme a esto”. 

¿Cómo llegó hace treinta años a la presidencia del rastro?

Coincidió cuando estuvo Zerolo al frente del Ayuntamiento y anunció que iba a erradicar la venta ambulante. Fui a dar con él y le dije que me había decepcionado; me dijo que lo malo es que no estábamos unidos y nos animó a hacer una asociación y a organizarnos.

¿Con la venta ambulante ha sacado a su familia adelante?

Sí, tanto en el rastro como con mi puesto, o cuando me voy a otras ferias de la Isla.

¿Cómo vivió la situación de la Covid-19?

Cuando comenzó parecía que iba para una semana. Nos cerraron y no se arregló nada. Pasó un mes y todo seguía igual, y así hemos llevado sin vender en 14 meses. A quien cogió sin ahorros lo obligó a ir a los comedores sociales o pedir a las ONG. Han sido muchos los compañeros que se han encontrado en esa situación. ¿Cómo han podido sobrevivir?. Muchos son pensionistas y otros reciben algún tipo de ayuda; otros venden por internet o en coche por los pueblos. El que es vendedor ambulante y lo lleva en la sangre vende todos los días.

¿Cómo se ha gestado el retorno del rastro chicharrero tras 14 meses cerrados por la Covid-19?

Queríamos ponerlo en marcha tras los cuatro meses del confinamiento, pero la normativa sanitaria lo impedía y para reabrir precisaba un plan de seguridad.

Pero otros rastros han abierto antes que el de Santa Cruz.

Sí, y por eso siempre hemos dicho que no entendemos por qué a nosotros se nos puso tanta traba –no desde el Ayuntamiento, sino desde el Gobierno de Canarias– También es verdad que nuestro emplazamiento es diferente, pues no todos los rastros están metidos entre edificios y cerca de una recova como ocurre en Santa Cruz.

A los vendedores del rastro que la Covid-19 cogió sin ahorros los obligó a ir a los comedores y las ONG

¿Cómo surge trasladar la ubicación a la explanada donde se instala la feria de atracciones?

Cuando se hizo el plan de seguridad para la zona de la Recova nos advirtieron de que no podíamos abrir todos a la vez. Este planteamiento establecía que, si somos 400 licencias, solo podíamos ir 200 cada quince días: imagínese que luego te llueve o hace viento. No es viable ganar hoy 20 euros si después tienes que estar quince días para ingresar otros veinte, y pensando que no llueva. Y yo dije que quería los mismos derechos para todos. Había un colectivo que prefería seguir vendiendo cerca del rastro aunque fuera a costa de que solo se pudiera ir los domingos alternos. Estas personas estaban a favor de esa idea porque tienen familia con dos y tres puestos, y se garantizan que van a estar todos los fines de semanas, pero la mayoría no.

¿Quién tomó la decisión de ir a la explanada de la feria?

Los técnicos municipales, el equipo de Servicios Públicos, el concejal Guillermo Díaz y el alcalde nos dieron todas las facilidades. Nos hicieron los planos para repartir de puestos en la explanada de la feria. En la recova ya nos habían advertido de que no cabíamos todos.

¿Pero lo sometió a votación?

Le dije al Ayuntamiento que o todos vendíamos todos los domingos o ninguno. No fue una decisión personal, sino que tengo grupos de whatsapp del rastro en los que pedimos las opiniones a todos. Escuchamos a los vendedores y se hace lo que quiere la gran mayoría, que quería trabajar.

¿Quién propuso llevar el rastro a la explanada de la feria?

Esa idea se había planteado cuando tuvimos problemas con los vecinos de la zona de la recova. Te digo una cosa: la reacción del domingo no me la esperaba. Cuando acabó el rastro y me iban diciendo que el día no había sido malo y que no se esperaban la buena acogida, me emocioné.

¿Cuántas personas fueron?

Todo el día estuvo operativo el control de aforo. Según los datos oficiales fueron 4.745 personas contadas una a una entre medidas de seguridad, aplicando el gel hidroalcohólico. A las dos y media o tres menos cuarto de la tarde del domingo todavía había gente en la cola que ya no dejaron pasar porque no había tiempo para poder recoger los puestos; la empresa está contratada de siete de la mañana hasta las cuatro de la tarde.

¿Qué mejoraría del rastro que se vio el pasado domingo?

La estética. Pediría que se implique un poco el Ayuntamiento desde la Sociedad de Desarrollo o a quien competa. Según se gastan dinero en otros eventos, cuando compran unas carpas para un día al año, que ayuden aquí; la asociación nunca ha pedido una subvención a pesar incluso de tener derecho. Ahora es el propio Ayuntamiento de Santa Cruz quien va a llevar la gestión del rastro, quien otorga las licencias, contrata la empresa que lleva el control, aporta los técnicos que supervisan los puestos, la policía... Es lo mejor que pudo haber pasado. Yo solo estoy para velar que los 631 puestos que recoge la normativa municipal no se pierdan y que, cuando sobren, puestos se sorteen. La asociación va a luchar porque esté el aforo completo.

¿Y por qué se han perdido esos doscientos puestos?

Se han perdido porque muchos dejaron sus puestos. Llevamos cinco años que no se han vuelto a dar licencias porque se paralizó cuando se elaboró la ordenanza municipal nueva, que salió hace unos tres años. Se han ido unos, pero hay una gran lista de espera; creo que hay más de 300 demandantes de un puesto en el rastro porque yo las he ayudado a tramitar. Queremos los 631 puestos que pidió la asociación del rastro y que está estipulado en la ordenanza, como logró la asociación.

Lleva 30 años al frente de la asociación. ¿Cuándo tocan elecciones a la presidencia?

Siempre he dicho que mi puesto está a disposición de quien quiera cogerlo. Yo no estoy al frente de la asociación del rastro por imposición; a mi me han elegido.

¿Cuándo se cumple el plazo?

La asociación del rastro no tiene límites para la presidencia pero en cada momento del día, y lo sabe todo el mundo, tienen mi puesto a disposición de quien quiera; nadie quiere coger el puesto porque no hay dinero ni subvenciones.

¿La ubicación del rastro en la explanada de la feria es provisional hasta diciembre?

Sí. Una, porque ahí va la feria de atracciones y va a durar de un mes a un mes y medio, y el rastro estaría muchas semanas sin trabajar. Además, la mayoría de nosotros queremos que si la licencia contemplaba 631 puestos y ahora hay 400, que nos den los puestos sin ocupar. También con José Ángel Martín, el anterior concejal de Servicios Públicos, tuve negociaciones y se iba a sacar adelante. No puedo decir que políticamente uno me escuche más que otro. José Ángel Martín me propuso abrir el rastro con el 50% de aforo; no quise y entonces me dijo de parar para ver si se podía poner delante del Cabildo. Unos y otros han demostrado diálogo. Y no voy a criticar a nadie. Todos han estado predispuestos.

¿Y después de diciembre a dónde se trasladaría el rastro?

Si las cosas siguen como pensamos, volveremos a la recova, con otra distribución. Nadie tendrá el mismo puesto que tenía. Tendremos un plano diferente y medidas de seguridad ajustadas a esta situación.

El pasado domingo faltó una cuarta parte de 400 licencias. ¿Se queda chico el nuevo aforo?

Ahora estamos ajustados a dos metros.

También se ha impedido vender en el suelo.

Eso estaba fijado por la normativa, pero no se había aplicado de forma estricta. Ahora está totalmente prohibido.

¿Es optimista con la nueva ubicación?

Sí. Es una avenida, no hay callejuelas y hay gente mayor. El rastro necesitaba una reestructuración completa y ha venido a darle vida a esta parte de la ciudad. El rastro del domingo parecía una fiesta.

Hay gente que dice que faltan bares en la zona.

Hay dos autobares, pero es verdad que faltan bares en la nueva ubicación. No descarte que si esto aumenta, pongan más autobares.