La tarde de los viernes, cada quince días, Angelita González Ledesma, presidenta de la Asociación de Vecinos Los Caberos, atiende la demanda de las familias que se acercan en busca de alimento. “La situación está muy mal. Esto que estamos viendo ahora no lo había vivido nunca antes”, asegura, para precisar que el número de personas que les han derivados las Unidades de Trabajo Social (UTS) se han duplicado en los dos últimos meses. “Hemos pasado de unas treinta familias a casi setenta cinco, en su mayoría de la zona y también algunas que nos envían desde Los Gladiolos cuando allí están desbordados”.

Angelita González recuerda que desde la Asociación de Vecinos Los Caberos llevan unos nueve años prestando este servicio a las familias más desfavorecidas de Santa Cruz, en especial de este barrio, coincidiendo con la puesta en marcha del colectivo vecinal en la sede por la que trabajó el recordado Ramón Frías, quien tras su fallecimiento la Corporación municipal decidió dar su nombre al centro cívico. Antes, recuerda Angelita González, la asociación de El Cabo prestaba ayuda a los residentes desde la sede que tenían en el colegio de Isabel La Católica.

En los últimos años, la situación ha empeorado, pero sin que quepa la comparación con los dos meses actuaciones. “Son familias del barrios; muchas trabajaban antes. De hecho, la mayoría nos solicita que guardemos el anonimato porque siente rubor por tener que acudir a pedir esta ayuda”. Por este motivo, Angelita recuerda que la ayuda se reparte la tarde del viernes cuando a los demandantes se viene mejor en función de su situación familiar.

“Cada quince días repartimos la tarde de los viernes todos los productos que nos envía el Banco de Alimentos y, de forma trimestral, también hacemos lo propio con los productos que nos hacen llegar desde Europa. Fíjate si la situación está peor que antes, con menos demandantes, nos enviaban más cantidad; ahora ocurre a la inversa”, para precisar que antes recibían unos 1.600 kilos de alimentos frente a los 800 actuales.

Después del grueso repartido hace poco más de una semana, las 35 familias que acudieron ayer a Los Caberos en busca de alimentos recibieron unas cinco cajas de leche por familia, caldo, tomate, lechuga, huevos y batatas, entre otros productos. “Es una comprita que, aunque no es muy abundante –reconoce Angelita– les permite salir para adelante una semana”.

Angelita, con ADN solidario

La actual presidenta de la Asociación de Vecinos Los Caberos es una incombustible e infatigable dirigente del movimiento vecinal, implicada en especial en las Fiestas de Mayo y el Carnaval. Pero, sobretodo, en la defensa de su barrio. Nacida en una de las casas que se encontraban en la vera del barrando de Santos, calle denominada en la actualidad como Ni Fú-Ni Fá, se mudó con sus padres a la calle de San Sebastián y más tarde al barrio de La Salud, hasta que se casó, hace 54 años –después de cinco de noviazgo– para retornar a El Cabo de su alma, donde constituyó su familia junto a su esposo Basilio Plasencia, quien fuera conocido jugador de El Toscal.

De su infancia y juventud, Angelita destaca la pasión por la costura que alimentó su madre, quien fue sastre de Peceño, mientras su padre desarrolló su actividad como un reputado maestro albañil en el antiguo Hospital Civil, también en el barrio de El Cabo, donde se encargada del mantenimiento de las dependencias.

El segundo plato

Siendo una niña, recuerda cómo de su casa saltaba a la azotea de una vecina para llevarle el segundo plato. Eran tiempos de penuria en los que ya cultivó la solidaridad y ayuda con el prójimo, por más que a Angelita no solo se la relaciona con el movimiento vecinal sino, en particular, con grupos del Carnaval y promotora de los primeros concursos de comidas típicas en el marco de las Fiestas de Mayo, de eso hace ya 57 años, o de los certámenes de vestimenta tradicional los últimos 40 años. De hecho, cuenta la anécdota durante los primeros 18 años de estos certámenes se alcanzaba con los máximos galardones.

Nombrar a Angelita González Ledesma es referirse al rescate de la rondalla de El Cabo, formación que fundó Faustino Torres y, tras su muerte, estuvo siete años sin concursar. Ahí estuvo Angelita para recuperar este buque insignia no solo del género lírico del Carnaval sino del barrio; ella impulsando y buscando componentes y encargándose de los diseños –como cuando salieron disfrazados de Sota de Oro– y con la complicidad de los músicos Pepito Pérez o el maestro José Darias, entre otros, hasta que la rondalla caminó sola después de estar bajo su tutela durante cinco años.

Si las Fiestas de Mayo están en deuda con Angelita por la defensa de los concursos gastronómicos y el concurso de trajes típicos infantiles, en el Carnaval ha dejado su impronta con la murga El Cabito, que echó a andar en el desaparecido cuartel de San Carlos, y empezar la búsqueda de una sede cuando el ayuntamiento le daba un local en La Salud, hasta, después de estar del tingo al tango, tener un sede en la calle El Clavel, hace 19 años. Por las filas de El Cabito han pasado generaciones de niños gracias a la entrega de esta inquieta dirigente vecinal que tan pronto cose un disfraz –con la maestría que compartió la recordada Eugenia Portugués, recientemente fallecida–, hace un traje de magos, cocina un plato típico canario o sale en ayuda de los más desfavorecidos.