Antes de que los establecimientos de la parte baja de la avenida de Venezuela abrieran ayer –en la zona comprendida entre la farmacia y la rotonda– se procedió a retirar las vallas en la zona. La reapertura de esta parte del viario se produce dos meses antes del plazo previsto cuando se anunció que la incorporación a la red separativa de evacuación de aguas residuales y pluviales, entre otras mejoras en la zona, supondrían un desembolso de 730.011 euros y se ejecutarían en ocho meses. Los empresarios de las dos fases reabiertas al tráfico se muestran prudentes y la mayoría, indignados. Reconocen que en realidad la apertura de dos de las seis fases de la obra se traduce en la supresión de vallas, porque el tráfico permanece interrumpido en la parte alta, donde la intervención continúa.

El concejal de distrito Salud-La Salle, el popular Carlos Tarife, confía en que a finales de mayo reabra la zona que está aún pendiente. Pero los comerciantes sacan cálculos y dicen: “Si para hacer estos cien metros han tardado seis meses, para acabar la parte que resta, que es mucho mayor, tardarán mucho más”. Tarife confía en que se cumplan los plazos, mientras los emprendedores de la zona elogian que el concejal haya estado desde el primer día y cada miércoles en la zona para dar la cara, pero reprochan que el inicio de la obra se anunciara de un día para otro y, lo que es peor, después de tres meses de confinamiento. “Cuando parecía que íbamos a levantar un poco cabeza, comenzaron en octubre los trabajos, precisamente cuando llegaba la campaña de Navidad; lo lógico hubiera sido dejar los trabajos para enero o febrero, pero nos explicaron que si se demoraba estaban en peligro unos 200.000 euros que aporta Europa”.

David Allgaier Díaz, propietario de una empresa de telefonía y reformas.

Este empresario considera que la clave para subsistir durante el tiempo del confinamiento y las obras ha sido fundamental diversificar la oferta de su negocio. Junto a la especialidad con la telefonía, también se encarga de la ejecución de reformas. Destaca la colaboración del propietario del inmueble donde tiene su oficina, que realizó una reducción de la mensualidad.

Cuenta que gracias a las gestiones que realiza a través de teléfono, sin la necesidad de que tuvieran que venir sus clientes, ha podido salir para adelante. “Estamos abierto de milagro”, explica, para precisar que abrió justo el mismo día que se decretó el confinamiento, el 14 de marzo. “Nada hasta ese momento hacía presagiar que un virus iba a provocar este parón”. En su caso, es dueño y el único trabajador de la empresa de telefonía. “La mayoría del tiempo permanecimos aquí, cerrados. Luego, cuando parecía que íbamos a levantar cabeza, comenzaron las obras en octubre”. Celebra que se haya hecho y, también, los rebajes en las aceras, pero han sido seis meses muy duros para su viabilidad económica. Ahora es optimista porque “más bajo no podemos caer, y confío en que se levante el consumo poco a poco”. “Solo en estas dos calles –se refiere a la parte reabierta ayer– han cerrado tres establecimientos: una tienda de zapatos, un restaurante de comida y una peluquería”. “Dicen que abrirán los nuevos tramos en breve... pero calculo que tardarán dos o tres meses más”. “Encima está, también, la obra de Las Indias, que debían acabar en agosto del año pasado; y luego está la falta de aparcamientos, porque está toda esa zona cerrada”. David espera que antes de las previsiones –el año 2023– se recupere el consumo.

Administración de lotería.

El titular de la Administración de Lotería más próxima a la rotonda no duda que fuera necesaria la obra, pero asegura que eligieron la peor época del año para ejecutarla. También insiste en la demora de la obra del parque de Las Indias, “porque la gente tiene que dar toda la vuelta para llegar a la avenida de Venezuela”.

“Esta obra se ha ejecutado de forma agresiva; el cliente de paso se ha ido, porque como ve que tiene que dar toda la vuelta prefiere acudir a otra administración, donde recibe el mismo trato o mejor; encima, la falta de estacionamiento en la zona. Es un despropósito”. “Y vengo de estar tres meses cerrado, porque nosotros –el negocio de loterías– no somos servicio esencial y no se celebraron ni los sorteos”, se lamenta.

Rosario Nino, del salón de peluquería y estética.

“Nos cerraron justo en la peor temporada, cuando parecía que íbamos a remontar. Yo tenía todo preparado para abrir la peluquería cuando se decretó el confinamiento. Durante esos tres meses me organicé para ir a los domicilios”. Rosario Nino recuerda que su local es de alquiler y agradece la ayuda que le ha facilitado el propietario, que le ha permitido que le pague en plazos. “Tenía un establecimiento en la calle de la X y me trasladé a esta zona porque aquello no tenía movimiento. Iba a abrir el 30 de marzo y el confinamiento se aplicó el día 14, luego se levantó y de un día para otro nos anunciaron las obras en la avenida, cuando esperábamos remontar... Podían haber esperado a enero o febrero, porque acabaron con la campaña de Navidad, tanto en mi caso como también para otros negocios, como la joyería que tengo al lado”.

“Estas obras nos han dejado heridos; tenemos que afrontar pagos, pero no tenemos dinero”. “Se valora que ejecuten los trabajos, sobre todo para que no se vuelva a anegar la calle, pero nos han llevado al límite”, se lamenta.

Natalia Santacreu, del estanco y la administración de lotería.

Prefiere mostrarse optimista y confiar en que “la mejoría vaya a mejor”, si bien reconoce que durante las obras se han perdido a los clientes de paso porque se ha cerrado al tráfico la avenida de Venezuela. De hecho, en el primer día de la reapertura, lo más significativo es que se retiraron las vallas, pero los vehículos siguen sin poder pasar porque está cerrada la vía al tráfico desde la parte alta.

También se lamenta de que este establecimiento estuvo afectado por los tres meses del confinamiento y luego los seis que ha durado la obra, recuerda desde la experiencia de un establecimiento que lleva abierto casi 15 años.

Yurena Delgado, de Modas Dulmag.

Espontánea y jovial, reconoce que las obras los ha obligado a abrir solo de diez a una de la tarde, porque luego por hay poco movimiento. “Nuestra tabla de salvación es la clientela que tiene la dueña y que vendemos mucho por las redes sociales”. “Lo que no iba a hacer es venderte una camisa con cinco gramos de tierra”, explica Yurena, que destaca la importancia en el trato con la clientela. “Aquí, gato que entra, gato que no sale vivo”; utiliza esa máxima para expresar que se desvive con las personas que acuden a su establecimiento. “Hay que luchar por subsistir”, defiende.

Dabel Eduardo Masses, de Bar Nena.

Primero fue empleado de este bar hasta que se convirtió en su propietario. Al confinamiento suma la obra y, por si fuera poco, las restricciones sanitarias que le impiden atender en el interior de su negocio. Eso se traduce en que de los 80 o 90 bocadillos que vendía solo a primera hora de la mañana, ahora vende 30 en todo el día; si habla de beneficios, antes hacía 100 euros por la mañana y ahora acaba el día y a duras penas logra un poco más de caja.

Agradece que el concejal Tarife estuviera desde el primer día dando la cara. Eso sí, no quiere ayudas para paliar este tiempo de crisis, sino que lo dejen trabajar y “si contagio el virus, que me cierre”. “Todo es una mofa”, sentencia, para añadir que el tramo reabierto ayer estuvo asfaltado desde hace quince días y permaneció cerrado. “Y nos anunciaron el inicio de la obra de un día para otro y que no lo podían retrasar porque se perdían fondos de Europa”, recuerda, para asegurar que ha podido aguantar porque se ha gastado todo el dinero que tenía ahorrado.

Salvador Vera, de la panadería Salud.

En el “parlamento del bar Nena” participa Salvador, el panadero del barrio, un negocio que abrió su abuelo en 1937 y siguió su padre y continúa él desde 1985. “El despacho ha caído entre un 60 y un 70 por ciento porque muchas veces la gente mayor no viene desde la zona del parque, si tiene que cruzar. Hemos escapados gracias a que tenemos dos furgones para hacer dos repartos”. “Muchos bares han cerrado o venden a la mitad y en la misma proporción dejo de vender yo”.

Moisés García, de la molienda de gofio La Salud.

Junto a sus hermanos David y Abel, regenta uno de los altares de los negocios de la zona. Su licencia de apertura data de 1944. Admite un bajón en las ventas porque se ha perdido el cliente de paso y también por la falta de aparcamientos y el retraso de la obra del parque Las Indias. Mira a su alrededor y lamenta el cierre de tres negocios. Ahora confía en que no se eternice la reapertura de la parte alta, fundamental para recuperar vida en la zona.