“Salí del trabajo en dirección a Benijo y un trayecto de 5 minutos se convirtió en uno de más de una hora”. Lo comenta Alejandro Sosa, portavoz de la asociación de vecinos de Nuestra Señora de Begoña y camarero del bar El Drago, en el pueblo de Almáciga. Desde la barra se respira la tranquilidad de un día de invierno, sin domingueros ni turistas. Pero después de la calma vendrá la tempestad. El caos en el acceso a unas playas cada vez más de moda se acerca. Volverá en la Semana Santa, que comienza el 28 de marzo, una preocupación creciente entre los vecinos de los caseríos del macizo.

Desde el final del confinamiento y ante la falta de alternativas de ocio, los destinos rurales y aislados, como esta parte escarpada de la costa de Tenerife, se han popularizado. Pero las masificaciones vienen de atrás. Los vecinos sufren desde los últimos años una mayor afluencia de visitantes, que no se corresponde con la capacidad de sus infraestructuras y su orografía. Esto ocasiona un incremento de los atascos en una zona con un solo acceso que no está preparada para esa cantidad de visitantes. Además, no son zonas de baño urbanas, sino playas de arena negra en un entorno de gran valor natural. Por algo Anaga es Reserva de la Biosfera.

Los atascos se agudizaron el pasado verano, sobre todo el 6 de septiembre, el momento en el que la saturación llegó al límite. Una gran cantidad de coches ocasionó un colapso que ni la Guardia Civil pudo descongestionar. Aunque los problemas de tráfico son algo habitual en la época estival, la única solución que aportaron los cuerpos de seguridad fue cortar los accesos al pueblo dejando desprotegidos a los bares y restaurantes que viven de los visitantes. Daida Rodríguez, camarera del bar El Drago, muestra su preocupación: “Se debería buscar una solución para que no pierda nadie. Tampoco pueden cerrar la carretera, ya que los bares se quedarían sin clientes”.

Una solución coordinada

Tras las quejas de los residentes, el Cabildo y el Ayuntamiento de Santa Cruz colaboran para preparar un plan de movilidad con vistas a las vacaciones de Semana Santa. Entre las principales medidas se encuentra la instalación de una bionda –valla metálica– en la curva entre las playas de Almáciga y Benijo. Esta parte de la vía es más conflictiva ya que los estacionamientos dificultan las maniobras de las guaguas. Otras soluciones que se barajan son el aumento de la presencia policial los fines de semana y el establecimiento de cámaras de vigilancia.

“Desde que terminó el verano hemos estado trabajando con el Cabildo de forma coordinada para que no vuelva a suceder”, aclara Inmaculada Fuentes, concejala del Distrito Anaga. Los vecinos recuerdan que llevan tiempo demandando la adaptación de solares en desuso para habilitar nuevas plazas de aparcamiento, un servicio muy escaso en estos parajes. Esta medida se encuentra en trámite, mientras el Cabildo negocia con los propietarios. La Corporación insular es consciente de que hay pocas opciones, pero son fundamentales para descongestionar el tráfico.

Sin embargo, algunos habitantes opinan que el estacionamiento no es la única necesidad. “La cuestión va más allá de la construcción de un aparcamiento. Aquí hay un problema de fondo: se está promocionando la zona como un atractivo turístico pero no se le está dotando de infraestructuras”, explica Borja Bencomo, propietario del restaurante La Ola, en la playa del Roque de las Bodegas. “No son solo los aparcamientos, sino por ejemplo baños para solventar los problemas higiénico-sanitarios de la playa de Almáciga”, añade.

Uno de los encantos de Anaga es precisamente su inaccesibilidad. Pero esta llamada ha hecho que se saturen sus servicios. La frecuencia de las guaguas “no es suficiente para atender la gran afluencia de gente que viene a nuestra costa”, se queja Luján Izquierdo, presidente de la asociación de vecinos La Voz del Valle, de Taganana, que ha visto cómo algunas personas mayores se quedan sin poder sentarse o tienen que esperar a la siguiente guagua ante la baja frecuencia del servicio y la amplia demanda de visitantes.

Mercedes Sosa camina por las estrechas calles del pueblo de Almáciga. Esta vecina protesta por los continuos problemas con el horario del transporte público. “Yo voy a trabajar todos los días y me he quedado muchas veces tirada porque recogen primero a las otras personas y la gente del pueblo nos quedamos tirados”, protesta. Sentencia que las condiciones sanitarias “no siempre se respetan” en estos casos. “Me he bajado antes de tiempo porque hasta se quitan la mascarilla”, relata mientras se aparta para poder mantener la distancia de seguridad.

Falta de recursos

Una de las principales consecuencias de los atascos y la masificación es la insalubridad y un deficiente servicio de recogida de basura. “Nosotros pagamos los mismos impuestos que en el centro de Santa Cruz para que pase el servicio de basureros una vez a la semana”, lamenta Borja Bencomo. Debido a la acumulación de visitantes y campistas, sumados a la falta de infraestructuras, la gestión de residuos en la playa de Almáciga estaba muy lejos de ser la adecuada. “El olor llegaba desde los barrancos de detrás”, amplía Bencomo. Luján Izquierdo añade que se llegaron a usar espacios como letrinas.

Luján considera que es una consecuencia más de la masificación, la cual se debe tener en cuenta a la hora de construir los aparcamientos. El dirigente vecinal de Taganana recalca la condición de Reserva de la Biosfera y teme que el impacto visual en una zona de condiciones tan agrestes dañe el paisaje.

Se trata de un espacio protegido con unas condiciones únicas. En él se encuentran representados todos los ecosistemas y hábitats presentes en Tenerife, a excepción del ecosistema de alta montaña. Además, cuenta con una extensión de 120 kilómetros cuadrados, lo que equivale a más de 16.000 campos de fútbol y cuyo punto más alto se encuentra a 500 metros sobre el nivel del mar.

Una de las principales asignaturas pendientes es la gestión de las acampadas y el estacionamiento continuado de autocaravanas. Al suponer esta actividad una ocupación continua, genera muchos residuos. “Limpian los calderos en las duchas, donde se lava los pies la gente”, se queja Alejandro Sosa, de la asociación de vecinos de Nuestra Señora de Begoña. Aunque matiza que este es un problema que ha llegado con la masificación, defiende a los “campistas cívicos” que venían a esta costa antes de que se popularizase.

La pandemia ha hecho todavía más atractiva la alternativa de huir de los hoteles y grandes zonas turísticas y escoger un entorno natural como Anaga para acampar. Debido a las medidas sanitarias, zonas de camping como Punta Hidalgo se cerraron temporalmente. Esto produjo una mayor afluencia a la costa de Anaga, ya que “se permitió por parte de la policía acampar en la zona”, apunta Alejandro Sosa. Demanda además una mayor presencia policial para evitar posibles colapsos en Semana Santa, ya que “la gente dice que por la noche no vienen los agentes y entonces hacen lo que les da la gana”, se indigna.

Los vecinos viven con el miedo a que un día se produzca cualquier tipo de urgencia y los servicios de emergencia no sean capaces de acceder en tiempo y forma. Comentan que ante cualquier situación así, una ambulancia o un camión de bomberos tendría muchas dificultades para acceder. Pero no es solo el acceso, los aparcamientos, los residuos, la incapacidad para absorber y atender a tantos visitantes cuando llegan los aluviones... Anaga se siente abandonada por las instituciones y requiere más financiación para un desarrollo sostenible de una de las zonas más aisladas de Tenerife.

Un problema con muchas caras

Mientras todo esto sucede, las administraciones públicas llevan décadas sin ponerse de acuerdo para gestionar este tipo de necesidades. Las promesas se acumulan pero los hechos brillan por su ausencia. Una compleja distribución de competencias es otro de los quebraderos de cabeza para poder solucionar la insatisfacción vecinal. Hay que partir de la base de que Anaga re reparte entre tres municipios: Santa Cruz de Tenerife, La Laguna y Tegueste. El Cabildo tiene la competencia de la carretera TF-134, mientras que la playa y el pueblo que atraviesa es dominio del Ayuntamiento de Santa Cruz. “Las administraciones llevan pasándose la pelota hace 28 años y la Ley de Espacios Naturales sigue sin cumplirse”. Lo matiza el empresario Borja Bencomo, que recuerda que esta ley consta de tres puntos: el desarrollo socioeconómico, la conservación de la fauna y la flora y la preservación de las formas de vida tradicionales. ”Se está perdiendo un potencial muy grande”, concluye.

Anaga seguirá siendo un destino esencial en el ocio de los tinerfeños. Sus calles y sus playas mantendrán sus brazos abiertos a los visitantes que busquen disfrutar de las vistas únicas que proporciona este paraje enmarcado por montañas. “Las administraciones se centran en promocionar Anaga para atraer turismo pero no aportan la misma inversión que la publicidad que realizan”, criticó Alejandro Sosa. Algunos vecinos llegan a sentir que el pueblo deja de pertenecerles y tienen que sacrificar su ocio y sus costumbres por la masificación. “El año pasado no pude bajar a la playa ningún día”, matiza Mercedes Sosa, haciendo alusión a un sentimiento generalizado en el macizo de hastío por no poder disfrutar de los paisajes y la naturaleza en los que se ha desarrollado sus vidas.

Aún así, los anaguenses confían en que las medidas que se tomen para Semana Santa sean un precedente de las mejoras que demandan desde hace tiempo. No quieren que los incidentes del verano se vuelvan a producir y confían en el civismo de los visitantes para encontrar el equilibrio entre el disfrute y la responsabilidad.

A la izquierda, mirador de la playa de Almáciga. Arriba, vía de acceso a las playas de Anaga. Sobre estas líneas, playa de Almáciga. Debajo, playa del Roque de las Bodegas.