El vicepresidente del Cabildo no oculta su sorpresa tanto por el alto número de demandantes de alimentos que como cada viernes hacen cola a las puertas del antiguo cine de García Escámez -ayer unas 800 personas-, como por los numerosos voluntarios y empresas que hacen posible las entregas de bolsas.

El vicepresidente del Cabildo de Tenerife, Enrique Arriaga, y su compañera de Ciudadanos y concejala en el Ayuntamiento de la capital tinerfeña, Matilde Zambudio, llegan al antiguo cine de García Escámez que está atestada de personas que ayer, como cada viernes, desbordan las calles aledañas de la zona. Los que vienen sin número dan la vuelta al mercado de La Abejera y hacen cola hasta cerca del arco en medio de las estrictas medidas de seguridad del medio centenar de voluntarios que organiza Juan Manuel Vega Valle Pachi. Con un spray van uno a uno pidiendo que pongan las manos para darle con el líquido desinfectante a la vez que comprueban que guardan la distancia de seguridad y tienen mascarilla.

Frente a la puerta lateral del antiguo cine, hoy sede de la ONG de África Fuentes, se dispone otra fila, formada por personas derivadas por los servicios sociales del Ayuntamiento de Santa Cruz y que llegan hasta los bloques de García Escámez más próximo a la autopista. “Hoy está desbordado; desde que comenzó el Covid hemos multiplicado, y triplicado, el número de usuarios que vienen cada viernes a pedir comida; saben que en otros sitios reparten una vez al mes y que aquí tienen recursos todos los viernes y aprovechan, pero es que si no, no comen”, asegura el hijo de África.

Esteban Arriaga se muestra entre emocionado y consternado; inmerso casi en un debate existencial comparte a su interlocutor una confidencia que surge de forma espontánea y que entra en contradicción el mundo que mima África Fuentes con otros más privilegiados: “Y luego la gente preocupada por subir al Teide”, se le escapa a un Arriaga que admite hacerse violencia para no abrazar África Fuentes, y no solo por el carisma que desprende esta octogenaria que durante décadas dedicadas a la acción social –que con la misma frescura te llama gordo que un día se plantó ante la reina o cualquier otro cargo–. Es África. Todo corazón.

El vicepresidente se muestra superado por las más de ochocientas personas que guardan turno para llevar una bolsa de comida a su casa y, también, por los numerosos voluntarios que practica el credo de esta Teresa de Calcuta de García Escámez. “¿Tú no sabes que durante el confinamiento vino la Policía a detenerme?”, le cuenta África a la que fuera primera teniente de alcalde del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y que realizó ayer su primera visita a la ONG de García Escámez. “El agente vino y me dijo que me iba a llevar detenida porque yo no guardaba la distancia de seguridad con la gente que venía aquí a coger comida, y me dijo que iba a llamar refuerzos para llevarme detenida. Yo le dije que no se preocupara, que yo sin dientes y sin poder caminar, que se lo ahorraba que yo iba con él donde me dijera”. Con ese humor socarrón que le caracteriza, África continúa: “Y vino la Unipol. Cuando me dio el mando, le dijo que me dejara quieta y se marcharon. Al día siguiente el jefe me mandó un ramo de flores con una tarjeta diciendo que lo tenía a su disposición”.

África engarza anécdotas con un verbo único. “Yo atiendo a todo el mundo que me llama y pide ayuda. Una vez fui a Tacoronte, ¿y sabes con qué se tapaba ese señor? Con unos perros grandes”. Matilde Zambudio seguía con interés y hasta admiración la experiencia de África Fuentes.

El vicepresidente del Cabildo, que había advertido que acudía junto a Zambudio en calidad de miembro de Ciudadanos, acabó comprometiendo hasta una furgoneta de Titsa para colaborar a facilitar el reparto de alimentos que realiza la ONG de García Escámez, mientras Zambubio lamentó que el ayuntamiento tarde hasta tres meses en gestionar la solicitud de ayuda de alimentos. “Eso no puede ser porque es una necesidad básica”, recriminó.

“Hoy hay vecino entre quince y veinte venezolanos nuevos”, dijo Pachi. Uno de ellos, Eutimio Hernández, de 71 años y natural de El Ortigal, que lleva 21 meses en Tenerife, a donde retornó después de media vida en Venezuela. “Me robaron todo lo que tenía: mi casa, una quinta, mi carro... El un gobierno de puro malandro”. Ayer fue a pedir de comer a la ONG de África Fuentes.

O el caso de Carmen Tabares, de 75 años. “¿Me van a sacar fotos?. Mi familia no sabe que estoy aquí, les dije que venía a hacer la compra, es la primera vez que vengo; paso mucha vergüenza, pero es que si no, no comemos en casa”.