El barrio de Las Cabritas fue un referente en la lucha vecinal contra el Plan General que se comenzó a tramitar hace veinte años, cuando de la mano del dirigente Ceferino Ayala nació el espíritu de Las Cabritas, que marcó tendencia en el rechazo al planeamiento en Mencey Bencomo e Inmobac, en Salud Bajo, y que acabó por resucitar la reivindicación de Javier González para la plaza de Valleseco o de José Antonio Arteaga, en El Toscal, sin olvidar las plataformas que, como un efecto gremlin, diseminaron los pueblos y barrios de Santa Cruz de Tenerife.

Hoy habita la paz en Las Cabritas, que vive acotado entre la autopista del Norte, las viviendas de reposición de San Pío, el campo de fútbol Las Delicias o el colegio Hermano Pedro y que está compuesto por un centenar y medio de casas, en su mayoría terreras, que los redactores del polémico PGO (Juan Manuel Palerm, Leopoldo Tabares de Nava y Fernando Senante) definieron como infraviviendas. Y ahí siguen.

Junto a la sede de la asociación de vecinos Sigoñé nos recibe Enedina González, que desembarcó en la presidencia del colectivo hace una docena de años animada por el actual alcalde, José Manuel Bermúdez. “Me comentó que iba a ir de candidato a Santa Cruz y me animó a ponerme al frente del colectivo vecinal”, afirma mientras mira a la sociedad, acotada por unos jardines donde hace más de veinte años estaban casi media docena de viviendas que fueron expropiadas para dejar expedito el terreno para un acceso desde la Autopista del Norte hasta la trasera del Hospital Nuestra Señora de La Candelaria, que estaría reservado para el paso de las ambulancias rumbo a Urgencias. Se hizo la expropiación, pero no la vía.

Las Cabritas se hace mayor

Orgullo de vecina

Enedina habla con orgullo. “Las Cabritas es un barrio limpio y cuidado, pero viejo”; eso sí, matiza que si disfruta de esa buena imagen es gracias al cuidado de los propios vecinos. “Aquí somos muchos de baldear la calle y limpiar el tramo de acera que tenemos delante de nuestra casa”. La dirigente vecinal, junto a otros miembros de la directiva, recibieron la visita de la concejala del Distrito Ofra-Costa Sur, Gladis de León, a quien le plantearon sus demandas. La presidenta agradece el compromiso de la edil de realizar unas obras de mejora de accesibilidad para facilitar la calidad de vida de un pequeño del barrio con problemas de movilidad reducida, a la vez que amplía sus demandas.

“En los cuarenta años que tengo no recuerdo que se haya empichado la calle, y creo que ya toca. Les prometo que yo solo pido cosas de cuarenta en cuarenta años”, comenta con humor esta diseñadora gráfica que, antes de presidenta de asociación de vecinos, se caracterizó por su inquieto espíritu y pasión por la cultura, como plasmó en los montajes teatrales que desarrolló en el salón de actos de la asociación. “Podemos presumir de ser tal vez el barrio de Ofra que más actividades desarrolle”, asegura, haciendo la salvedad de la actual época de la Covid-19.

Junto a la mejora del asfaltado, también reclama la renovación del mobiliario y hasta unos módulos en condiciones para que parque infantil que está frente a la asociación de vecinos.

El porqué de Las Cabritas

Sin ánimo se sentar cátedra, la presidenta de la asociación explica que el nombre del barrio –Las Cabritas, por el que se interesó el director del distrito, José Miguel Zamora– obedece a que muchos de los primeros moradores –en su mayoría llegados de La Gomera y San Miguel– tendría cabras. Entre los primeros vecinos, sus abuelos Domingo González y Enedina Delgado, que habría trabajado en las tomateras del sur. “Casi todo el barrio es pariente; todos nos tocamos algo: aquí están los González, los Castilla...”. Fruto del paso de los años, la edad media de los residentes supera los sesenta.

“Aquí solo hay una zona infantil, pero carecemos de canchas deportivas o zonas para disfrutar de bicicletas... Y ahí está el barranco que está frente al colegio Hermano Pedro que se podría hacer algo”, aporta como idea, frente al equipamiento que se descubre a las viviendas de San Pío, que están en Las Cabritas, aunque en el límite con el barrio antiguo.

Con el desconsuelo de no tener las canchas de fútbol, baloncesto, bochas y jardines de San Pío, admite Enedina, hoy parece resignada a convivir, como le ocurre a todo el barrio, con el tráfico inusual que ha tomado las calles de Las Cabritas, a consecuencia de que se ha convertido en el aparcamiento del personal y usuarios de La Candelaria. “Cerraron el parking de allí y el barrio se ha convertido en el aparcamiento del hospital, lo que ha provocado el enfado de los vecinos de la zona”, máxime porque en este núcleo carece de servicios: “para comprar una barra de bar tenemos que salir del barrio”.

En el paseo por el barrio, admite que los jardines tienen la instalación para el riego instalada, pero no funciona. “Las zonas verdes están cuidadas por los propios vecinos”. De hecho, hasta le quieren poner el nombre del Mirador de Manolo al jardín que mima un vecino de la zona. “Este barrio está configurado por media docena de callejones”, precisa, entre los que se localizan tres plazas. En el Mirador de Manolo, unas mesas permiten el juego del dómino y las cartas. “Hasta los mayores vienen aquí –venían, antes del Covid– y disfrutaban de la conversación y hasta de un buen vino”. De pronto señala a los jardines de la trasera del hospital de La Candelaria. “¿Tú te puedes enterar de quién es esa propiedad? Porque el ayuntamiento dice que es del hospital y La Candelaria tiene abandonadas las palmeras; todos los días recogemos hojas que se caen”. Otro problema que soportan es la situación de solares de titularidad privada que están abandonados y que son la delicia de las colonias de gatos y pulgas.

En la plaza Beñesmén

Desde la calle de Gara y Jonay accedemos a la plaza Beñesmén. “Aquí pedimos que pusieran unos barrotes nuevos y parece que solo hubo presupuesto para reponer la mitad”, se lamenta, mientras muestra la reliquia que heredaron del ayer. Para joyas de la ingeniería, el rebaje que en el mandato pasado se hizo en la calle Chanato. Se habilitó el paso pero se olvidaron suprimir la barrera de la acera. Y así sigue en la actualidad.

En la calle Sansofé, la tercera plaza, amplia pero sin sombra; difícil de disfrutar bajo el sol o cuando llueve. Un muro acota el espacio y dificulta el tránsito de los vehículos de los cuatro vecinos, máxime cuando “la calle es estrecha y los vehículos cada vez más anchos”. Y al lado, un solar que provoca humedades a los edificios colindantes, hasta el punto que un propietarios hizo obras en el cuarto de baño y acabó encontrando las raíces de una higuera en su casa. Los problemas con la reubicación de los contenedores en la ciudad también afectan a este barrio, que no entiende el cambio de emplazamiento, máxime cuando “esta es una zona privilegiada, un lujo para vivir”, precisa Enedina.