Cada vez que las autoridades comunican una alerta por lluvia o viento en la zona de Anaga, Rosario Alonso, vecina del caserío chicharrero de Casas de la Cumbre, se desespera porque significa que se quedará sin comunicación como ha ocurrido en al menos tres oportunidades en las últimas dos semanas. La primera, cuando incluso se registraron los últimos desprendimientos en las carreteras. Se fue la luz y, sobre la marcha, perdió la cobertura telefónica y a penas una hora después la señal de televisión. “Se suministro eléctrico se interrumpió al mediodía de jueves de hace una semana y volvió a las seis y media del viernes, mientras que volvió a poder ver la televisión al día siguiente”.

“Te queda sin luz y, lógicamente, no te funciona si la placa ni el microondas”, por lo que deben acudir al recurrido campin gas para preparar ya sean los desayunos como el almuerzo, mientras ven cómo se descongela la nevera con el riesgo de que todo lo que hay dentro se eche a perder.

Rosario y Alexis, vecinos de Casas de la Cumbre; residente frente a la antigua escuela del caserío. | | MARÍA PISACA

“Llamas a Endesa y te dicen que la incidencia es nuestra”, se lamenta Rosario. “Esto ocurre en Anaga cada vez que llueve y se va la luz”. “Imagínate la papeleta cuando nos quedamos sin suministro eléctrico y, lógicamente, no se abre la puerta del garaje para sacar el coche e ir a llevar el niño al colegio o acudir a trabajar. Acabas abriéndola a mano”.

Es la otra cara de la Anaga idílica; del pulmón de Santa Cruz, de la tierra que invita a perderse entre túneles vegetales, de los miradores privilegiados del pulso de la escarpada orografía...

“Venden que Anaga es muy bonita, y es verdad, pero se olvidan que los vecinos lo pasamos muy mal porque fallan los servicios básicos”. Rosario pone en ejemplo: “mis tíos, que viven en Afur, se tienen se tienen que poner en la ventana de sus casas para coger cobertura y poder llamar”. “¡Hombre, por dios, que quieren que no se vaya la gente de aquí pero luego los vecinos no tenemos los servicios mínimos”, se lamenta.

El colmo de la situación ha sido el confinamiento. La imagen idílica de este paraíso natural de Santa Cruz contrasta con las fatigas que desde que se decretó el estado de alarma por el Covid-19 el 13 de marzo pasado soporta Rosario. Empleada de una entidad bancaria, se puso en marcha el teletrabajo. Frente a la comodidad y la seguridad de poder desarrollar su labor desde casa, la incertidumbre y el desespero que le provoca las continuas idas y venidas de la cobertura telefónica, lo que provoca que se quede incomunicada. “Mis compañeras ya se ríen cuando les doy el parte meteorológico por las mañanas y les digo: hoy hace viento, porque ya saben que estoy fatal de cobertura; igual sucede cuando hay bruma”.

Los vecinos de Anaga se lamenta de la carencia de unos servicios mínimos en plenas condiciones, al referirse de la luz, la telefonía o la señal de televisión. “En Roque Negro no hay internet, ni de Afur para abajo”, apostilla.

“Esta zona está muy bonita para que venga el turismo a hacer senderismo, pero hay temas básicos que hay que resolver porque es falso que la población de estos pueblos y caseríos se dedique en exclusiva a la agricultura y la ganadería; es una pena que la gente joven se tenga que ir de aquí”, se lamenta Rosario.

Falta de ayudas

Esta vecina de Casas de la Cumbres muestra su casa, en la que reside junto con su marido y su hijo, uno de los tres o cuatro niños que residen en el caserío. “Junto a las carencias en los servicios básicos, te encuentras la falta de facilidad para poder construir o hacer algo para mantener tu vivienda. No se puede tratar esta zona como si fuera el centro de Santa Cruz, a pesar de que pagues los mismos impuestos pero no recibas los mismos servicios”.

Con desconsuelo, admite, ve cómo en otros municipios de la geografía insular del archipiélago se favorece la construcción. “Hay que hacer que se pueda vivir en Anaga y no dejarla morir”, dice como quien lanza un SOS por Anaga ante la mirada cómplice de su esposo, Alexis González, y mostrando el campin gas, un manojo de velas, la linterna y la radio de pilas que tiene a mano para recurrir a su particular kit de supervivencia.

“Nosotros somos jóvenes, pero imagínate la situación que vive Dominga –se refiere a la vecina del otro lado de la carretera–. Tiene 88 años y se queda incomunicada cuando no hay luz y sin poder salir”. “Y es un problema de Endesa, no una incidencia privada”, reitera. “Cada vez que pasa llamamos al Cecopal y se limitan a decirnos que toman nota pero que no pueden hacer nada”. “Que hagan algo; que modernicen el cableado y lo pongan soterrado y así evitan el impacto ambiental de la zona”, reclama esta vecina que pide un trato por igual en toda Santa Cruz.