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La Biblioteca José Saramago, la gran desconocida del barrio de Añaza

En la Biblioteca de Añaza se custodia el libro que dedicó José Saramago el día de la visita a las instalaciones que llevan su nombre. En las fotos, la bibliotecaria y el director de la red, el alcalde y el edil de zona.

Con la perspectiva del paso del tiempo, Sergio de Armas, entonces miembro de la Asociación de Vecinos 8 de Marzo, en Añaza, hoy sentencia: “Hemos hecho algo grande para este barrio”, y es que son escasos los rincones no solo de la capital tinerfeña sino de Tenerife o Canarias que puedan presumir de haber recibido la visita de un Premio Nobel, como ocurrió con José Saramago (Azinhaga, 16 de noviembre de 1922-Tías, 18 de junio de 2010) tal día como hoy, hace diecisiete años.

Afincado en Lanzarote, Saramago acudía a Tenerife por aquella fecha a participar en un ciclo cultural organizado en CajaCanarias por Fernando Delgado. El inquieto Sergio de Armas se había echado a las espaldas la puesta en marcha de la biblioteca con la intención de diversificar los servicios que se prestaban en su barrio; junto al amplio catálogo de prestaciones sociales, quería garantizar un punto de referencia para la cultura, como una biblioteca, cuando muchos parecían más ocupados más en asistencia social para las familias más vulnerables.

Junto a los servicios de primera necesidad, Sergio de Armas siempre ha perseguido la formación, conocedor de que en el afán de superación personal está la clave del éxito. Y casi, sin quererlo, había predicado con el ejemplo desde la Asociación de Vecinos 8 de Marzo que presidía por aquella época Luis Celso García, un equipo combativo que desarrollaba su labor en clave de barrio. De vecino.

Para poner en marcha la biblioteca, Sergio de Armas usó de estrategia. Era conocedor de que pedir una biblioteca al equipo de gobierno que presidía el entonces alcalde de Santa Cruz, Miguel Zerolo, podría ser como enviar una carta a los Reyes Magos de Oriente. De ahí que asumiera el compromiso de pelearla en primera persona desde la asociación de vecinos.

Tres fueron los hitos que se marcó y consiguió. El primero, convencer al entonces director general de Viviendas del Gobierno de Canarias, Miguel Ángel Pulido, de que uno de los locales sociales de los bajos de los bloques de Añaza se destinara a uso cultural. Objetivo que superó. El segundo reto, conseguir un equipamiento para la biblioteca de Añaza, que tuviera una oferta bibliográfica a la medida de los usuarios, en su mayoría niños y jóvenes del barrio, iniciativa en la que no estuvo solo y contagió a Rodolfo Núñez, entonces presidente de CajaCanarias, que accedió a la demanda. Y en tercer lugar, hacer de la biblioteca un lugar de referencia. Hasta aquella fecha en Santa Cruz solo estaba en servicio la Biblioteca Principal de la capital, en la plaza del Príncipe, y, desde 1994, la García Lorca, en la avenida Los Príncipes, en Ofra; la primera biblioteca de barrio de la capital.

Con la sede y el equipamiento, Sergio de Armas, que entonces solo tenía 22 años edad, consiguió que el ayuntamiento tutelara la Biblioteca de Añaza. Oficialmente, el equipamiento abrió sus puertas el 29 de julio de 2002. Pero este dirigente vecinal no se contentaba con la puesta en marcha y buscaba una autoridad que prestigiara al barrio. Aprovechando los ciclos culturales de CajaCanarias, siguió la pista a José Saramago e hizo lo imposible para ir a su encuentro el 20 de noviembre de 2003. Con la complicidad de sus contactos –su agenda es la envidia de cualquier periodista–, solo le dieron dos claves para facilitar el encuentro del que desde 1998 ya era Premio Nobel: vendría en un avión al aeropuerto del Norte –estuvo esperando desde la mañana hasta que pasaron cuatro vuelos, a las cuatro de la tarde– y que no acudiera con medios de comunicación...

Recogida en Los Rodeos

Sergio de Armas se plantó en Los Rodeos y esperó la llegada de José Saramago. Allí lo asaltó y con la emoción de su admiración y la responsabilidad de que por su boca iban a hablar generaciones de vecinos que en el futuro disfrutarían de la biblioteca, este dirigente le espetó a bocajarro su propuesta. Saramago, que había cerrado su cita desde meses antes, escuchó a De Armas: “Es muy importante para el barrio que acuda a una biblioteca que llevará su nombre”. Casi le suplicó que accediera, algo que al Premio Nobel no le costó en demasía por el compromiso social de la obra y el barrio obrero donde iba a estar.

Son los inicios de una biblioteca que hoy conmemora 17 años bajo el nombre de José Saramago, que está inserta en la red municipal y que cuida, casi tanto su padre intelectual, Fran Sáenz de la Cruz, el director de las bibliotecas de la capital tinerfeña. Con orgullo, afirma que “esta es una biblioteca patrimonial, junto a la oferta, también tenemos importantes cedidas”. Sirva como ejemplo los 3.500 volúmenes de la colección privada de Gilberto Alemán; en total, la Biblioteca José Saramago cuenta con más de 7.300 libros, revistas, prensa y DVD.

En la actualidad, la Biblioteca José Saramago, afirma su bibliotecaria Charo Montañez, es la gran desconocida en el barrio: “Todavía hay gente que desconoce en el barrio que existe”. Es la voz de la experiencia de este servicio. Charo habla con el aval de casi 30 años al pie del cañón: 26 como bibliotecaria, primero en la sede central en la plaza del Príncipe, de donde se trasladó este servicio al TEA, y desde hace dos o tres años, cuando solicitó el traslado a Añaza en busca de más tranquilidad, movida con situaciones personales.

En la actualidad, en la biblioteca solo presta servicio una vigilante y la propia Charo Montañez, a la espera de que se amplíe el servicio en el horario de tarde. “El recurso que está en la avenida Los Príncipes funciona muy bien por la mañana, porque está localizada en una zona céntrica de Ofra y muy transitada”, reconoce Fran Sáenz de la Cruz. La bibliotecaria, desde su experiencia en Añaza, defiende que se contrate personal en horario de tarde porque admite que es necesario al ser el momento de mayor demanda. “Los niños están por la mañana en el colegio y es por la tarde cuando acuden a pedir apoyo”, precisa.

La carencia de personal se remonta a la aparición del virus, y está marcada por la jubilación de otro compañero. “Claro, a continuación vino el virus y se convocaron unas plazas y una lista de reserva y no se han podido hacer los exámenes”. En total, 650 personas presentaron su solicitud para acceder a las cuatro o cinco plazas de bibliotecario, aunque luego se generan listas reservas, precisa Fran Sáenz de la Cruz. “A ver si las condiciones permiten que se puedan hacer las pruebas”, aventura.

Charo Montañez saca orgullo de madre cuando explica las virtudes de la biblioteca. “Aquí me he hecho amiga de los chicos de la zona, llevamos los carteles a los puntos claves del barrio para promocionar las actividades...”. “¿No la has recorrido? ¿Qué te parece?”, interpela satisfecha con las salas de lectura, el cíber que se oferta y hasta el wifi, o un moderno cargador de móvil equipado con un televisor que ameniza la espera de los usuarios que transitan bajo la mirada de José Saramago.