Nada más llegar a la puerta del colegio de Los Verodes, a mitad de camino de Los Gladiolos, Somosierra y el barrio Azorín, un panel preside el acceso a modo de credo: "Creando futuro. Entra, sueña, juega y aprende". Es la filosofía del equipo directivo que desde hace dos años dirige Carmen Trujillo González, de la mano de Ani Hernández Estévez y cuenta con la complicidad de los profesores del claustro, donde juega un papel fundamental la implicación de los padres, según reconocen.

La directora, Carmen Trujillo, y la jefa de Estudio, Ani Hernández, se conocieron a comienzos del curso 2019/2020, cuando nada hacía temer por la llegada del virus. Ambas tienen en común que proceden de barrios. La primera, de la Cruz del Señor. "Vengo de Aguamansa, donde estuve tres años de directora. Me dedico a la docencia desde hace quince: seis como funcionaria y cinco de directora". Papel fundamental juega en el equipo de Carmen es Ani Hernández, que procede de la barriada de las 115 viviendas de La Candelaria. "Recuerdo cuando iba a la casa de don Marcelino para ordeñar la vaca y llevar la lechera a su vivienda. ¡Cuando le dieron las casas los vecinos de Los Gladiolos algunos querían poner sus cabras en el balcón!".

"Si nosotros pudimos, estos niños también pueden". La máxima simplifica el reto del diseño curricular escolar que, adaptado a los objetivos marcados por la Consejería de Educación, se desarrollan a las peculiaridades de un centro pequeño, línea uno -una clase por nivel- que abarca desde la enseñanza a los tres años hasta sexto de Primaria. "Al principio cuando llegué parecía que los padres tenían miedo a preguntar o que había una barrera entre el colegio y las familias; no nos limitamos a enseñar, es más importante ser personas y contribuir al acompañamiento familiar, escuchar a las familiar. Es fundamental que confíen en nosotros".

Desde el ímpetu de Carmen y la complicidad Ani, profesora de toda la vida de Los Verodes, el colegio rápidamente conectó con los padres de los niños en su apuesta por interactuar con los residentes del barrios, porque "no somos un ente externo; vivimos aquí", precisa la jefa de estudios desde la satisfacción de que en el curso que comenzó en septiembre ya tienen un nivel por curso -antes tenían un primero que era mixto- y eso les ha permitido sumar la jefatura de estudios a la dirección y la secretaría. "Las familias y los vecinos ha secundado nuestro objetivo cuando les planteamos que vengan, ayuden y hagan propuestas", que dejaba en el olvido la imagen que tenían de antes.

"Es fundamental el grupo de whatsapp; yo, como tutora, no puedo esperar a la visita de cada quince días para saber las inquietudes de los padres máxime cuando queremos debemos formar en el equilibrio emocional".

No habían acabado el primer curso de Carmen como directora, y apareció el virus. "Antes, en el centro funcionamos como un hogar. Piensa que tenemos 130 alumnos y que 113 están becados. Un centenar está en el comedor y 89 tienen cuota cero, a lo que se suma 52 que recibe desayunos también de cuota cero". "No puedo permitir que llegue un niño por la mañana y me diga que tiene hambre", como ocurre, o que se precise un cambio de muda y no tenga... Entre todos los profesores hasta han suministrado un fondo para afrontar esas eventualidades.

Luego llegó el confinamiento, y tuvieron que gestionar las tarjetas que dieron la Consejería y La Caixa para los niños con cuota cero, o ahora las cestas de comida del Cabildo para las familias más vulnerables. Cuidando el lado más humano, ajeno a los horarios, e impartiendo clases que son lecciones de vida, como una expresión natural, como hace Jéssica con los niños de cuatro años, que jugando aprenden, o en niveles superiores, donde las tablet es un recursos que han conseguido para todos. Con el regreso a las aulas han desterrado los miedos y han trasformado las barreras para limitar los espacios en cajas de flores o mensajes positivos para juntos afrontar con alegría la vida. Primer aprendizaje.