Una vez nos adentramos a las entrañas entre los bloques del barrio de Miramar, frente a la Casa Cuna, descubrimos en la fachada de esta participar iglesia el nombre de la parroquia, San Juan de la Cruz, junto a una cruz de madera y, a la derecha, el anagrama de una empresa de seguridad que evidencia que el templo cuenta con vigilancia telemática; en particular, con cámaras de videovigilancia y alarmas que están conectadas durante las 24 horas y advierten de cualquier incidencia.

A las puertas de la iglesia nos atiende Roque Rodríguez de la Guardia, el presbítero de esta parroquia en los últimos ocho años. Se trata de un templo singular, pues ocupa los bajo de uno bloque de viviendas de Miramar. "Como esta iglesia hay diez en toda la diócesis", explica el sacerdote haciendo suyo los datos que le aportó el propio obispo de Tenerife cuando se interesó por cuántas iglesias ocupan los bajos de un edificio.

Para acceder a la entrada se supera una reja, en donde está incrustada una puerta de hierro que no le supuso problema alguno a quien la forzó para entrar al interior de la iglesia. "Una vez entraron por aquí y otras dos se descolgaron, con cuerdas, por un ventanillo que está en la parte de atrás". La visita a la iglesia permite descubrir, en la parte baja, los salones parroquiales, que hace tiempo incluso los utilizó una murga infantil y que algún día podría albergar el propio templo de la iglesia, al que se accede por unas escaleras.

"Esto lo cedió el Ministerio de Viviendas hasta que se construyera la iglesia", pero Miramar ya lleva más de medio siglo construido y sin noticias de la edificación del templo. Roque Rodríguez de la Guardia muestra los salones parroquiales, en los bajos de la iglesia, que estos días adecenta un parroquiano. "Aquí está la arqueta de las aguas negras; cuando llueve se levanta y se inunda todo este nivel, por eso no podemos instalar aquí el templo. Cuando arreglen el bloque, dentro de dos o tres años, entonces nos lo plantearemos", dice.

Roque Rodríguez de la Guardia nos guía hasta el interior de la iglesia. Nada más entrar, la imagen del santo del que toma nombre el templo. El sacerdote muestra las cámaras y las alarmas que se han instalado para preservar el templo de los amigos de lo ajeno. "En dos años han realizado tres robos en la iglesia, y han existido siete intentos". Roque nos lleva hasta la sacristía y, en un recorrido general por la iglesia que se localiza sobre los salones parroquiales asegura que cuando han entrado en el templo "no han robado nada religioso. Dicen que no es para comida"...

El presbítero muestra su profunda decepción con la Policía, tanto Local como Nacional, "y que no digan que es por falta de efectivos, porque durante el confinamiento varios días pasaron hasta tres veces al días tanto ellos como el Ejército, y de forma detenida". Asegura que solo denunció los tres robos, y que cuando ha pedido ayuda o ha advertido de la inseguridad no encontró la respuesta que esperaba. Lamenta algunos descuidos que ponen en peligro a los vecinos, como una palmera que amenaza con caerse cerca de un jardín próximo al templo. Teme que un día se caiga y las raíces arrastre la parada de guaguas que está sobre la acera, en la carretera general, cerca de la Casa Cuna. O un registro de luz que dejaron a la intemperie en un bloque rehabilitado, o el cable que olvidaron colgado de una verga y que teme que un día se desplome y provoque mal mayor. Y es que Roque Rodríguez de la Guardia es de los curas que mantienen la máxima de que "a Dios rogando, y con el mazo dando".