La mejora del polideportivo del barrio (a la izquierda), la limpieza en la plaza y jardines (arriba) y aparcar en el peatonal preocupan a la dirigente Dácil González.

La presidenta de la Asociación de Vecinos Los Candiles, de Los Gladiolos, Dácil González Ramos, nos recibe en un local social que ocupan frente al centro de salud, en unas instalaciones en las que también tienen sede independiente el colectivo vecinal Achamán, una asociación de mayores y, en la parte alta, el CEPA de Ofra, donde imparte clases de tercero y cuarto de Enseñanza Secundaria (ESO). Desde esta dependencia prestan ayuda social a cuantos vecinos acuden en busca de ropa y/o alimentos. Como comenta Dácil, cuando tomó el relevo de su madre, en 2011, lo hizo por todo lo alto, tanto con la asociación como con la puesta en marcha de esta ONG que le gustaría que llevara por nombre Unidos Candiles.

Con Dácil iniciamos un recorrido por el corazón de Los Gladiolos, a través de una zona peatonal que abarca desde los bloques ocho y nueve hasta la trasera del centro de formación profesional. En el paseo, la presidenta del barrio, acompañada de la tesorera del colectivo vecinal, Antonio Lisart, recuerdan que la madre de Dácil fue la pionero del movimiento de participación ciudadana en esta zona, en la que estuvo al frente de la asociación más de veinte años. "Su ilusión era que yo tomara el testigo", como así ocurrió en 2011, aunque ya estaba vinculada desde hace dos años antes.

La historia del barrio y la de la presidencia de la asociación Los Candiles caminan de la mano, pues para Dácil es fácil calcular la antigüedad del casi medio centenar de bloques que se distribuyen entre Los Faroles, Los Verodes y Los Gladiolos. Ella nació el mismo año que les dieron las viviendas, y de eso hace ya 42 años.

Dácil comienza agradecimiento la rápida intervención municipal desde que hace una semana mantuvieron con el alcalde, José Manuel Bermúdez, y el concejal de Distrito, Carlos Tarife, una reunión para pedirle, entre otros asuntos, que intervinieran en la limpieza de parques y jardines. Una de las vecinas que había trasladado su indignación por el abandono de estas zonas se suma a la visita, para asegurar que ahora se ha mejorado el barrio, mientras salimos de la zona y, casualmente, un camión de limpieza procede a la limpieza de las papeleras.

En el paseo, Manolo Pérez, un vecino de unos sesenta años, identifica al fotógrafo y pregunta: "¿Son del periódico?". Hacemos un alto con la comitiva oficial para que muestre su denuncia. "Falta que los vecinos seamos más civilizados. Esta zona es peatonal y no para aparcar los coches. Aquí solo se limpia a la mitad porque los camiones no puede moverse". "Ve ahí, detrás del FP Los Gladiolos", señala al camión cuyo conductor pone a prueba su pericia con el volante. Desde ahí, Manolo nos cruza por los bajos de unos bloques para llevarnos a la carretera general de El Rosario, en su linde con Los Gladiolos. "Antes estaban los contenedores distribuidos en la calle Ganivet y otros cerca de la Iglesia Evangelista y un poco más abajo. Ahora están todos juntos, subidos a la acera y encima ahí se ponen los enseres. Ni se puede caminar", explica antes de dar carta blanca para seguir de ruta con la dirigentes vecinales.

En el paseo, Dácil y Antonia muestra su inquietud por la presencia de roedores, cucarachas y abejas en algunos puntos concretos. Así, al acabar el peatonal que pasa junto los bloques de viviendas y bajar con unas escaleras, cercas a los aparcamientos, señala para una pared de piedras. "Ahora no se ve ninguna, pero por la noche no puedes pasar". Aseguran que quitan las colmenas pero vuelven a aparecer con el paso de los meses. "Quizás falta también más desinfección en las calles del barrio, y sobretodo que también la gente colabore cuando saque de paseo a sus perros", se lamenta cuando señala las heces abandonadas sobre la acera.

A los políticos le plantearon la mejora de los parques y jardines, la presencia de plagas de roedores y cucarachas, la carencia de aparcamientos... y Dácil y Antonio suman la situación que se vive en los bajos del bloque veinte. Cuentan que en un pequeño local, que solo tiene para su ventilación una ventaja -además de la puerta de entrada- habitan dieciséis migrantes. "Ahí pasan la noche, y luego salen a hacer cosas, desconozco si está en condiciones para que puedan hacer su vida ahí. Todos los bloques tienen locales como el que ellos viven, solo que se destinan a un bar, una peluquería (ahora está cerrado), o usos comerciales".

También se refiere al centro de migrantes que desde antes del Covid se instaló en la trasera de la prisión Tenerife I. "Primero estaban una mujeres con sus hijos y la situación fue tal que las tuvieron que trasladar a otras dependencias por la cantidad de peleas que había; ahora están solo los hombres y cada vez quedan menos", explica Dácil, para referirse a la zona de los aparcamientos, que ocupan los trabajadores de dicho centro del que habla con poco sentimiento de pertenencia porque "ahí es donde vienen a hacer prácticas las autoescuelas", comenta.

De la mano de Dácil y Antonio llegamos al polideportivo, donde evidencian su desconsuelo porque un cuarto que servía de vestuario y baño permanece tapiado, aseguran mientras muestran el piche cedido y con fracturas. "Aquí hay una cancha de fútbol y arriba -señala-. Ahí está la de bochas. Nosotros tenemos un equipo y participamos en los Juegos Municipales; si esto tuviera su horario, sería otra cosa", explican, para añadir que hasta quince años había un pequeño quiosco. "Entonces estaba mejor; si estuviera en servicio ahora se podría regular las entradas, y se cerraría a un horario determinado", añaden.

La proximidad del albergue se deja sentir también en Los Gladiolos. A la representación de la asociación Los Candiles se suma Bárbara, una de las usuarias; juntas comparten la preocupación por la situación actual: "quizás sería mejor descentralizarlo; está junto a un barrio donde viven muchas personas y Santa Cruz soporta la atención social de todas esas personas llegadas de otros municipios", explica Dácil. Bárbara cuenta que en las mismas instalaciones convive una señora que tiene problemas de Alzhéimer con un joven que vive otra situación. "Ahí duermen y van a comer, el resto del día están en la calle", precisa Antonia, que asegura que en las últimas fechas se han incrementado las chabolas que existían a la entrada de Santa Cruz, junto al pabellón Pancho Camurria.

Aunque no es un problema directo en el barrio, la presidenta de la Asociación de Vecinos Los Candiles hace suyo el malestar de los usuarios de Los Gladiolos que le han contado que llaman por teléfono a los servicios municipales y pasan hasta dos y tres meses para que los atiendan. "Ahora todo es por teléfono y es muy complicado conectar con ello", se lamentan.

El Covid también les ha obligado a incrementar la ayuda a los vecinos; de las 147 familias derivadas antes del virus, ahora atienden a 170. Su objetivo, darle voz a los vecinos de Los Gladiolos para que "no se apaguen Los Candiles".