"Mi abuelo era de aquí, de la familia Rivero", comenta Javier Rivero camino de Taganana. Su coche activa del automático del 5 de agosto y ya se sabe el camino, porque este edil nacionalistas es un habitual de la celebración de la Virgen de Las Nieves; antes incluso, cuando era dirigente vecinal de la asociación El Rosarito, época en la que se convirtió en el presidente más joven del municipio.

El actual responsable del Distrito del Suroeste y de la Concejalía de Participación Ciudadanana del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife recuerda que su bisabuela, natural de Taganana, se ganaba la vida acudiendo cargada de garrafones hasta La Laguna, donde vendía el vino del pueblo de Anaga, uno de los más codiciados de la Isla. Javier Rivero cuenta todavía hoy con admiración el día que se enteró de que una familia de La Laguna buscaba a un chico para el servicio de la casa; su bisabuela se lo dijo a su hijo Domingo, que cogió un saco, puso dentro sus pocos enseres y cruzó caminando la cumbre rumbo a Aguere, harto de tantas jornadas que pasó arando y cargando en su Taganana natal. "Eso fue por los años treinta o cuarenta", precisa Javier Rivero.

La vida de su abuelo fue un ejemplo de superación. De Taganana, a La Laguna y luego a Aripe, en Guía de Isora, donde conoció a la que a la postre fue su esposa y abuela del actual concejal de Participación Ciudadana. "Mi abuelo Domingo dejó la familia para la que trabajaba en La Laguna muy triste porque lo trataban como a un hijo más; salían juntos como si fuera uno más", pero decidió emprender el cambio de domicilio porque lo animaron a buscarse un futuro más próspero en los tomateros del Sur.

"A mi abuelo lo llaman Domingo el de Aripe cuando se refieren a él en Taganana, o Domingo el de Taganana, cuando lo mencionan en el pueblo de Sur de Tenerife", añade Rivero.

Este político treinteañero no oculta su inquietud cuando escucha el discurso de la superación desde el sector de la izquierda: "Mi abuelo salía a las cinco de la mañana para llegar desde Chirche a los tomateros que estaban en la costa después de caminar tres horas; el mismo trayecto que realizaba para retornar", un tramo que realizaban juntos sus abuelos para ganarse el jornal, hasta el día que ella, embarazada, se puso de parto y nació el padre de Javier.

Anécdotas de la penuria económica de medio siglo atrás, el hoy concejal de Santa Cruz trae al recuerdo las conversaciones de su padre: "En Chirche, el único televisión que existía estaba en la casa de la familia de mi abuelo y, para encenderlo, había que prender un motor de luz. Cuando los niños iban a la vivienda, mi padre les decía que no había gasolina y los amigos se marchaban desilusionados, hasta que escuchaban cuando arrancaban el motor: ese día se podía ver la televisión; e iban todos corriendo".

Javier Rivero, sin renunciar a su pasado tagananero, se siente hijo del distrito Suroeste, y hasta presume de la casa de su madre, con más de 300 años de antigüedad que se encuentra en Barranco Grande y que está orientada de tal forma para que no fuera identificada por los barcos de piratas que planteaban atacar la ciudad. Saca a relucir otra seña de identidad como hijo del Suroeste: "Del distrito es oriundo aquel que puso dinero para hacer el cementerio de Santa Catalina", privilegio del que presume gracias a su bisabuelo, que aportó 25 pesetas según consta en un registro de 1926. Historias del viejo Santa Cruz.