Escribí en el anterior artículo sobre los capitanes generales en el Palacio de Carta, que había un antes y un después. Continuamos en este con el después del paso por Canarias del mariscal de campo Carlos Palanca. Como sabemos fue cesado el 27 de marzo de 1873 y emprendió viaje a Madrid inmediatamente. Pero tras de sí desencadenó la tormenta perfecta. Para empezar la pavorosa carta, era mucho más que una carta, era un informe completo de la situación política en las Islas Canarias, según el parecer de su máxima autoridad.

En ese informe Carlos Palanca le manifestaba al Presidente de la República, Estanislao Figueras, que en Canarias existía un gran partido que aspiraba a separar a las Islas de la madre patria, con el objeto de pedir la anexión a Inglaterra. Continuaba haciendo ver lo codiciadas que nuestras Islas han sido siempre por los más poderosos gobiernos de ambos continentes. Señalaba que eran muy continuas las arribadas de buques ingleses a los puertos canarios y destacaba que hacía muy poco tiempo había estado en el puerto de Santa Cruz una fragata de guerra de esa nacionalidad que conducía a bordo una comisión científica, comisión que practicó sondas, levanto planos, sacó vistas fotográficas... y añadía que el cónsul inglés en la plaza controlaba las exportaciones e importaciones y las entradas y salidas de buques. Acompañaba al informe, como prueba fundamental un artículo publicado el 24 de abril de 1871 por el periódico republicano La Federación, cuyo último párrafo decía: Si alguna vez los mezquinos intereses del momento dejan oír el grito de la conciencia y calla el amor propio ante la voz del amor a la patria, no habrá un canario, no existirá un solo isleño que no proclame como nosotros la independencia absoluta de las Islas Canarias por medio de la república democrática-federal. Además, el mariscal de campo Palanca preveía un próximo conflicto armado y avisaba al gobierno, y aquí creo que está lo más pavoroso del informe, que ni los naturales del país ni sus milicias, que eran su ejército, le inspiraban confianza.

Esta reservadísima comunicación se filtró, nihil novum sub sole, a la prensa madrileña, antes de que el Presidente del Poder Ejecutivo tuviese conocimiento de ella. Una comisión de canarios indignados residentes en Madrid, encabezados por el Marqués de la Florida y Bernabé Rodríguez Pastrana se presentaron ante el Presidente Figueras y el ministro de la Guerra, haciéndoles saber que el tal separatismo era un absurdo ridículo, filfa independentista le llamaban, y asegurándoles que los canarios, ante todo, eran amantes de la honra y de la integridad del territorio de la patria.

La noticia de esa carta informe llegó a Canarias rebotada de los periódicos de Madrid. La general indignación que despertó queda reflejada en un artículo publicado el 9 de abril de 1873, que comenzaba así:

Indignados ante la incalificable ligereza con que se ha querido hacer representar un triste papel a nuestro país a los ojos del Gobierno de la República y a los de la Nación, tomamos hoy la pluma para protestar solemnemente contra los que, ignoramos con que propósito, han atentado a nuestra honra y han escarnecido nuestra dignidad de canarios y españoles.

La protesta se hizo unánime, todos los ayuntamientos, partidos políticos, y hasta sociedades recreativas como el Círculo de Amistad, elevaron serios escritos manifestando su indignación. El Ayuntamiento de Las Palmas llega más lejos y suplica al Gobierno de la República: Se digne remitir los antecedentes sobre el particular al Tribunal competente para que proceda a instruir la correspondiente causa criminal, con objeto de se imponga el condigno castigo al autor o autores de la infame noticia.

Muchos de estos escritos llevan la firma de antiguos amigos de Carlos Palanca, entre ellos, Miguel Villalva Hervás, Emilio Serra o José Suárez Guerra. Había conseguido de un plumazo, el de su firma estampada en la carta informe, destruir todas las amistades que había cosechado en las islas entre progresistas y republicanos.

Cuando en Canarias se esperaba que, al menos, fuese separado del Ejército, en los últimos días de mayo de ese año, un periódico tinerfeño publicaba el siguiente comentario:

Hoy ya es federal el ciudadano Palanca y en prueba de ello va a desempeñar la capitanía general de Burgos. ¿Quién ha brillado más el gobierno o el general Palanca?.

Así era, el 17 de mayo recibía ese nombramiento, seguramente el gobierno debió considerar que no podía prescindir de militar tan valioso como Palanca, por un desafortunado informe. Pero ese destino le duró poco tiempo, parecía su sino, el 11 de noviembre de ese mismo año es destinado a Baleares también como capitán general. En principio un destino tranquilo, pero los destinos tranquilos no estaban hechos para Carlos Palanca. Le tocaba de nuevo ser testigo y partícipe de un episodio histórico que tendría gran transcendencia para la nación.

En la madrugada del 3 de enero del año siguiente, menos de dos meses desde su llegada a Palma, se celebraba una larguísima sesión en el Congreso, sesión en la que Castelar no superó una cuestión de confianza. Los federalistas propusieron para sustituirle a otro Palanca, Eduardo Palanca, pero, mientras se efectuaba la votación, tropas mandadas por el general Manuel Pavía, Capitán General de Castilla la Nueva, irrumpieron en el Congreso y obligaron a los diputados a abandonar el hemiciclo. Pavía, que era republicano pero no federalista, pretendía formar un gobierno, en el que no iba a participar, un gobierno de concentración, liderado por Castelar, con elementos de diferente filiación política (excluyendo a los federalistas), pero no lo consiguió. Se recurrió entonces al general de más prestigio, el general Francisco Serrano (Duque de la Torre) para presidir una República Unitaria, la llamada Dictadura de Serrano. Una república sin republicanos.

Al día siguiente 4 de enero, Carlos Palanca como Capitán General de Baleares publica dos bandos el primero decretando el estado de guerra, el segundo con el fin de conservar el orden a todo trance, cerrando centros de reunión política, y fijando hora de cierre para tabernas y demás establecimiento de bebidas. En uno en el encabezamiento se dice: En virtud de órdenes superiores, en el otro: Según me tiene prevenido el Gobierno de la República. Ese mismo día, durante la mañana, destituye a todas las autoridades civiles, gobernador civil, alcaldes, etc. y nombra las personas que tenían de sustituirles. Esta situación a Palanca no le satisface y sus relaciones con el Gobierno de la República Unitaria empiezan a deteriorarse.

La estrella de Carlos Palanca se apagó definitivamente cuando, el 22 de julio de 1874, fue cesado por orden expresa del general Serrano quedando en situación de cuartel en Madrid. Allí se le mantiene apartado sin concederle ningún destino, pero en esa calma, el día 16 de noviembre aparece un ayudante de plaza que le hace entrega de este escrito:

Excelentísimo Sr. Por orden del Gobierno de la República se servirá V.E., acompañado del ayudante de plaza, dador de esta orden, presentarse inmediatamente en las prisiones militares de San Francisco en calidad de arrestado. Dios guarde a V.E, muchos años. Fernando Primo de Rivera. Capitán General de Castilla la Nueva

Otra vez dejó correr a su pavorosa pluma y otra vez fue arrestado. Unos días antes, en la primera semana de noviembre, había publicado un artículo que se consideró ofensivo para el Gobierno de la República y especialmente para su Presidente el general Francisco Serrano. Fue condenado a prisiones militares, pero dado su precario estado de salud, la pena le fue conmutada por arresto domiciliario pero también, como sus destinos, fue por poco tiempo. Se iba a producir muy pronto otro importante episodio histórico, en el que ya no puede participar, pero sí que va a tener una importante repercusión en su vida

A primera hora de la mañana del día 29 de diciembre, poco más de un mes desde su arresto, cerca de la localidad valenciana de Sagunto, el general Arsenio Martínez Campos hacía su pronunciamiento a favor de la restauración de la monarquía en la persona del príncipe Alfonso, hijo de la reina Isabel II, expulsada de España en la revolución de septiembre de 1868. El gobierno del general Serrano en principio se opuso al pronunciamiento. Pero al presentarse, a la mañana siguiente, el general Fernando Primo de Rivera en el Consejo de Ministros convocado para analizar la situación, y mostrar la adhesión de las tropas de Madrid, los ministros se retiraron, quedando Primo de Rivera al frente de todos los poderes.

Primo de Rivera constituyó entonces un gobierno provisional el 31 de diciembre de 1874, presidido por Antonio Cánovas del Castillo, que se conoció por Gobierno de la Regencia que decretó la restauración de la Monarquía, poniendo fin a la Primera República .Ese gobierno de transición duró solo 9 día, hasta que Cánovas el 9 de enero formó su gobierno ya con Alfonso XII como soberano, aunque ese día todavía no estaba en Madrid, pero sí en España, en Barcelona. En tan poco tiempo pocas decisiones pudo tomar ese efímero gobierno, pero una, al menos, se conoce y fue muy importante para Carlos Palanca. El día 5 de enero le concedió el indulto y quedó en libertad.

Nos ha aparecido la figura de Fernando Primo de Rivera cruzándose en la vida de Carlos Palanca. Ya había ocurrido hacía muchos años. Si nos retrotraemos al año 1858 encontramos a ambos formando parte de la primera expedición española que se desplazó a Conchinchina, siendo Palanca comandante y Primo de Rivera el jefe de Estado Mayor de la unidad. Pero esa es otra historia, es el antes que tenemos prometido, que reclama un siguiente y próximo artículo.