La mañana de ayer estaba para disfrutar de un buen día de playa o también de un paseo, pero hubo quien aprovechó la circunstancia para acercarse a la calle de La Noria, que ya vuelve a girar, quizá para reencontrarse con sensaciones pasadas o acaso para redescubrir su nueva imagen.

No todos los establecimientos de este espacio gastronómico y de ocio en la capital han abierto sus puertas. Todavía flota en el ambiente un aire de cierta incertidumbre. Los hay que están metidos en obras de reforma, adecuanso sus espacios a las exigencias de la nueva situación, y también quienes están midiendo los tiempos, para no dar pasos en falso.

Y si bien el lunes suele ser día de cierre para el común del sector de la restauración, el horno no está para bollos. Eso sí, llama la atención la moda de mascarillas y mandil, en los profesionales, y la fórmula más desprendida de los clientes, que por la imperiosa necesidad de abrir la boca se las bajan al cuello.

José Ignacio Monés, que regenta El Bulán y El Lagar de la Noria, se muestra bastante "satisfecho" de cómo les están yendo las cosas después de dos semanas con las terrazas funcionando, aunque con los límites lógicos que impone la situación.

Reconoce y valora el apoyo que han recibido por parte del ayuntamiento, "que se ha implicado y está poniendo de su parte", dice, y se afana en seguir desescalando, poco a poco, en la idea de recuperar ambiente y clientela.

"Nuestro personal conoce y aplica perfectamente los protocolos que establece la normativa" (mascarillas, guantes, distanciamiento, geles, limpieza tras cada servicio), si bien se queja de que hay algunos clientes, los menos, que no se comportan como debieran, provocando con su actitud situaciones incómodas.

Y si bien la fase 2 posibilita ya el uso de los comedores interiores en un 40% del aforo, en su caso se lo toma con calma. "Reservamos con cita previa".

Justo enfrente, Arturo San Antonio, responsable de Zohko, se esfuerza en poner a punto cada detalle la terraza, situando los productos higiénicos en un lugar asequible, a la vista, y repasando la oferta de carta en la pizarra.

"Abrimos el pasado miércoles y la verdad es que el público está mostrando muy buena actitud". En la mayoría de los casos no es necesario insistir en el cumplimiento de las normas, "y tampoco nadie hasta ahora ha protestado por las condiciones", explica.

La oferta gastronómica, eso sí, se ha visto reducida, como es lógico, pero aún así se mantiene la esencia previa a la pandemia "con los platos más destacados".

Una pareja de extranjeros (ambos sin mascarilla) se detiene a leer las propuestas del local y tras un breve cambio de impresiones decide tomar asiento en la terraza. Piden vino. Descorche.

Arturo confiesa que el verdadero ambiente de La Noria se empieza a mover a partir de las cinco de la tarde, "cuando se sirven copas y se vive un clima de ocio".

A su lado, La Casa de la Pizza también luce local y terraza. Luis Carreño está enfrascado en habilitar mesas en el interior, de acuerdo con la reglamentación, mientras sostiene que "la gente debe entender que el uso de mascarillas, la separación entre personas y el lavado de manos es un gesto que debe convertirse a partir de ahora en algo común".

Bajo un obligado ERTE, mantienen lo más básico de su cocina (pasta, pizzas y ensalada), "que al menos nos dé para cubrir los gastos y pagar la luz del toldo", dice con cierto humor.

Del público no tiene la más mínima queja. "Los clientes saben que cuentan con un tiempo máximo para consumir y se comportan de muy buena manera", una circunstancia que para los restauradores resulta vital cuando se requiere la rotación de servicios.

Un grupo de cuatro amigos se sienta a la mesa y se hacen notar entre voces y risas. Una camarera les toma la comanda. El sol de la mañana los acompaña.

Más abajo, el local La Buena Vida, frente al comedor social de La Milagrosa, suena a paradoja y unos pasos más allá, La Concepción toca a rebato, las mesas llenas y los trabajadores sin parar.

Ya en la plaza de La Candelaria, el espacio que ocupa La Compostelana se nutre de clientes. Silvino Duarte, el encargado, se muestra "optimista" y reconoce que están trabajando bien. "Iremos a mejor".