El trajín de los operarios del Parque Marítimo César Manrique, perceptible desde los muros que delimitan el aforo lúdico de la zona de aparcamientos, evidenciaba su reapertura. Con el gerente de las instalaciones a pie de piscina, Daniel Cañibano, todos trabajaban a una para que no faltara ni el gel hidroalcohólico, las colchonetas frente por frente a las escaleras y la habilitación de accesos diferenciados: la entrada, por la derecha; la salida, por las escalinatas de la izquierda. Cañibano había previsto un macrodispositivo, como la operación salida de tráfico versión piscina; hasta el punto que todas las hamacas mantenían una distancia mínima de dos metros con un máximo de tres agrupadas, y la recomendación que daba una y otra vez uno de los operarios del parque porque "en la orilla de la piscina no se puede fumar". ¿La razón? Mantener despejado los accesos y garantizar la distancia social.

En dos horas este operativo ya se había cambiado cuatro veces de guantes y, de forma incesante, pasaba por cada grupo de bañistas ofreciendo su particular 'bronceador Covid-19' en forma de hidrogel. Parecía obsesionado con que todos los usuarios tuvieran la percepción de limpieza y, por tanto, de seguridad. Antes de que abriera el Parque Marítimo, la zona olía a limpio, hasta el punto de confundir la pituitaria si era lejía o cloro.

Entre las medidas de seguridad, el Parque Marítimo, que está abierto desde las diez de la mañana a las siete de la tarde, solo vende entradas por internet, un añadido para evitar los contagios y, de paso, saber la capacidad del recinto que en esta segunda fase está limitada a un máximo de mil personas; con independencia a los grados de temperatura. Con la llegada de la reapertura, el gerente de las instalaciones acaba su enésima vuelta al recinto y se apresura a asegurar: "Según el número de entradas vendidas en la web hoy están previstas más de trescientas personas...".

De los pioneros de la era postcovid del parque marítimo, Luis Alberto Noriega, un jubilado de Gijón que vino en compañía de su esposa para acompañar a su hija, jugadora del Salud de balonmano, que fue sometida a una operación de ligamentos en la pierna izquierda. Llegaron el 6 de marzo a Tenerife... y les sorprendió la crisis sanitaria. Ahora planifican su regreso a su Asturias natal, si bien esperan en esta semana que estarán por la Isla aprovechar para ir a Las Teresitas, playa que han evitado por temor a que estuviera masificada desde su reapertura el lunes, y también por miedo al viento; pero ni una cosa, ni otra.

Inés Aragón integra también la avanzadilla de los usuarios del 'César Manrique'. Vecina de la zona de la Cruz del Señor, se reencuentra con el parque marítimo porque aquí sí puede caminar. En su conversación trasmite su preocupación por la situación vivida con una invitación a no bajar la guardia. Por sus vínculos familiares, asegura conocer de cerca la virulencia del Covid-19. "Soy consciente de lo que hemos pasado y es más grave de lo que se piensa". Echa un ojo a la separación de las hamacas y afirma con satisfacción: "Me parece bien que se aplique la distancia social", su desconsuelo es porque le obligaron a coger la colchoneta y ella vino con sus toallas para evitar contactos innecesarios.

Antes de ir al encuentro de otro de los usuarios entre el medio centenar que se reunión en el Parque Marítimo en la primera hora de su apertura, de nuevo el operario de las instalaciones con mascarilla, un bote de hidrogel en el pantalón y el segundo par de guantes que dice haberse cambiado. Y solo han pasado noventa minutos de la apertura de las puertas.

Luisa Umpiérrez no oculta su satisfacción porque su reencuentro con el Parque Marítimo ha sido como disfrutar del paraíso. Cuenta que lleva dos años acudiendo; salvo los más de dos meses y medio últimos por los motivos conocidos. En este tiempo ha cambiado la piscina por una bicicleta estática en casa, pero no es lo mismo, asegura. "Esto es el paraíso de Santa Cruz", asegura esta vecina del barrio de La Salud que ya planifica un viaje en octubre para ir a casa de su hermana en Fuerteventura y estar con su madre.

Nueva vuelta del operario del hidrogel con el correspondiente cambio de guantes. "Es importante que el usuario tenga la sensación de limpieza". Mientras hablamos con él, se aproxima el gerente del parque. Es casi mediodía y... "con lo que hemos corrido, y solo cincuenta personas han venido", dice con desconsuelo. Y eso que el "César Manrique" se ha abierto al completo para garantizar una capacidad de mil personas que, en situaciones normales, representa un tercio de la capacidad total del recinto sin las consecuencias de la Covid-19. "Pero hemos querido abrir como si fuera 20 de junio, cuando comienza la temporada alta del parque al coindicidir con la finalización de las clases", explica Daniel Cañibano. Aún así, "la nueva normalidad" les obliga a abrir los tres vasos -dos para adultos y uno, para niños-. "En situación normal podríamos prestar servicio con una piscina para mil personas; pero el protocolo fija las distancias. Incluso cuando se cambie de fase en la desescalada, mantendremos el mismo número de plazas".

Mientras un exmurguero de Bambones se ha pertrechado con sus cañas y va en busca de su hamaca, bajo una marquesina -profesor en Maspalomas, hizo un alto antes de continuar con el teletrabajo, admite-. Cerca está Miguel Andrés Martínez, un 'salonero' (trabajador en salas de fiestas y hoteles) de Costa Rica. Entre el exmurguero y Miguel Andrés, al límite de la distancia social, de nuevo el operario del parque con su hidrogel y el tercer cambio de guantes. Miguel Andrés llegó de luna de miel a Tenerife hace un mes, comenta en compañía de la amiga que acoge a la pareja en su casa, una venezolana que lleva 17 años en la Isla. "Ya soy más chicharrera que algunos", dice, ante la atenta mirada desde el borde de la piscina de su hija que apunta: "Yo sí soy chicharrera porque nací aquí". Miguel Andrés cuenta con una sonrisa imborrable que "la situación en Costa Rica está normalizada". Por ahora confía en pasar una temporada en Tenerife antes de regresar. "Sí, que se quede y que nos ayude a levantar el turismo", le hace invita su amiga.

El Parque Marítimo registró ayer un total de 250 usuarios; que en ningún momento llegaron a a coincidir a la vez, precisa su gerente. "Ahora queda que funcione el boca a boca y que la gente sepa que el César Manrique está en activo con una seguridad exquisita". En la despedida, de nuevo el operario: "Disculpe: ¿quiere hidrogel?".