Cuando el socorrista de Cruz Roja comenzaba a levantar la bandera verde, junto a la insignia de su ONG, en las playa de Las Teresitas había poco más de doscientas. Algunos madrugaron, como Mundo López, que se reencontró con la orilla del mar por "prescripción médica". Hace unos quince años sufrió un infarto y desde entonces su cardiológo le recomendó un paseo diario con olor a salitre: el ejercicio, la mejor medicina. Durante el confinamiento se reservó en casa, y en el primer día de playa, coincidiendo con la fase 2 de la desescalada, Mundo prefirió venir solo a la playa y no traer a los nietos. En realidad, esperaba más gente. Admite que es temprano aún. Poco más de las nueve y media de la mañana.

En la orilla del mar, jugueteando con la arena que hasta ha sido argumento de canción de murgas, Héctor García Estévez acude a la cita con la playa junto a su hijo. Temía que fuera un día de mucha concurrencia en Las Teresitas. De hecho, salió de su domicilio, en La Laguna, a las 8:20 horas de la mañana. "Para mañana y pasado sí tengo hora en las playas de La Nea y Radazul, pero hoy me atreví a acercarme a Las Teresitas y ver cómo estaba". Poco antes de las diez de la mañana la playa no estaba masificada, sin apenas policía y con un amplio despliegue de Protección Civil que se congregó en el acceso 0 de la playa, cerca de la parada de guaguas, donde a la misma hora que los "hombres de rojo" que colaboran con la vigilancia llegan una quincena de bañistas.

De nuevo junto al puesto de Cruz Roja, el vigilante se muestra tranquila, camina por chaplón como si fuera la terraza de su casa; siente que tiene la situación controlada. Parte meteorológico de la mañana: marea baja, que hizo pleno a las nueve y media para volver a llenarse a las cuatro y media de la tarde; ni fisco de brisa y sol pincón. Ideal para refugiarse en la playa y dar por inaugurado el verano el 25 de mayo.

En la orilla, Susana, una madrileña que se acercó desde La Gallega con sus hijos, Nacho e Íker, que hasta se emocionaron esta mañana cuando su madre les dijo que ponía rumbo a la plaza. Eso sí, "le dije que veníamos a la playa si hacía bueno, aunque luego sigan haciendo la tarea". Susana se casó con un chicharrero, gentilicio de la misma tierra en la que han nacido sus pequeños. Desde aquí mira a su Madrid natal donde vive su familia, entre otros su hermano, que superó el virus, para apuntar que todos nos tendremos que adaptar a la "nueva normalidad" y tendremos que pasar por esta situación.

Supervisando que todo esté correcto, Alberto Isaac, un vigilante de la playa chicharrera con todos su atarecos: emisora plastificada al cuello, tabla flotadora bajo el brazo... "Me llamaron ayer para incorporarme hoy a trabajar. Ya estuve en finales de enero, uso días sueltos. Antes, en verano, en todas las playas de Anaga". "Perdone... ¿de qué periódico me dice que es? Es que no quiero incurrir en un problema. Sigo trabajando. Gracias".

A pie de playa, el personal de Cruz Roja parece el más ducho en la materia, por más que a primera hora de la mañana precisamente las duchas no estuvieran operativas. Alfredo Marín, un mayor que a las nueve ya había cumplimentado su baño, saluda a la compañera gráfica y le pide: "Digan ustedes que las duchas no han funcionado desde el día 2, y también los baños ha estado cerrado". Uno de los "hombres de rojo" de Protección Civil recuerda que hoy comienza la fase 2 y que durante el confinamiento, incluso cuando comenzó la fase 1, solo se autorizaba la visita de la playa a los vecinos de San Andrés que se acercaban caminando hasta Las Teresitas.

Poco a poco la presencia en la playa va aumentando. Cristina García, con pamela, gafas de sol y pareo, camina junto a su amiga Ana María Hernández. Admiten que están privadas. Ya se semana pasada advirtieron que el confinamiento no era tan estricto porque tuvieron la oportunidad de disfrutar de un partido de tenis en el Club Náutico. "A partir de esta semana ya podemos hacer dobles", precisa Cristina, que admite que esta situación les ha dejado una lección: "Estamos como niños con zapatos nuevos, y esto nos enseña a valorar las pequeñas cosas, detalles como venir y poder pasear por la orilla de la playa, junto al mar".

La oftalmóloga Lalia Capote es otra de las que notó gran diferencia. Inmersa en este tiempo en el confinamiento, casada y madre de dos hijos, disfrutó de una mañana de playa. "Está mejor de lo que esperábamos". A priori imaginaron una playa de Las Teresitas desbordada de afluencia de bañistas, pero "hasta hemos encontrado sitio para aparcar". Lalia, desde su experiencia como sanitaria, asegura que la gente se ha portado con responsabilidad en la mayoría de los casos. Hoy ha podido acudir a la playa junto a su esposo, Horario, porque le ha cuadrado el turno de tarde y tiene la mañana libre, explica mientras nos niños saltan sobre la "cama acuática" de Las Teresitas ante la atenta mirada de su padre.

Ya al mediodía, el sol empieza a dar duro. Entre la orilla y el margen de arena donde se sientan algunos bañistas o se colocan las primeras toallas, más de cinco metros de distancia... social. Pocas mascarillas. Tal vez algunos mayores que llegan con ellas puestas por el hábito y ya en la arena la doblan y las guardas en la misma funda de las gafas; tal vez por temor al moreno "obrero" de la mascarilla.

A las doce del mediodía, una pareja de operarios del área de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Santa Cruz termina de repasar de higienizar y desinfectar todos los accesos. Lo suyo es de premio. Estos "cazafantasmas" están embutidos en un mono blanco, cumpliendo el estricto protocolo sanitario, y debajo, el uniforme ordinario. Vienen desde el acceso 0 y están casi al final de la playa. Han ido higienizando las duchas, hasta reparando alguna, limpiando los baños y dejando todo a punto para el disfrute de los bañistas, y ellos bañados en sudor. Mediodía y un sol exquisito para acudir a la playa que está limitada en tres zonas en un guiño, tal vez, al próximo Día de Canarias. La zona de los mayores está limitada con banderolas blancas, que delimitan otra zona con "gotas plásticas" azules y, el final de Las Teresitas, con color amarillo... casi, casi forman la bandera canaria.

25 de mayo, y temperaturas veraniegas en la playa de Las Teresitas, que recibió bastantes menos personas, al menos hasta la una de la tarde, de las algunos preveían.