La mascarilla es el atuendo más común, aunque se observan ya ciertas variedades y estilos, desde las más comunes, las denominadas quirúrgicas, hasta las que combinan colores y también las de negro, siempre elegante.

Al mediodía de ayer, sí se echaban de menos en la calle del Castillo, la arteria comercial por antonomasia de la capital chicharrera, los habituales mendigos pidiendo algo para comer, los sempiternos repartidores de publicidad, los insistentes promotores de las ONG , los músicos callejeros... En una mañana soleada y luminosa, ni sombra de turistas.

Nada tampoco de las tan socorridas rebajas, siempre un foco de atracción de público previo a la llegada del verano. Lo más, carteles de promociones.

Marea, una tienda dedicada a la venta de calzado y accesorios deportivos, lleva a buen paso el protocolo que precisa la normativa: distanciamiento, lavado de manos con gel hidroalcohólico y un máximo de tres personas en el interior del local. Soraya, que oficia como dependienta, asegura que la mayoría de la clientela "colabora bastante bien", aunque siempre hay quien se adelanta al pitido y quiere entrar antes en juego, a la carrera. Este tipo de negocios, orientado fundamentalmente a los runners, ha caminado mejor que otros, "y la verdad es que desde la reapertura estamos teniendo una buena aceptación". De hecho, una chica que buscaba unos tenis de un color y un número concretos, negociaba con un dependiente si se los podían mandar a pedir. Y consigiuió su meta.

Unos pasos más abajo, en Continental, la relojería que regenta Ravi, el mundo parece detenido. Tras una mampara se lamenta: "Si esto es lo que llaman la nueva normalidad...". Echa de menos a los turistas, que solían asomarse llamados por el atractivo que siempre han representado, desde la época del puerto franco, las tiendas de hidúes, pero es que tampoco el cliente local se acerca por allí. Con todo, mantiene inalterables y en punto los tiempos de apertura previos a la declaración de la pandemia: mañana y tarde con una pausa para el descanso. Y espera.

Selene es un pequeño establecimiento, coqueto, en el que luce un universo de cholas aguardando los pies que se ajusten a su número. Ana repite el protocolo del resto de locales: separación, solo un cliente en el interior y lavado de manos. "Hay quienes se quejan proque vienen recorriendo la calle desde abajo y al llegar aquí te dicen si es necsario echarse otra vez el gel", sobre todo las señoras mayores. Además, "aquí se desinfecta a menudo", dice. Y suspira: el coronavirus se ha dejado sentir.

Las gentes miran y remiran los escaparates, de forma pausada. Algunos de ellos lucen ya ese fatídico letrero que reza Se Traspasa. En un establecimiento dedicado a la informática se forma una cola, perfectamente alineada, casi todos jóvenes, imagen que se repite como si se tratara de un efecto llamada ante un operador de telefonía móvil y también en un local de ropa, una franquicia con nombre de instrumento de cuerda.

Marieta valora la receptividad que está teniendo Calzedonia, uma tienda que ofrece medias, legins, pantis y calcetines. "Al menos un 75% de las personas que se acercan lo hacen con la intención de comprar". Segundos antes, una pareja adulta se marchaba con su correspondiente género bajo el brazo, pero hay gente a la que les da repeluz lo del gel y se van por donde han venido. De momento, el golpe no está siendo tan duro; más adelante...

El gran bazar

Damasco, haciendo gala de su nombre, mantiene vivo el espíritu del gran bazar. Ana, su propietaria, se lamenta de la situación que está atravesando el pequeño comercio: "La cosa está peor que otras veces", afirma con la voz tamizada por la mascarilla, y no duda en señalar a las mujeres como las más quisquillosas en cuanto a cumplir con los protocolos higiénicos que se precisan. "Tengo mucha clientela del Sur, que ya no está viniendo a ver los nuevos sombreros de temporada" y de otra parte están los clientes locales, "muchos afectados por ERTE".

En Encuentro, un local en el que se ofrece moda para la mujer, Michelle explica que "durante la mañana hay más movimiento, pero afloja bastante por la tarde". El tono general entre el público es correcto, "aunque siempre están las personas que lo suelen tocar todo y a as que tienes que advertirles", además de aquellas otras que "al decirles que no se pueden probar la ropa se van por donde han venido".