El Campo Castro, frente a la sede de la sociedad Triquis, en la calle de La Noria, estaba desierto del rastro del baile ayer por la mañana que, sin confinamiento, se hubiera celebrado como cada víspera del 3 de Mayo, fiesta fundacional de Santa Cruz. La ciudad celebró el 526 aniversario de su fundación sin rastro de algarabía. Solo una sobria cruz colgaba en uno de los ventanales del comedor social de La Milagrosa, de las religiosas de la compañía de San Vicente de Paúl, que reivindicaba la tradición de este tipo de arreglos florales, en un marco incomparable y natural, con la mismísima torre de la Concepción de fondo. No faltaba el humor socarrón de quien asegura que a las diez y media de la mañana no había gente en La Noria porque estarían de resaca.

En el corazón del antiguo Santa Cruz, ayer unos mayores compartían conversación en los bancos de la plaza del centro de familia e infancia Príncipe Felipe, preocupados porque la fotografía que se publicara en esta edición y que pudiera hacer pensar a alguien que no respetaban las medidas de seguridad del estado de alarma.

No hay rastro, como era costumbre hasta hace más de 50 días, pero se respira vida en el Mercado Nuestra Señora de África. Nada más adentraron, hay bullicio. La gente se apelotona ante los puestos de frutas y verduras, mientras en la carnicería una señora con su carrito de la compra le da instrucciones a otra: "Avance sin miedo y colóquese dentro de la señal que han puesto y que marca la distancia de seguridad entre cada uno". Habla con dominio de la situación; como si ya tuviera la lección aprendida de otra visita a la entrañable recova de Santa Cruz.

De pronto, el personal de otra frutería le pide a los clientes que se distancien de las cajas y trabajadores del mercado aparecen con una cinta de embalar para delimitar entre las columnas del patio la zona a la que no deben acceder los clientes. Sin duda, temporada alta en la recova chicharrera, y eso que aseguran que el sábado hubo más gente, explican mientras se planteaban ayer limitar los accesos a la entrada principal y la trasera del inmueble de Marrero Regalo.

En los pasillo, conos con cintas y bancos condenados en un claro mensaje de... aquí se viene a comprar y no a charlar. Entre los asiduos, Ángeles González Ledesma, presidenta de la murga infantil El Cabito y pionera del concurso de comidas típicas de mayo, que este año se limitará, tal vez, a un vídeo con delantal y calderos, sin el aroma de los guisos de la tierra. Tiene prisa; debe acabar la compra para salir por la tarde de paseo.

Cerca de la recova, el asador de pollos La Alhabaca, que abrió sus puertas hace 16 años y que regenta Stefano Magro; cuando se inauguró él estaba en el instituto y ahora está al frente del negocio familiar junto a su padre y su hermano. Salvo dos días, han permanecido abiertos. Uno le obligó a cerrar la Policía Local y, al día siguiente, la Nacional... Al final acabaron llamándolo para pedirle perdón y restituyó la normalida. Echa de menos a sus funcionarios del Palacio de Justicia, Educación o de Usos Múltiples II, aunque asegura que no se puede quejar, porque la mayoría de los días vente toda la comida para llevar que preparan. Una cinta impide el acceso al establecimiento que se limita a tomar los encargos por teléfono o servir sobre la marcha y entregar al cliente en la puerta.

Cerca, en un cajero en el acceso de una tienda, dos personas sin un lugar donde cobijarse de la pandemia, que traen al recuerdo los albergues que se instalaron para atender estos casos.

De la zona del mercado al parque García Sanabria, otros de los altares de 3 de Mayo. Y por el camino, los parterres de Santa Cruz que lucen en esplendor, como ese día que te acercas al mar y está como un plato y con sol. Y, sin embargo, confinados. Aunque desde el sábado, se permiten salidas, como las de Alejandro, de 28 años, que sale en bicicleta desde su domicilio en cerca del teatro Guimerá, pasa por la floristería de Méndez Núñez donde encargó un ramo de flores, lo pone en la cestita y sube al barrio de Buena Vista, toca al telefonillo (portero electrónico) de su madre y le advierte que llame al ascensor que le envía un regalito. Ah... y feliz día de la madre, ya habrá otras fechas para celebrarlo en un cuerpo a cuerpo, se resigna este profesional del sector del turismo que en primera persona sabe la repercusión de la pandemia en una de las principales fuentes de ingresos de la isla.

Ya en el interior del García Sanabria, el paseo mañanero de los mayores se confunde con los vecinos que regresan a su casa. Entre ellos, Carlos Alonso, expresidente del Cabildo, con su hijo. De haber sido el año pasado, cuando se celebraba la campaña, alguien diría que estaba preparado el encuentro. No es el caso. Alonso saluda con amabilidad y confía que con el teletrabajo se puedan evitar las colas en las autopistas de la Isla.

Niños en bicicletas, algunos mayores en los bancos, pero ni rastro del escenario donde se suceden junto a la Fuente de la Fecundidad las actuaciones de cada Fiesta de Mayo, o la entrega de los premios de concursos de pinturas o cruces... Ni artesanía, ni cruces.

Especialmente desolada se presenta la visita a la Rambla de las Tinajas, escenario otros años de los majestuosos arreglos florales que regalan las empresas municipales, asociaciones y asociaciones cada 3 de Mayo, o sin las cruces recicladas del concursos escolar que ha cobrado auge en los últimos años que este año se han colgado del balcón de internet, cuyo veredicto se desvelará hoy entre las 10 finalistas seleccionadas por un jurado y que se someten a votación en la web de Fiestas. En la rambla de Las Tinajas, una un matrimonio se acerca con su hijo y abana a la abuela que se alonga a la residencia de mayores Virgen de Begoña para felicitarle por el día de la madre. Ya queda menos.