Nicolás Hernández, un barrendero de Santa Cruz, nunca llegó a sospechar que un invento para mejorar su trabajo acabara en los tribunales. Tras varios prototipos, diseñó una palmera con materiales reciclados que con el tiempo se convirtió en la envidia de algunos de sus compañeros de Urbaser, la antigua concesionaria de la limpieza en Santa Cruz. Tanto, que varios de ellos trataron de hacerse con la autoría. El asunto acabó en los juzgados, que le dieron la razón al inventor, aunque quienes plagiaron han seguido recurriendo en la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife.

Convencido de su trabajo, por el que llegó a pedir en el juicio cinco millones de euros -el abogado de Urbaser ofreció un acuerdo por tres cifras-, Hernández ofreció el artilugio a la empresa Valoriza, encargada de la limpieza en el municipio de Arona. Aceptó.

Los barrenderos de esta localidad del sur de Tenerife usan desde hace meses la palmera de la polémica, construida con tubo termofusionable, que se usa en fontanería, y fleje de polipropileno. "Les encantó la forma en la que movía la basura", explica. "Antes habían probado un plagio", comenta, en alusión al uso que hicieron durante un tiempo de un utensilio similar que no les dio resultado.

Según detalla Nicolás, su herramienta está diseñada de tal manera que no solo sirve para barrer la basura convencional, sino que también mueve grava, picón u otros elementos que pesan. "Le añadí un pelo más duro, como si fuera un cepillo abierto", aclara.

Hace algunas semanas, el barrendero de la capital y su padre, Antonio Hernández, encargado de la parte "comercial" del asunto, ofrecieron su creación a los responsables de Valoriza en Santa Cruz. La empresa comenzó a operar en la capital el 1 de diciembre.

Antes de esa cita, el edil de Servicios Públicos de Santa Cruz, José Ángel Martín, había conocido también el artilugio ideado por Nicolás, barrendero "esporádico" con Urbaser desde 2007 y fijo en la empresa desde 2016. "El concejal ha visto bien el utensilio. Eso sí, se ha interesado por la durabilidad", asegura el inventor.

"Una de las cosas que no entendemos es que estando dentro de una empresa, yo no pueda utilizar un material homologado que le cuesta cero euros", subraya el padre de Hernández. Con ello hace referencia a algunos desplantes que ha sufrido su hijo por parte de varios cargos con los que ya tuvo discrepancias cuando operaba Urbaser. "Vamos a ver qué pasa", reitera el barrendero. Por el momento está tranquilo y confiado.

Como curiosidad, Nicolás y su padre detallan que en estos momentos venden sus palmeras a setenta euros la unidad. Pero es un precio que varía en función de la cantidad de piezas que se vayan a adquirir. Es decir, que el coste disminuye si el encargo es mayor. Eso sí, el mínimo que se pueden adquirir es cinco y el máximo, cien.

"Están hechas a mano", recalca este barrendero de Santa Cruz, para quienes puedan pensar que el precio de cada herramienta es elevado. "He barrido hasta tres meses seguidos. Y soy un barrendero que lleva la palmera pegada al suelo todo el rato", asegura, para defender la resistencia del utensilio.

En todo caso, aclara su padre, "tiene garantía durante estos tres meses, salvo que se vea que es por un mal uso". Es más, Antonio Hernández remarca que la palmera permite reparar los pelos que se gasten por el uso. "Vienen a nosotros y volvemos a reponer el fleje", puntualiza. "No se pierde el material".

"Una palmera natural, como máximo, dura cinco días; no puede barrer donde haya humedad o agua; si no se sabe manejar se parte en pleno trabajo. Es decir, que todo son ventajas con esta palmera de plástico", concluyen padre e hijo, que precisan que elaborar una de estas herramientas les lleva alrededor de dos horas de trabajo.