El tiempo no ha sido justo con ellos. Tanto que no se sabe con seguridad en qué lugar del cementerio de San Rafael y San Roque están enterrados. Sin embargo, tienen un hueco en la historia, aunque sea trágica, de la isla.

Hoy se cumplen 85 años -1 de septiembre de 1934- del atraco que sufrió el primer tranvía que unió Santa Cruz con Tacoronte en la conocida como Curva de Gracia de la capital tinerfeña. Lo que, en apariencia, solo iba a ser un robo de dinero se convirtió al final en un doble homicidio en el que fallecieron dos personas: el chófer de uno de los vehículos, Luis García-Panasco y Toledo, y el estudiante santacrucero de bachillerato que ya preparaba su ingreso en Magisterio Agustín Bernal Cubas.

Los hechos, según se ha contado a lo largo de los años, se produjeron en una época en la que España y, también Canarias, estaba sumida en un cierto caos. Era, sin saberlo, el antecedente de la que se convertiría en la época más triste de la historia reciente de este país: la Guerra Civil, que se inició dos años después, en julio de 1936.

Eran momentos de tensión, de huelgas en las empresas y de inseguridad en las calles. En definitiva, la suma perfecta para que la tarde-noche del 1 de septiembre de 1934 se produjera el suceso que conmocionó a la sociedad tinerfeña.

Último tranvía del día

El último tranvía del día bajaba desde La Laguna hasta Santa Cruz. A la altura de la Curva de Gracia, su conductor, Antonio Guerra, detectó que había piedras y palos en las vías y frenó en seco. Acto seguido aparecieron varias personas y, armadas, exigieron la recaudación. En total, 602 pesetas. 3,62 euros de los de ahora.

El atraco transcurría según el guion previsto hasta que sucedió algo inesperado. Mientras aún estaba parado el tranvía número 15, que llevaba media docena de pasajeros a bordo, apareció el vehículo número 13. Bajaba con retraso por una avería. Lo conducía García-Panasco, que tenía en ese momento 34 años, y en él viajaba también un inspector.

Según la información que ha trascendido, los atracadores se pusieron nerviosos al ver llegar el coche número 13, tal vez porque alguien pudo reconocerlos, y abrieron fuego. El chófer del tranvía 15, Antonio Guerra, escapó de los disparos al poderse agachar, pero las balas impactaron en el cuerpo del joven estudiante de 19 años y del otro conductor. Fallecieron casi en el acto. Luego, los delincuentes huyeron hacia el barranco aprovechando la oscuridad reinante.

Más tarde llegarían las detenciones y las condenas a los autores de los hechos -cinco en total-, aunque todavía hoy, 85 años después, hay quienes sospechan que los detenidos no actuaron solos y que otras personas quedaron libres a pesar de su participación en los hechos.

Uno de ellos es Isauro Abreu, familiar del conductor del tranvía número 13, fallecido en el atraco, y también con un parentesco lejano con el otro muerto en el incidente, el joven Agustín Bernal. "Nosotros hemos sacado un conclusión", relata Abreu, y es que alguno de los que intervinieron en el robo vivía en una ciudadela, el Convoy, que había en la Rambla de Pulido.

Casualmente, el estudiante residía en la calle Castro, casi al lado de este lugar, y el conductor del 13 lo hacía en la Rambla de Pulido. "Puede ser que los atracadores, al quitarse las máscaras, pensaran que les habían reconocido y por eso les dispararon", apunta. "Pero eso, a ciencia cierta, nunca se sabrá, porque murieron los dos", reconoce.

Isauro Abreu recuerda que su abuela le contaba que muchos años después la llamaron de la ciudadela y un señor moribundo que habitaba en ella le había confesado que él había participado en el atraco y que habían disparado porque se pusieron nerviosos al pensar que los habían reconocido.

Todo eso sucedió, recalca este familiar, después de haberse celebrado los juicios. También puntualiza Abreu que habrá autores que tengan otra versión. "Esto es lo que decían mi abuela y mi abuelo", insiste.

El sepelio de los dos fallecidos tuvo lugar al día siguiente de los hechos, domingo, y en él participaron miles de personas, que estuvieron acompañadas de muchas autoridades, quince tranvías, guaguas, taxis y automóviles particulares. Avanzaron desde el lugar del suceso hasta el cementerio de San Rafael y San Roque, donde todavía descansan sus cuerpos, aunque se desconoce el lugar concreto. "No hay constancia oficial en el registro del Ayuntamiento de dónde están", recalca Abreu.

¿Por qué se enterraron tan rápido? Cuenta este familiar que las autopsias a los cadáveres se realizaron en el cementerio de La Laguna "al sol". "Fue todo sobre la marcha. Eran tiempos revueltos y las cosas estaban mal", añade.

Las condenas

Según relata Rafael Cedrés Jorge en su libro El antiguo tranvía de Tenerife, los implicados en los hechos fueron condenados a 30 años de reclusión mayor para los 4 autores citados por el primer delito (robo con violencia en las personas ); 2 años de prisión menor por el segundo delito a los 4 autores (tenencia ilícita de armas); 14 años de reclusión menor al cómplice del primer delito; una multa de 20 pesetas por la falta, con arresto subsidiario de cuatro días por su no pago.

Además, se fijaron las siguientes indemnizaciones: 15.000 pesetas (90,15 euros) a los herederos de Agustín Bernal Cubas; 15.000 pesetas (90,15 euros) a los herederos de Luis García Panasco Toledo; 300 pesetas (1,80 euros) a Manuel González de la Rosa; 150 pesetas (0,90 euros) a Francisco Rodríguez López; 125 pesetas (0,75 euros) a José Jiménez Ojeda, y 622,85 pesetas (3,74 euros) al Cabildo de Tenerife.

Curiosamente, el juicio por el atraco del tranvía se había iniciado con otras personas que finalmente no fueron condenadas al quedar probado que no habían tenido relación con el delito. Los verdaderos autores se conocieron el 15 de octubre de 1936, cuando desde la Audiencia Provincial de Las Palmas se comunicó por vía telegráfica que cinco procesados en causa sumarísima se habían declarado culpables del atraco en la Curva de Gracia. Según trascendió, estaban vinculados a la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), por aquel entonces con mucha presencia en las empresas.

Los condenados cumplieron sus condenas en prisiones de Tenerife, Las Palmas, Gijón, Cádiz, Burgos y en las colonias penitenciarias militarizadas. Alguno de ellos falleció en la cárcel.

Historia del tranvía

El antiguo tranvía fue un sistema de transporte ferroviario público que circuló entre Santa Cruz y Tacoronte entre 1901 y 1956, aunque a Tacoronte no llegó hasta 1904. Tomó el nombre de Tranvía Villasegura en honor del senador y diputado tinerfeño Imeldo Serís, marqués de Villasegura, como agradecimiento por su actuación en las Cortes españolas para lograr que se otorgasen las concesiones que permitiesen su construcción.

El objetivo inicial del proyecto, que fue redactado por el ingeniero militar Julio Cervera, era que el tranvía llegara hasta Icod pasando por La Orotava, pero esta previsión no se cumplió y finalmente solo se pudo construir hasta Tacoronte.

Antonio Guerra, abuelo de la consejera de Educación

El tranvía número 15, el que sufrió el atraco, era conducido por Antonio Guerra, padre del escritor homónimo lagunero, fallecido esta misma semana, y abuelo de la consejera de Educación y Cultura del Gobierno canario, María José Guerra Palmero, también catedrática de Filosofía Moral de la Universidad de La Laguna (ULL).

Los fallecidos y sus familiares

En las fotos que acompañan esta información figuran Bernarda Toledo (izquierda), madre de Luis García-Panasco, el conductor asesinado en el atraco, y María Cubas Pérez (derecha), madre de Agustín Bernal, el estudiante fallecido en el incidente. Ambas imágenes proceden del álbum familiar de Isauro Pérez.

Homenajes en San Rafael y San Roque

Familiares y amigos de los fallecidos en el atraco al tranvía han realizado diversos homenajes en el cementerio de San Rafael y San Roque, donde descansan sus cuerpos desde septiembre de 1934. El último de estos reconocimientos tuvo lugar en el año 2014./ el día