El todavía secretario (o no) de Ciudadanos en Canarias es uno de los personajes más opacos de la política local chicharrera. Discreto, cuidadoso, silencioso, ausente de redes sociales, chismorreos y noticias, Amigó es un político que huye de los medios como de la peste, del que no hay casi fotografías, que nunca hace declaraciones y al que es difícil ver luciendo su sonrisa felina por los salones del poder. Sin embargo, ha sido desde la fundación de su partido en las islas, y durante los últimos cinco años, el hombre clave de Ciudadanos en Canarias, un político de bajo perfil, un hombre sin apuros, ajeno por completo a las preocupaciones ideológicas, la elaboración de programas, las asambleas de afiliados y otras similares pérdidas de tiempo que caracterizan el día a día del trajín político.

Amigó no es, desde luego, un político al uso? Podría decirse que es un político nocturno, un hombre que se crece y engrandece no en los debates o los saraos partidarios, ni en las agarradas mediáticas, sino en la construcción de amistades poderosas en torno a unas copas en la oscuridad etílica y cortés de un reservado. Huye de cualquier foco, pero siempre ha sabido estar cerca del poder y sus ventajas.

Su carrera vital es arquetípica, la de un hombre que nació de pie. Juan Amigó es hijo de Juan Alfredo Amigó Bethencourt, histórico gerente de la empresa municipal de Aguas de Santa Cruz de Tenerife, patriarca de una de las familias más conocidas del 'todo Tenerife', ingeniero de respetada trayectoria y hombre vinculado a algunos de los mayores proyectos urbanísticos del litoral tinerfeño, a los que atrajo al ingeniero Luis Olsina y a César Manrique. Fruto de aquel encuentro con el genio lanzaroteño, y mientras César vivió, surgieron intervenciones multimillonarias como el Lago Martiánez del Puerto de la Cruz o el Parque Marítimo de Santa Cruz, pero también alguna frustrada promoción inmobiliaria. A la muerte de César, Juan Alfredo Amigó y Luis Olsina mantuvieron la mano para la concesión pública. Su empresa, Amigó y Olsina, fue la responsable de la regeneración del gigantesco vertedero municipal de Santa Cruz, convertido por ellos en el Parque del Palmétum.

Con tales antecedentes familiares, y una estrecha relación con el poder ático de Tenerife, al que su padre estuvo siempre ligado, Juan Amigó parecía predestinado a incorporarse desde su formación al mundo de las grandes obras y el urbanismo, pero no fue así. Mal estudiante, un poco pinta, juerguista empedernido y amante de la noche y los viajes, los coches y los hoteles de lujo, nunca llegó a terminar -para disgusto de su padre- sus estudios universitarios, aunque siempre tuvo la habilidad suficiente para elegir con quién andar su camino. Gracias a eso, en la última década del siglo pasado Amigó labró su actual fortuna.

Arando en la 'milla de oro'

Su nombre, junto al de su socio preferente -un amigo de juventud, el economista Poli Mora-, aparece en casi todos los grandes proyectos de ocio nocturno de Santa Cruz, en una época en la que la Avenida de Anaga se había convertido en la milla de oro de la noche chicharrera, y los locales se abrían y cerraban a la misma velocidad que las cajas registradoras. Discotecas como la mítica RKO, siempre con colas para poder acceder a su pista los fines de semana, de la que fue propietario junto a su socio, y locales como el Tasca Tosca, el Camel Ba', o la Terraza del Jet Foil, propiedades compartidas por varios empresarios -Amigó y Mora, Eduardo Echeto o el concejal lagunero Domingo Medina, considerado el 'rey de la noche' de Santa Cruz-, convirtieron al activo y despierto Amigó en uno de los dueños del night bussines. De esa época es su afición por los deportivos de gran cilindrada -hoy pasea en un llamativo Porsche colorado- y su interés por la política y los contactos. Competía entonces empresarialmente con gente bien colocada, representantes de los intereses de los Zerolo en el ocio nocturno, pero siempre tuvo una extraordinaria habilidad para compartir y no crearse problemas.

Aquello duró más de una década, pero, al final, nada bueno es para siempre y hubo que echar el cierre: el alcalde Zerolo redujo horarios y cerró las puertas de todos los locales nocturnos en la avenida de Anaga. El motivo alegado fueron las protestas y denuncias vecinales por el ruido hasta altas horas de la noche, consumo de drogas y alguna broncas y peleas de borrachos. El cierre liquidó las terrazas de Anaga y acabó con la milla de oro. Pero algunos habían hecho ya parte de su fortuna.

Amigó y Mora salieron del ocio juntos y se instalaron juntos en el negocio inmobiliario. Crearon la inmobiliaria Oasis, una empresa que se ha especializado en ventas importantes, de naves, solares y propiedades de lujo, y que logró cerrar algunas operaciones muy llamativas con clientes ajenos a la Unión Europea, en los años de la crisis.

El picor de la política

Fue al entrar en el negocio inmobiliario cuando a Amigó le empezó a picar la política, a la que se acercó con su particular estilo: se hizo amigo de Fran Herviás, secretario de organización de Ciudadanos, que le eligió como hombre suyo en Canarias, y le encargó montar el partido. Lo hizo con diligencia, concentrando todo el poder de Ciudadanos en su entorno. Desde entonces maneja el partido como manejó hace años sus empresas del ocio nocturno de Santa Cruz, decidiendo personalmente todo lo que se hace y con quién. Sus decisiones han sido siempre inapelables, incluso para los cargos públicos del partido, conscientes de que él es quien manda. Montó las últimas listas como hizo con las anteriores, poniendo los candidatos que le interesaban y quitando los que le molestaban a golpe de informes, convirtiendo el proceso de primarias de Ciudadanos en un pequeño fiasco. Defendió inicialmente un acuerdo con Bermúdez, al que le une una vieja relación familiar que aún hoy continúa -su hermana Cristina, arquitecta, reformó la nueva casa del ahora exalcalde en la plaza de los Patos- pero Bermúdez se negó a entregarle Urbanismo y Fiestas. Nunca creyó que pudiera jugársela. Pero lo hizo. Su acercamiento al PSOE, de la mano de la abogada Matilde Zambudio, ha colocado al concejal Lazcano -otro hijo de una familia vinculada a las administraciones de ATI- al frente del urbanismo municipal. Para hacerlo ha tenido que romper con algunos de los anclajes tradicionales de su vida: la vieja ATI, las relaciones familiares, la omnipresente omertá chicharrrera. Teme que este aterrizaje en urbanismo de la mano del nuevo poder socialista le pase factura, y por eso intenta ahora vender a la desesperada que no ha tenido nada que ver con el acuerdo, después de haber participado en todo el proceso.

El caballero oscuro, Juan Amigó, se sabe -por primera vez en su vida- observado y vigilado por la gente de su clase. Ayer pasó el día dando explicaciones y culpando a su candidata a alcaldesa, la abogada Zambudio, de haber actuado por su cuenta. Un mal sistema, quemar a los aliados: al final, puede Amigó perder el anonimato. Y con él todo el poder vicario que esperaba conseguir.