Un artículo publicado ayer por la prestigiosa revista Nature, en el que se recopilan diferentes estudios científicos, da una pista sobre cuál puede ser la causa de la COVID persistente que hoy padecen muchos millones de personas en todo el mundo.

La conclusión fundamental haría referencia a que esta dolencia puede estar relacionada con fragmentos del virus que continúan en el cuerpo pese a haber superado la enfermedad, y aunque todas las pruebas sean negativas.

Ami Bhatt, Universidad de Stanford

Los primeros análisis en este sentido se hicieron ya en los primeros meses de la pandemia del coronavirus.

En aquellos días, la oncóloga y profesora de genética de la facultad de medicina de la Universidad de Stanford, Ami Bhatt, se interesó por entender cuáles podrían ser las causas de los vómitos y diarreas generalizados que aparecían en los informes sobre personas infectadas con el SARS-CoV-2.

Le sorprendió especialmente porque en ese momento todavía se pensaba que se trataba de un virus respiratorio, y por ello comenzó a recolectar muestras de heces de personas con COVID-19.

Pero no fue la única que pensó parecido comenzó un análisis similar.

COVID persistente intestino

Timon Adolph, Universidad de Innsbruck

Más o menos por los mismos días, a 9.523 kilómetros de distancia de la costa oeste de los Estados Unidos, Timon Adolph inició otro trabajo parecido.

Fue en la austríaca Universidad de Innsbruck, en el Tirol.

Allí, este gastroenterólogo de 36 años, reconocido por sus estudios sobre la enfermedad inflamatoria intestinal crónica, se mostró desconcertado por los informes sobre síntomas estomacales en personas infectadas por lo que entonces solo llamábamos "el coronavirus".

Y junto a sus colegas de la facultad de medicina, comenzaron a recopilar muestras de biopsias de tejido gastrointestinal en enfermos COVID.

Artículos recién publicados

Ahora, más de dos años después del inicio de la pandemia, la previsión de estos científicos parece estar dando importantes frutos.

Porque ambos equipos acaban de publicar resultados que sugieren que fragmentos del SARS-CoV-2 pueden permanecer en el intestino durante meses después de una infección inicial.

Son lo que Ami Bhatt en su estudio ha bautizado como "coronavirus fantasmas". Y como dice la autora del propio artículo en Nature:

  • "Los hallazgos se suman a un creciente grupo de evidencia que respalda la hipótesis de que fragmentos persistentes del virus podrían contribuir a la misteriosa COVID persistente".

El trabajo inspirador de Saurabh Mehandru, Mount Sinai, Nueva York

Pero aunque los artículos de Timon Adolph y de Ami Bhatt acaban de ver la luz, y son muy importantes, ellos no fueron los únicos y tampoco los primeros en publicar algo al respecto.

En un trabajo publicado en 2021 por el gastroenterólogo Saurabh Mehandru encontraron indicios de que el coronavirus podría persistir durante bastante tiempo en el cuerpo.

En su análisis, Mehandru mostraba que las células que recubren el intestino tienen la proteína que el virus utiliza para "colarse" en las células. Y esto permite que el SARS-CoV-2 infecte el intestino.

Concretamente este equipo de investigación encontró ácidos nucleicos y proteínas virales en tejido gastrointestinal de personas a las que se les había diagnosticado COVID-19 un promedio de cuatro meses antes.

Los investigadores también estudiaron las células B de memoria de los pacientes, que junto con los linfocitos T son actores fundamentales en el sistema inmunológico.

El equipo descubrió que los anticuerpos producidos por estas células B continuaban evolucionando en las personas estudiadas, hasta el punto de que seis meses después de la infección inicial las células aún respondían a las moléculas producidas por el SARS-CoV-2.

El virus seguía en el intestino 7 meses después

Inspirándose en este trabajo, Bhatt y sus colegas descubrieron que algunas personas continuaban eliminando ARN viral en sus heces siete meses después de una infección inicial leve o moderada por SARS-CoV-2.

Y eso era mucho después de que todos los síntomas de la enfermedad hubiesen desaparecido.

También Timon Adolph dice que fue el artículo de Mehandru lo que inspiró a su equipo a observar muestras de biopsias de tejido gastrointestinal en busca de signos de coronavirus:

  • Descubrieron que 32 de 46 participantes que habían tenido COVID-19 leve mostraron evidencia de moléculas virales en el intestino ¡siete meses después de la infección!
  • Y alrededor de dos tercios de esas 32 personas tenían síntomas de COVID persistente.

Pero Adolph advierte que sus datos aún no demuestran que haya un virus activo en el intestino de estas personas, o que ese material viral esté causando un COVID prolongado.

Posible causa de las COVID persistente

¿Escondites virales en los macrófagos?

Hay otros importantes estudios con resultados similares en zonas fuera del intestino.

Como el realizado con tejido recolectado de autopsias de 44 personas a las que se les había diagnosticado COVID-19:

  • En él encontraron evidencia de ARN viral en el corazón, en los ojos y en el cerebro.
  •  Y se detectaron proteínas y ARN viral hasta 230 días después de la infección.

El patólogo Joe Yeong, del Instituto de Biología Molecular y Celular de la Agencia de Ciencia, Tecnología e Investigación de Singapur, especula que el virus podría infiltrarse y esconderse en células inmunes llamadas macrófagos, que se pueden encontrar en una variedad de tejidos del cuerpo.

Pero queda mucho trabajo por demostrar.

Como dice el autor que sugirió todos estos estudios, Mehandru, está claro que muchos datos respaldan la posibilidad de que los reservorios virales a largo plazo contribuyan a un COVID prolongado.

  • "Pero los investigadores deberán trabajar más para mostrar un vínculo de manera concluyente. Porque quedan tantas incógnitas que en este momento solo podríamos decir que tenemos una evidencia anecdótica".

Hay casos probados en otras enfermedades

A la hora de darle credibilidad a esta hipótesis nadie olvida que existen casos conocidos en el mundo de la medicina en los que se da un comportamiento similar.

Por ejemplo en algunos casos de la brucelosis de las vacas.

Una enfermedad que se transmite del animal a las personas y que está causada por un virus que también es capaz de llegar a sitios ("escondites") en los que se escapa del sistema inmune y puede mantenerse toda la vida dentro del cuerpo.

Es verdad que cuando se detecta la enfermedad se puede curar con antibióticos y aparentemente pasa a ser historia. Pero no pocas veces el virus se refugia en las articulaciones o en otros lugares del cuerpo, y en esos casos es común que la brucella se reactive en los embarazos, provocando abortos.

Durante muchos años fue la enfermedad profesional más frecuente en los veterinarios, y siempre se ha creído que era la causa fundamental que alejaba a las mujeres de las facultades de veterinaria. Porque al provocar abortos de repetición podría dificultar enormemente llevar un embarazo a término.

La situación en estos momentos está lejos de ser definitiva, y por eso Ami Bhatt insta a otros investigadores a seguir estudiando la relación entre los fragmentos virales que se mantienen en el cuerpo meses después de la enfermedad, y la COVID persistente.

¿Qué es la COVID persistente?

Para centrarnos, recordar que se conoce como COVID persistente (Long COVID en inglés) el conjunto de síntomas que se mantienen durante más de 12 semanas después de una infección aguda.

Y se han asociado a esta dolencia hasta más de 200 síntomas que varían en función de la gravedad, ya que puede ser leve o hasta incapacitante.

Las teorías sobre sus orígenes varían e incluyen:

  • Respuestas inmunitarias dañinas
  • Pequeños coágulos de sangre
  • Reservorios virales persistentes en el cuerpo.

Y muchos investigadores piensan que es una combinación de todos ellos lo que contribuye a esta nueva enfermedad mundial que habrá que seguir estudiando.