Las medidas de confinamiento llevadas a cabo por el Gobierno para frenar la transmisión de la Covid-19 ha reducido a la mitad la contaminación de las 80 ciudades más pobladas de España, según los datos recogidos por la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA). Palma de Mallorca es la ciudad que encabeza las reducciones de dióxido de nitrógeno (NO2) con un descenso del 74%, seguido de Alicante (65,5%), Valencia (65,5%) y Vigo (64,9%). Ciudades como Barcelona o Madrid también han registrado una disminución de estas partículas con un 60,3% y un 49,2%, respectivamente.

La reducción del tráfico en todo el país está teniendo un impacto positivo en la calidad del aire. El vehículo particular es el mayor transmisor de algunas de estas sustancias como el NO2. Adrián Fernández, responsable de movilidad en Greenpeace, nos cuenta que estas reducciones de NO2 no tienen precedentes en nuestro país. Nunca en un mes de marzo se habían registrado niveles entre un 60% y un 70% inferiores a los habituales. El experto asegura que con esta crisis “hemos visto que es posible respirar aire limpio”.

Por un aire de calidad

Adrián Fernández, asevera que, desde Greenpeace, “insistimos mucho en que respirar aire limpio es un derecho que recoge la Organización Mundial de la Salud”. La OMS fija unos niveles máximos de contaminantes y la Unión Europea recoge esas recomendaciones. “España incumple año tras año los niveles máximos de calidad del aire en ciudades como Madrid y Barcelona”. Con la crisis del coronavirus hemos visto que estos niveles se pueden cumplir. Pero no debemos dejarnos llevar por el falso dilema de que hay encerrarse en casa o quedarse sin empleo para lograrlo. El experto afirma que bastaría con cambios en la ordenación de las ciudades. “Sabemos quiénes son los que contaminan, cuándo lo hacen y porqué lo hacen y la solución es de sobra conocida, reducir el número de automóviles y que los que hubiera fueran más limpios en casos como Madrid y Barcelona. Y en general reducir el consumo de combustibles fósiles que es la principal causa de contaminación en todo el mundo”.

Y es que, aunque la crisis del coronavirus y la del cambio climático tienen orígenes distintos, presentan algunas similitudes. Adrián Fernandez nos explica que, aunque la gran diferencia es de carácter temporal, ya que la covid-19 surgió repentinamente, se pueden encontrar semejanzas. Ambas, son crisis globales que afectan a todo el mundo, la salud pública es el principal afectado y provocan modificaciones en los comportamientos y la actividad económica, aunque a diferentes escalas temporales.

La salud, el principal afectado

“La comunidad científica siempre ha sido unánime en la postura frente a los efectos del cambio climático, pero ha existido una indeterminación por parte de los gobiernos”. El cambio climático está provocando eventos anómalos y cada vez más extremos y frecuentes como los incendios forestales, las inundaciones... “En España el principal fenómeno que va a traer el cambio climático son las olas de calor”, apunta el experto de Greenpeace. Las muertes por este fenómeno se han visto incrementadas. Según la AEMA, se estima que unas 15.000 personas mueren en nuestro país por causas indirectas relacionadas al cambio climático.

La covid-19 también está dejando miles de muertes en España. Pero, ¿afecta más a las localidades que tienen peor calidad del aire? “Los primeros informes indican que sí, y que además por dos vías. La primera, la mala calidad del aire redunda en una mayor mortalidad y en una pérdida de la esperanza de vida, especialmente por daños al sistema inmune y al sistema respiratorio. Esto lo ha corroborado un reciente informe de la Universidad de Harvard. La segunda, la mala calidad del aire facilita la propagación de la enfermedad. Esto es algo que ha demostrado la Universidad de Bolonia. El propio virus aprovechaba la densidad y la mala calidad del aire para facilitar su transmisión y la peor calidad de los sistemas respiratorios de las personas de esos lugares tenían más facilidad de ser contagiadas”, apunta Adrián Fernández.

Efecto rebote

Antes de la crisis de la covid-19 ya se presentaba una tendencia favorable con respecto a las emisiones de CO2. “Si tras la crisis esa tendencia se anula y empezamos a aumentar esas emisiones no estaremos ganando nada”, explica. Existe un riesgo de tirar abajo muchos de los logros que se habían conseguido antes de la crisis. “El miedo que existe es que se produzca un efecto de rechazo al transporte público por la concentración de personas y que podría suponer una invitación a usar la movilidad individual”. Para paliar estos efectos, países como Alemania están promoviendo el uso de la bicicleta creando vías provisionales para reducir la congestión del transporte público. “Las sociedades más desarrolladas de Europa presentan menores índices de motorización porque pueden prescindir del uso del coche en el día a día”.

Esta crisis va a marcar un antes y un después en muchos aspectos de políticas públicas y “nosotros estamos trabajando en definir el nuevo escenario”. El experto de Greenpeace concluye que “planteamos este espacio como una crisis, pero también es un papel en blanco, una oportunidad para poder reconfigurar el sistema ambiental y económico compatible con los objetivos de reducción de emisiones y de protección de la biodiversidad, ya que hasta ahora nos estábamos encontrando con ciertas barreras”.