Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

EL recorte

¡Ánimo Alberto!

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, interviene durante una sesión de Control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados, a 7 de octubre de 2025, en Madrid (España).

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, interviene durante una sesión de Control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados, a 7 de octubre de 2025, en Madrid (España). / Eduardo Parra - Europa Press

Jorge Bethencourt

Jorge Bethencourt

En la corte azul se rinde pleitesía al líder, como está mandado. Pero Núñez Feijóo, no nos engañemos, es más bien serio como un tricornio y no da muchas oportunidades a la relajación. En la corte roja, en cambio, la veneración al monarca es indescriptible. María Jesús Montero, por ejemplo, se alborota, al borde del patatús y el síncope, cuando Pedro Sánchez se mete un golpazo. Y la tribu entera se desternilla y aplaude hasta hacerse sangre en las manos.

Pero los ejércitos no dejan armas abandonadas que pueda usar el enemigo. Las inutilizan. Y en primero de publicidad política se aprende que no debes utilizar jamás una frase que pueda ser usada en contra tuya. Si en el PP nacional se pudiera encontrar alguna neurona disponible ayer habrían empezado la campaña electoral con un nuevo claim proporcionado precisamente por sus adversarios: «¡Ánimo, Alberto!» Una frase redonda. Un tiro verbal que se le escapó a Pedro Sánchez, que está en modo destructor de mundos, en un calentón verbal con Núñez Feijóo, de quien quiso burlarse expresando que el poder lo tiene tan lejos que nunca lo va a poder alcanzar. Eso es «¡Ánimo Alberto!» O sea, una coña.

Nunca cites en tu publicidad una marca de la competencia excepto si la vas a poner a parir. Si el PP adoptara el «Ánimo Alberto» como una frase propia, cambiaría totalmente su sentido. Ya no sería un sarcasmo, sino un chute de apoyo. Porque la carga negativa de esas dos palabras no está en ellas, sino en quien las pronuncia.

Considerando la creatividad emocional de los populares –una árida planicie desértica–, tal vez contesten con otra metedura de pata. Un «Ánimo Pedro», por lo del juicio a su fiscal, a su mujer, a su hermano y a sus tres amigos de excursión. Pensarán que en matemática política la suma de dos errores constituye un acierto. Y no es así. Es meter dos veces la pata en dos charcos distintos.

Sánchez es como el Rey Pirro, que celebra la destrucción del ejército enemigo de espaldas al desastre causado en el suyo propio. La campaña de cancelación y rechazo de la izquierda contra la extrema derecha ha tenido un éxito furibundo. Vox está subiendo como la espuma en las encuestas. Y el presidente del Gobierno y toda su corte se desborregan viendo cómo la derecha moderada del PP se desangra por el trasvase de apoyos a la ultraderecha de Abascal, a quien alguien que sabe mucho aconsejó que estuviera lo más callado posible, porque así ganaría votos. Y ahí está, que parece el mudo de los hermanos Marx.

Solo en este país desquiciado, que padece profundas averías mentales, se puede celebrar con satisfacción que la moderación pierda terreno ante el populismo. Sánchez, prisionero de los independentistas, celebrará que «Ánimo Alberto» acabe cautivo de Vox para poder gobernar. Yo tuerto, pero tú ciego.

El sentido común se ha ido a freír puñetas y los diques de contención del odio se han venido abajo. Imaginen si se ha perdido el tino que el hecho de que Trump haya conseguido detener la matanza de Gaza, la liberación de los rehenes y la apertura de negociaciones de paz en Palestina es una contrariedad para los mismos que gritaban contra el genocidio. Y es que ni lo disimulan.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents