Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | El recorte

La otra riada

Mazón llegó al centro de crisis demasiado tarde. Y da igual lo que estuviera haciendo durante el tiempo en que no estuvo. Es irrelevante para su irresponsabilidad. Quienes denuncian cambios en las versiones que ha contado sobre su ausencia se olvidan de que lo relevante no es lo que hizo sino lo que no.

Mazón presentando su dimisión

Mazón presentando su dimisión / Francisco Calabuig

Una peculiaridad de los chivos expiatorios es que no suelen darse cuenta de que lo son. Solo cuando está descendiendo el shejitá en el altar del sacrificio, segundos antes de que les degüellen, la víctima se da cuenta de que lo es.

Sobre la tragedia de la inundación en Valencia, que se llevó por delante la vida de más de doscientas personas, ya han caído toneladas de fango mediático. La rabia y la impotencia de quienes perdieron a sus seres queridos es una riada emocional igual de poderosa que la que generó la naturaleza. Nadie les avisó con el tiempo suficiente para poner a salvo sus vidas y esa responsabilidad la ha encarnado Carlos Mazón, el presidente de la Comunidad, que no estuvo donde tenía que estar.

El líder popular debió comprender, a las pocas horas del desastre, que la había cagado. Si hubiera estado en su puesto, al frente del organismo de crisis que gestionó la catástrofe, probablemente no habría pasado nada distinto. Tal vez se habría lanzado el mensaje de Es-Alert un poco antes. Tal vez se habrían salvado algunas valiosas vidas. Todo es pura especulación. Pero lo cierto es que Mazón estaba celebrando el almuerzo más inoportuno de su vida. Uno que le hizo llegar al puesto de mando cuando las cartas de la muerte ya estaban echadas.

Cuando el barco se hunde y el capitán no está en el puente de mando ya sabe que está muy jodido. El presidente valenciano no quiso enterarse. Y eso le ha sometido a un demoledor proceso crítico, que ha concluido con lo que tendría que haber ocurrido a los pocos días de la tragedia: su dimisión. No estuvo donde tenía que estar, con independencia de que eso fuera relevante a efectos de modificar la realidad.

La acción mediática y política contra Mazón, perfectamente lógica, nos ha permitido observar el nivel de encanallamiento de este país. La periodista que comió con el presidente valenciano ha sido objeto de insultos y acusaciones en medios y redes sociales como si tuviera algún tipo de responsabilidad en la ausencia del presidente. Se han vertido repugnantes insinuaciones machistas sobre la posible existencia de una relación más allá de lo profesional entre ella y el político. Como si de existir esa supuesta relación fuera relevante. Como si marcara una diferencia sustancial que el presidente se estuviera comiendo unas almejas a la marinera o jugando al parchís.

Mazón llegó al centro de crisis demasiado tarde. Y da igual lo que estuviera haciendo durante el tiempo en que no estuvo. Es irrelevante para su irresponsabilidad. Quienes denuncian cambios en las versiones que ha contado sobre su ausencia se olvidan de que lo relevante no es lo que hizo sino lo que no.

Mazón ha terminado dimitiendo tarde y mal. Ha entregado su cargo. Y no es el primero. Ya cayó la consejera responsable de Emergencias, Salomé Pradas, a quien le cortaron la cabeza para lanzarla a las fieras. Pero el chivo expiatorio no solo será el presidente autonómico, que cae porque no estuvo. Es toda la gente que ha defendido que los desastres se pueden prever. Que se podría haber avisado. Que si cobras por vigilar el clima, eres responsable de gritar que viene el lobo. La riada también les llegará a ellos, tarde o temprano.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents