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Opinión

La víctima

La víctima de Daniele Giglioli

La víctima de Daniele Giglioli

La víctima es uno de los héroes de nuestro tiempo. No las víctimas reales –aunque muchas de las mismas conviertan su victimización en un espectáculo artero y calculado– sino los que se acogen a la condición de víctimas para legitimar ideas, actitudes, opiniones, acciones. Uno de los libros más lúcidos que se ha escrito al respecto es Crítica de la víctima, de Daniele Gigloli, un breve ensayo que está dedicado «a la víctima que quiere dejar de serlo». Pero en algunos espacios sociales y morales no están dispuestos a renunciar al rol tremebundo, porque han descubierto la rentabilidad reputacional de su victimismo.

Una víctima es interesante. Una víctima tiene una identidad descollante. Una víctima siempre acusa a quien le hiere por la mera condición de ser víctima, es decir, ser víctima es la suprema denuncia, la justificación incondicional, lo que no puede ser discutido. ¿No? Por supuesto que sí, aunque la víctima posmoderna –que es una especie de artefacto ortopédico de sí misma– chille de indignación, e insulte, descalifique y desprecie no solo al responsable de su condición de víctima, sino a todo aquel que no la reconozca, que digo, que la relativice incluso.

Por eso más temprano que tarde la falsa víctima termina adoptando un tono entre derogatorio y pendenciero. Le importan un carajo los argumentos ajenos si ve peligrar su victimicidad. En su negativa a cualquier observación crítica o escéptica, la victimita describe un círculo vicioso. Consta de cuatro pasos. a) No es como ustedes dicen; b) Es como yo digo; c) Porque sí y así lo siento yo; d) Si sigues cuestionándolo, eres corresponsable del abuso que se me ha infringido, eres inmoral, y te las verás conmigo.

Me ha llevado de nuevo al libro de Giglioli la asombrosa reacción del diputado Yone Caraballo a partir de los ataques personales que sufrió en una comisión parlamentaria por el director del Servicio Canario de Salud, Adaset Goya. Caraballo ha asumido un papel de víctima, víctima acorralada y maltratada, víctima desasistida y solitaria, que quizás sea algo inapropiada.

Tiene toda la razón en indignarse y solicitar el amparo de la Cámara, pero lo que se espera en un adulto –y especialmente en un cargo público– es un mínimo de mesura y contención y no convertir un incidente parlamentario muy censurable en un martirologio. Desde un punto de vista judicial es cierto que no pueden divulgarse datos médicos de ningún paciente salvo si se cuenta con su autorización, pero haberlos hecho públicos hace años por el propio Caraballo –y no como una alusión brumosa, sino detallada y pormenorizadamente– implica una renuncia a la confidencialidad, al margen de que nadie pueda acceder a su expediente médico.

Es muy discutible que si se repite resumida y simplemente lo que con anterioridad divulgó el propio diputado pueda hablarse de un ilícito penal, pero en todo caso Caraballo no es ninguna víctima desprotegida: puede pagarse un abogado o lo puede hacer en su nombre su grupo parlamentario.

Todavía más asombroso –aunque no inesperado– es que esta víctima arremeta contra los periodistas que han informado sobre el incidente, que han recordado el propio relato de Caraballo sobre su baja médica como enfermero durante la epidemia de covid o que no comparten su análisis de lo ocurrido.

Caraballo se permite ponerlos a parir en redes y no duda un momento en llamar a un periodista radiofónico (por ejemplo) «estómago agradecido». Bueno, voy a ser sincero, y ustedes me disculparán, pero personalmente estoy harto de que privilegiados como Yone Caraballo –que ganan 4.500 euros limpios al mes y tiene donde volver a la administración pública, así que pasen veinte años en cargos políticos– hablen del estómago de los periodistas en medio de la situación económica que experimenta la inmensa mayoría de los profesionales de la información en Canarias.

Gente que vivimos de sueldos y colaboraciones intentando mantener la dignidad del oficio, Caraballo. Dese un puntito en la boca antes de insultar a un periodista, aunque le salga gratis. Y no siga usted actuando como un narcisista adolescente y bocachancla. Usted fue maltratado en un debate parlamentario, pero no es víctima de nada.

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