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Opinión | Azul y blanco

María José Hernández García

Secreto canario

Los exconsejeros Blas Trujillo (i) y Román Rodríguez durante su comparencencia en la comisión.

Los exconsejeros Blas Trujillo (i) y Román Rodríguez durante su comparencencia en la comisión. / María Pisaca

Es ese plato tan jugoso, parte interior del lomo de cerdo, que si es cochino negro de nuestra tierra, sabe a gloria bendita.

Pero si las chistorras pueden ser billetes de quinientos euros, los secretos canarios también pueden ser otra cosa.

Todo es bien sencillo. El PSOE sólo pretende una condena en bloque por la filtración a la prensa del informe que elaboró Raúl Acosta, diputado en nuestro Parlamento por AHI (Agrupación Herreña de Independientes), y que es el presidente de la comisión que investiga las posibles irregularidades del Servicio Canario de la Salud cuando se adquirió material sanitario durante la pandemia y la responsabilidad que tuvieron por (y en) ello el expresidente Canario y ahora ministro Ángel Víctor Torres; el consejero de Sanidad de entonces, Julio Pérez, y su sucesor, Blas Trujillo.

Acordar el secreto profesional es una forma de aplicación al caso del principio operativo en todos los tiempos y en todo lugar del ‘hoy por ti, mañana por mí’. Que en Canarias, con la potencia mundial que somos (exportando clima y playas, cada vez más contaminadas por los vertidos directos de desechos no tratados a nuestro Atlántico), se refleja con una frase: «me lo llevo calentito».

Los secretos aquí, en nuestra tierra, son de pacotilla. Básicamente consisten en recalificación de suelo rústico a urbano, en recibir unas comisiones por aquí y otras por allá; especialmente cuando los contratos públicos son adjudicados por la vía de urgencia, que implica menor control de entrada.

Luego están las ‘pecatas minutas’. Que si la Juana limpia el suelo de rodillas; que si aquél puso el agua y, de paso, también la mano; que si Cho Pancho inspira por la nariz con fuerza inusitada…

Las filtraciones, de postureo, son sólo pantallas para que los canarios pensemos qué tal de bien funciona nuestro Parlamento; ejemplo sin fin de control de una labor del gobierno desbocado en la mordida al cochino negro en los ocho soles que componen nuestro (des)afortunado archipiélago. Y que en Canarias las lechugas se aderezan con nuestros mojos verde y rojo, maridadas con nuestros exquisitos caldos, pese al descenso en producción. En la comarca Tacoronte-Acentejo, sus suelos arcillosos, al parecer, ayudaron al progreso de la maldita filoxera.

Taparse las diminutas miserias, unos a otros, trae grandes ventajas para el grupo; un grupo al que todos pertenecen; en el que ninguno (de ellos, claro) queda atrás (Pedro Sánchez dixit). La cohesión que da tantos intereses compartidos los convierte en casi casta, impenetrable a todas luces: Con el pueblo para seguir en la carrera del llenado de bolsillos propios y de amistades; sin el pueblo para rendir cuentas de sus dineros distraídos. Es la nueva versión de absolutismo ilustrado, pero sin lustre, sin vergüenza.

Se requiere que todos hagan una piña para mantenernos en la desinformación. Mientras nuestros ojos no vean, sus corazones bien que lo sienten… a base del disfrute de sus sentidos, en ocasiones inconfesable. Es nuestra particular adaptación de la versión ibérica de soles, chistorras y lechugas.

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