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Opinión | El recorte

ADN canario

La mayoría de edad de la economía canaria no se obtiene, como en los humanos, por las pruebas óseas, sino por la solidez de su tejido empresarial

Depuradora de aguas administrada por Canaragua en Canarias.

Depuradora de aguas administrada por Canaragua en Canarias. / ED

Cuando un grupo de empresarios canarios compró una hijuela regional de Iberia en Canarias, mucha gente pensó que se trataba de un corto vuelo de gallina. No nos dimos cuenta que estaba naciendo un pequeño gigante que se convertiría en una poderosa empresa autonómica capaz de extender sus tentáculos fuera de Canarias. Binter es hoy, con muchas luces y algunas sombras –quién no las tiene–, un grupo que da empleo a miles de personas, que ha invertido en la tecnología más puntera y que abarca a más de una docena de empresas.

Ayer se dio a conocer lo que parece el primer paso para la creación de otro poderoso conglomerado, en este caso en el mundo del agua y los servicios urbanos en las islas. Un grupo de empresarios canarios, a través del vehículo de inversión Archipiélago Aguas, ha comprado el 45 % de las acciones de la matriz del Grupo Canaragua en las Islas Canarias. Es una compañía de referencia en la gestión integral del ciclo del agua y forma parte del grupo multinacional Veolia, una empresa francesa que mueve más de cien mil millones de euros en activos en todo el mundo.

Pero lo importante no es, en este caso, el tamaño del gigante, sino la osadía de los canarios que han conseguido meter la patita territorial en ese enorme grupo. Porque no casualmente son tres de las empresas más poderosas de las islas: Grupo Martinón, Domingo Alonso Group y Satocán.

Esta gente no invierte su dinero para ser socios de un negocio ajeno, en el que no tengan más arte ni parte que aspirar a los dividendos. Así que la entrada con ese importante capital en el negocio canario de Agbar –la división de aguas que pertenece a Veolia y que opera en España con diferentes marcas– parece solo el primer peldaño de una escalera que podría tener en el horizonte la creación de una empresa canaria en el mundo del agua y, posiblemente, en el de los servicios urbanos.

La mayoría de edad de la economía canaria no se obtiene, como en los humanos, por las pruebas óseas, sino por la solidez de su tejido empresarial. Que hayamos consolidado un gran grupo canario en la aviación y la logística aeroportuaria –hay otras operaciones en marcha en el transporte marítimo– es una gran noticia. Que esté ocurriendo lo mismo en el área de un producto esencial en las islas, como el agua, es otra campanada. Es legítimo que en un mundo sin fronteras las grandes empresas vengan, realicen un trabajo y cobren por ello. Pero dice muy poco de la inteligencia autóctona. Porque si algo es un negocio y nosotros tenemos la renta de situación, deberíamos ser capaces de protagonizarlo. Nadie va a entender mejor a Canarias que los canarios. Y nadie va a invertir con mayor vocación de permanencia.

Estamos viendo la superficie emergida de un iceberg. Y ya es lo suficientemente importante como para causar asombro. Cada uno de los tres socios que, por ahora, están en ese nuevo proyecto del agua es por sí solo un referente empresarial en las islas. El mundo de los servicios urbanos, desde el agua a los jardines, junto con el de la energía, es uno de los grandes retos tecnológicos y de mercado del futuro. Que haya ADN canario en ese espacio es noticia. Una buena noticia.

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