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Opinión | RETIRO LO ESCRITO

Día de las Letras Canarias

La política cultural ha sido, hasta el momento, una de las decepciones de un Gobierno que se ha enfrentado con voluntad reformista a diversos aspectos políticos y administrativos y actividades económicas de Canarias

El presidente de Canarias, Fernando Clavijo, y la consejera de Ciencia, Migdalia Machín, acuden a la presentación en el Teide de los dos telescopios privados más grandes de España.

El presidente de Canarias, Fernando Clavijo, y la consejera de Ciencia, Migdalia Machín, acuden a la presentación en el Teide de los dos telescopios privados más grandes de España. / María Pisaca

Creo que vale la pena apoyar la muy pertinente propuesta de que el próximo Día de las Letras Canarias esté dedicado al novelista y periodista Alfonso García Ramos. Fallecido en 1980, apenas cumplidos los cincuenta años, es un escritor demasiado olvidado.

Fue un narrador excelente, dueño de una intuición esmaltada de talento, un periodista ejemplar, un socialista hondamente preocupado por los laberintos de la identidad canaria —algo que nuestros actuales socialdemócratas, por cierto, apenas se huelen—, al que no le achicó el franquismo. Peleó por su libertad, que era la libertad de todos, y escribió para entenderse y para que todos nos entendiéramos mejor, como individuos y como pueblo, y lo hizo en tiempos difíciles, como son los actuales, como lo son todos.

La opción de García Ramos deviene, ciertamente, muy oportuna, pero no estaría de más que le acompañara una reflexión sobre la mortecina evolución del mismo Día de las Letras Canarias, que se ha convertido al final casi en un trámite administrativo, una celebración menesterosa que apenas tiene impacto informativo, social ni cultural.

Yo creo que a la consejera de Universidades, Ciencia y Cultura —¿la ciencia no es cultura?— le interesa tanto como al último de los asesores de su departamento, es decir, absolutamente nada.

El Día de las Letras Canarias debería contar con un programa de actos y proyectos más amplio, más ambicioso, más coherente. No es así entera y exclusivamente por una desidia escandalosa.

Por poner un ejemplo, debería incluirse en esta efeméride la edición de una obra importante del escritor o escritora homenajeado. En el caso de Alfonso García Ramos, ¿por qué no sacar de nuevo a la luz Tristeza sobre un caballo blanco o lanzar una colectánea de sus artículos periodísticos?

El Día de las Letras Canarias debería programar, igualmente, conferencias y debates sobre el autor o autora elegidos, al menos en las capitales isleñas, actos en centros escolares y universidades, espacios en la televisión y la radio públicas.

Lo primero que necesita el Día de las Letras Canarias es que la Viceconsejería de Cultura se acuerde del mismo en un ataque de lucidez y se lo tome en serio.

La política cultural ha sido, hasta el momento, una de las decepciones de un Gobierno que se ha enfrentado con voluntad reformista a diversos aspectos políticos y administrativos y actividades económicas de Canarias.

En la política cultural, por el contrario, no se ha producido ningún cambio sustancial. Hasta ahí no ha llegado el espíritu reformista del Ejecutivo.

El supuesto eje vertebral de la estrategia en materia de política cultural, el marco que ordenaba programas e intervenciones, Identitaria, queda muy bien en una web coqueta, pero es un mero estuche con un impacto casi nulo y ninguna capacidad estructurante en las políticas culturales de las administraciones públicas.

Es un muestrario, no un instrumento de trabajo para la crítica, el debate, la recuperación o el análisis de la cultura canaria.

Y por algún motivo incomprensible —y tal y como denunciaba ayer en el Parlamento la diputada Yaiza López Landi— la convocatoria de subvenciones y ayudas se ha desperdigado en retrasos, errores, incoherencias y desórdenes.

Uno sospecha que la consejera Migdalia Machín cree suficiente ejercer el desparpajo palabrero en plenos y comisiones. La escucho con una verdadera estupefacción referirse al sector —es decir, a creadores y profesionales de la actividad cultural— como si los invitase a merendar todos los días.

El sector —para utilizar la palabreja— no tiene ni repajolera idea de lo que piensa la señora Machín sobre la política cultural, incluida la suya. No es demasiado proclive a las entrevistas en los medios de comunicación y se ha mostrado particularmente alérgica a las entrevistas, aunque se las hiciera un niño.

La consejera prefiere hablar mucho un politiqués impecable, no reconocer jamás un error, mover los bracitos con mucho énfasis y, cuando hace falta, estudiarse una chuleta diez minutos antes de cualquier intervención pública.

¿Sabe usted algo, señora Machín? Ni la política ni la gestión son eso. Usted no fue puesta ahí para eso. Su sueldo no queda justificado por eso.

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