Opinión | La columna
José Juan Ojeda Quintana
A vueltas con don Quijote

Argamasilla de Alba
Argamasilla de Alba, es un pueblo de Ciudad Real. Uno de esos pueblos de la España tradicional, que no sabe de comunidades separatistas, con las numerosas casas terreras rebosantes de recuerdos familiares que sobreviven a tempestades y desafían a los rascacielos. Tras las puertas y ventanas entornadas de esas casas, se ocultan las miradas escrutadoras, invisibles, de los habitantes que siguen a los forasteros en todos sus pasos y movimientos. Entre esos forasteros yo me encontraba.
Atravieso la Plaza de España, (La Glorieta), para dirigirme a la Iglesia de San Juan. En la Plaza hay tres esculturas de Cayetano Hilario: Quijote, Dulcinea que apoya en su pecho un cántaro de aguadora y Sancho Panza, adelgazado. En la Plaza de Alonso Quijano están las estatuas de Cervantes y Azorín.
La Iglesia de San Juan, es una magnífica representación de todas las Iglesias de los pueblos de España. Los feligreses salen de la Iglesia, las mujeres a sus casas, donde le espera la cocina. Los hombres, algunos a la taberna en la que yo entro. Cuatro campesinos juegan a las cartas y otros apoyados en el mostrador hacían honor a los notables vinos de Valdepeñas. La Iglesia, tiene la tipología de iglesia columnaria, ladrillos marrones, torre donde reposan las campanas, mujeres con sus pañuelos cubriendo la cabeza, rezando bajo el silencio vespertino, que vuelven al unísono sus miradas para examinarme.
Empezó la construcción de la Iglesia, Juan de Onero en 1542. Hay un cuadro ex-voto, en la capilla de la Virgen de Illescas. Su leyenda dice de la locura de Rodrigo Pacheco, a quien conoció Cervantes. Podía haber sido el personaje del Quijote. Su sobrina era Doña Aldonza. Otro personaje conocido es el Bachiller Sansón Carrasco, Caballero de los espejos.
Al viajero le recomiendo la visita a la Ermita de San Antón, 1796, Rebotica de los Académicos lugar de encuentros culturales, el Castillo de Peñarroya, construido en 1196 a las orillas de las Lagunas de Ruidera, magnífica evocación de la Naturaleza. Y conquistado a los moros en 1190, por las órdenes de Santiago y San Juan, donde se guarda la imagen de Nuestra Señora de Peñarroya, matrona de Argamasilla.
Pero la gran joya se debe a que Cervantes estuvo preso en la cueva de Medrano. En aquel tenebroso encierro, en aquel angustiado cofre de cal y canto, inspiró a Cervantes, para escribir la historia de Alonso Quijano, el Quijote. En 1862, la compró Gabriel de Borbón. Prior de la Orden de San Juan. Tras la muerte de Gabriel, en 1975 la casa-cueva pasa a su viuda Cristina de Borbón. En 1614, Alonso Fernández de Avellaneda invitó a Manuel Rivadeneyra a trasladar su imprenta a la Cueva, allí se hizo una edición del Quijote en 1862. Al final el Ayuntamiento se hace cargo de la Cueva, convirtiéndola en sede cultural. He aquí pues despejado el lugar al que en el Quijote, Cervantes se refiere: «En un lugar de la Mancha de cuyo nombre, no quiero acordarme…»: ¡Argamasilla de Alba!
En ese lugar, corría de Norte a Sur el río Guadiana y el Canal del Gran Prior de San Juan. Y hay que dejar claro que Argamasilla es lugar de pinos y chopos, que marcan sombríos caminos a todas las regiones de España. Leo a Denis Diderot; Nacer, vivir, morir solo es un cambio de forma. Añado que nacer, vivir y morir en Argamasilla no es cambio de forma. Es una antesala del Paraíso.
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