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Opinión | El recorte

Indocumentados

Ana Oramas, en una comparecencia en el Parlamento de Canarias.

Ana Oramas, en una comparecencia en el Parlamento de Canarias. / Andrés Gutiérrez

Ana Oramas no hace prisioneros. Para entender el carácter volcánico de la más famosa diputada de Canarias no hay más que recordar que su propio partido le metió una multa de mil euros por votar contra la investidura de Pedro Sánchez en el año 2020, dejándoles con el culo al aire. Dicen los rumores que en realidad pagó mil cinco euros, diciéndole a un dirigente de su partido «Toma: lo que sobre es para que te tomes un cortadito». Será falso, seguro.

Hace unos días la actual vicepresidenta del Parlamento canario llamó «indocumentados» a los socialistas palmeros que sostienen que la bonificación del 60% en el IRPF para los residentes en la Isla Bonita «se negoció mal». El cabreo de Oramas está basado en que lo negoció ella misma. Según los socialistas, la medida solo se acordó para el año 2023. Pero eso no es verdad. Que es otra manera de decir que es mentira. Porque si fuera así no se habría aplicado para las rentas de 2024, como sí se hizo. El asunto es que tiene que prorrogarse por el Gobierno, para que lo aplique la Agencia Tributaria. Y este año no se ha hecho. Pasa lo mismo que con los cien millones anuales concedidos con destino a La Palma. Los socialistas han dicho que fue una medida puntual para el año 2023, pero en la propia página de Moncloa se escribió, literalmente: cien millones de los PGE de 2023, «a renovar por tres años más». No hay más preguntas, señoría.

Pero la apisonadora Oramas no se quedó ahí. En unas declaraciones al periodista Javier Rodríguez, la política canaria le ha pegado un escopetazo en los besos a Ángel Víctor Torres, presidente a la sazón del anterior Gobierno canario que, según ella, llamó a Madrid para impedir que Coalición Canaria «se apuntara el tanto político» de conseguir los fondos extraordinarios que habrían llegado a La Palma ya en el año 2022. Esos millones no llegaron –como había negociado Oramas con representantes del Grupo Socialista en el Congreso– por las llamadas de Torres, que exigió a Moncloa frenar el acuerdo in extremis para que los nacionalistas no capitalizaran electoralmente la recuperación palmera. «Eso fue así. Y lo digo públicamente. Lo tengo acreditado. Tengo los documentos, tengo los whatsapps, tengo las llamadas». Y ahí queda eso.

Los compromisos entre Madrid y Canarias, ahora y siempre, han sido objeto de frecuentes incumplimientos y polémicas. En Godilandia nunca han llegado a divisar, desde tan lejos, los problemas del Archipiélago. Y, es más, están de nosotros hasta la coronilla porque creen que somos unos puñeteros llorones y unos mantenidos que siempre quieren más. Tienen perfecto derecho a tener esa mala opinión. De hecho, otros pensamos mucho peor de ellos. Pero queda muy mal decir digo donde se dijo Diego y venir para salir en las televisiones que retransmitían la catástrofe volcánica en directo, prometiendo solidaridad sin cuento y ayudas sin límite, para desdecirse después y empezar a racanear. No se puede ser tan agarrado con unos y tan espléndidos con otros, en función de que hablen canario o catalán.

Más allá de la calentura de Oramas, los socialistas canarios están quedando mal en una foto que es de otros. Pero es lo de siempre.

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