Opinión | Retiro lo escrito
Bicis por Santa Cruz

Carril bici en Santa Cruz de Tenerife. / MARIA PISACA
La ridiculez sobre los carriles bici en Santa Cruz acabó donde tenía que acabar, es decir, en su retirada. Eso sí, sin que nadie, absolutamente nadie, haya pedido excusas desde el ayuntamiento de Santa Cruz. El alcalde Bermúdez parece que se resigna a cumplir resoluciones judiciales que, a su juicio, no tienen ni pies ni cabeza. Lo cierto es que han defendido su torpeza con uñas y dientes. Ayer el Comisionado de Transparencia –órgano dependiente del Parlamento de Canarias donde Bermúdez es diputado– publicó una curiosa nota, en la que venía a decir que solo gracias a su presión la asociación de vecinos más potente del centro comercial de Santa Cruz había recibido la información que había solicitado sobre la red ciclable diseñada y parcialmente ejecutada por la corporación. No cabe extrañarse demasiado. El gobierno municipal se metió en este asunto sin consultar a nadie, sin debatir con nadie, sin convocar a ningún representante de la sociedad civil. Por no hablar con nadie tampoco habló con los ciclistas para desplegar más de 23 kilómetros de carriles segregados para ciclistas y conseguir algo que, por lo visto, es un bien universal en sí mismo: que pueda recorrerse Santa Cruz en bicicleta. Una experiencia que para muchísima gente, se los aseguro a munícipes y ciclistas, es perfectamente prescindible.
La cosa no podría salir bien no solo por el desprecio por el diálogo y el consenso del que han hecho gala nuestras autoridades municipales. Al menos en esta ocasión el señor Tarife no ha amenazado con sentarse sobre una bicicleta y poner multas a los que no lleven maillot blanquiazul. Es que las cosas no se hacen a pedazos y en beneficio de fotos y titulares que te dejen precioso. Desarrollar una red ciclable no consiste en coger el callejero y pintar carriles de uso exclusivo de bicicletas. Una red ciclable implica un conjunto de políticas, infraestructuras y programas de movilidad que se integran en una estrategia coherente que debe emprenderse en su conjunto, implicar a toda la sociedad civil, responder a un modelo urbanístico definido. No consiste en pillar una puñetera subvención europea y correr a quemar la pasta para que no se pierda. De gente que lleva tantos años en el ejercicio de la política -–felizmente encajonados en cargos públicos– uno esperaría menos diletantismo y más madurez como gestores.
Por lo demás habría que insistir en que la configuración urbana de Santa Cruz y su elevado parque de automóviles, camiones, furgonetas y motocicletas pone severos límites a una red ciclable extensa. Es un chiste eso de llenar de bicicletas la ciudad para «expulsar» a los vehículos motorizados fuera de la capital. Simplemente no hay lugar donde «expulsarlos». En una vía con tanto tráfico como la calle del Pilar el carril bici ha generado retenciones y atascos insoportables. Y el carril no ha sido utilizado. Si llega a serlo, y por pura precaución de los conductores, la circulación por la calle hubiera sido todavía más lenta y premiosa. Esta decepción forma parte de la incomprensión de nuestros sueños. Todos queremos tener un par de coches en casa y llegar a Santa Cruz o al Puerto de la Cruz en veinte minutos. Todos queremos subir al Teide cuando nos plazca pero que se regule la subida (únicamente) a los extranjeros. Se pretende facilitar la movilidad por tracción animal pero no encuentras sitio donde aparcar. Los políticos, en lugar de señalar y despejar estas contradicciones, las alimentan y confunden. Son incapaces de decir que no, que no se puede y probablemente en los próximos veinte años no se podrá recorrer la ciudad de punta a punta en bicicleta. Y tampoco es una maldita catástrofe.
Existe un proyecto para disfrute de los ciclistas. Consistiría en un carril bici que una la avenida de Anaga con San Andrés y la playa de Las Teresitas. La primera fase, de hecho, está acabada hace muchos años. Sería una iniciativa muy atractiva si se inserta, además, en una mejora funcional y estética de la carretera y sus aceras que remedie el aspecto posapocalíptico que presenta en varios tramos, en los que uno espera que en cualquier momento una horda de zombis salten desde una escombrera y le devoren. En el peor de los casos podremos echarle a Tarife y saldrán huyendo.
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