Opinión
El día de la marmota

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una sesión de control en el Congreso. / José Luis Roca / EPC
Debe ser el fango. Ya saben que cuando se seca, por acción del calor, forma una masa sólida que tapona los conductos. Y hasta el más optimista tendrá que admitir, por mucho que le pese, que España está atascada. Sin presupuestos, sin posibilidad de aprobar leyes, sin mayoría de gobierno. Cada día peor que ayer, pero mejor que mañana.
Es público que Pedro Sánchez cogió un día la pala para enterrar a Montesquieu afirmando que en una democracia como la española —que cuando besa es que besa de verdad— se puede gobernar sin el Congreso. Que es, por cierto, lo que lleva haciendo desde hace ya bastantes meses. Pero ese perro tiene la correa muy corta. Aunque se han forzado las cuadernas del Estado hasta hacerlas crujir, hay medidas que necesitan el respaldo del poder legislativo. Y ese poder, ahora mismo, está atascado sin remedio. Es lo normal, con tanto fango y tanto calor, a causa del calentamiento global, que al final se haya taponado el sentido común.
Europa le aprieta las tuercas a nuestro país por su incapacidad para hacer las grandes reformas que se le exigen. Pero los intentos de conformar una mayoría suficiente para hacerlas, para aprobar nuevas leyes y cuentas públicas, parecen condenados al naufragio. Vivimos en el día de la marmota político en un clima de negociaciones frustradas, acuerdos imposibles, chantajes y amenazas públicas. Parte de la izquierda y de los independentistas están contra el actual Gobierno. Pero aún más en contra de otro que sería peor para sus intereses. Ni con Pedro ni sin Pedro tienen sus penas remedio. Un sin vivir.
Hay enjambres sísmicos que apuntan a un fin anticipado de legislatura. Emanaciones de urnas y rumores de fuegos fatuos electorales. La televisión pública se ha convertido en un medio del Gobierno en el más estricto sentido de la palabra, con una programación río destinada a amplificar el argumentario del Álamo en que se ha convertido Moncloa. La vida pública parece haber entrado en un paroxismo electoral.
El principal incentivo para que no se llame a las urnas es que Pedro Sánchez convocaría una votación con sólidos indicios de derrota. El mejor escenario que dibujan las predicciones más favorables habla de una victoria pírrica de los socialistas cuya única satisfacción —no menor— sería que la ultraderecha podría comerle la tostada a los populares. Pero, sinceramente, no veo a Sánchez como Sansón acabando consigo mismo para llevarse por delante a los filisteos.
A favor de que sí habrá adelanto electoral está el gravísimo e insoportable deterioro de la vida institucional. Porque al escenario de una división política irreconducible, al enfrentamiento cainita de todos contra todos y a la debilidad parlamentaria del Gobierno, se le suma el horrendo panorama judicial del presidente. Por mucho que se intenten construir relatos alternativos, tenemos a un fiscal que borró pruebas como los narcos que tiran los fardos de droga por la borda al ver a la Guardia Civil; a una esposa que utilizó indebidamente su posición de poder para facturar; a un hermano enchufado en una nómina pública por un alto cargo que intentó aforarse a velocidad hiperlumínica para escapar de la zarpa de la Justicia; a dos secretarios de organización del PSOE abatidos por el fuego amigo de un asesor aficionado a las fonotecas; a un expresidente devenido en multimillonario que acabará teniendo que dar explicaciones de sus extraños negocios con gente poco recomendable… O sea, un cuadro del Bosco.
Aguantar cuando todas esas piezas se vayan exponiendo sobre el tablero judicial será una tortura china; porque defenderse desgasta mucho más que atacar. Si atisba una mínima mejora del escenario electoral se lanzará a la piscina. Porque un presidente se defiende mejor desde el poder, pero también está bajo todos los focos. Sánchez sufre ya el inmenso desánimo de quien comprende que ya todo va irremediablemente mal. Que no hay salida posible cuando todo es adversidad.
Una mañana cualquiera, la marmota podría salir y anunciar que se acabó el invierno. Sánchez, que resucitó una vez después de muerto, podría tener la tentación de decir «pase de mi este cáliz». Y no se va a tomar cinco días para pensarlo. Esta vez su carta se publicará en el BOE. n
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