Opinión | El recorte
El mar robado

Puerto de Santa Cruz de Tenerife. / María Pisaca
Santa Cruz es una capital singular. Debe ser la única en el mundo que está al lado del mar pero lejos del mar. Se lo robó un puerto que se construyó a lo largo de toda la fachada marítima. Un muro de hormigón, grúas, contenedores y tinglados.
En otras ciudades de España, las zonas portuarias obsoletas se han reconvertido en entornos integrados en el ocio urbano. Aquí no. Aquí son ruinas abandonadas. Hace años se presentó un proyecto en el que se vendía un gran cambio: el tráfico industrial y gran parte del comercial se trasladaría al Sur y el puerto de Santa Cruz se dedicaría al turismo de cruceros. Ese sueño, como muchos en esta isla, acabó roncando. Granadilla es un fiasco y el puerto sigue siendo lo mismo que era. La entrada por mar a la ciudad es como una zona bombardeada.
En su día también se planteó que la expansión comercial y de ocio de Santa Cruz se podía hacer más allá del puerto; en Las Teresitas. Construir hoteles, centros comerciales y de ocio en las laderas en donde hoy se acumula basura y condones. Se levantaron unas pocas voces que gritaban que la playa era del pueblo y que eso significaba robársela a los vecinos de los barrios. El Ayuntamiento de Santa Cruz le compró el suelo a los propietarios, para que no se construyera. Y a quienes lo hicieron les premiaron con el talego. De nuevo no se hizo nada.
Ahora regresa la pretensión de construir un hotel en el solar de una vieja batería militar y acondicionar la playa con zonas de esparcimiento e instalaciones comerciales y de ocio. Y vuelven a surgir voces que denuncian que eso es tanto como expropiarle la playa a los vecinos. La historia es circular. Las Teresitas parece condenada a una maldición que consiste en que no se haga nada para modernizarla. Y el puerto, como la ciudad, no se transforma. El viaje desde el centro urbano hasta San Andrés es un paseo entre tanques y ruinas, excepción hecha de la zona de baño de Valleseco, que solo costó hacer un cuarto de siglo.
Santa Cruz le ha dado la espalda al mar y al turismo. Y cada vez que surge una iniciativa para conquistar algún nuevo espacio surge algo que se lo carga. Cuando el fallecido Manuel Hermoso, el mejor alcalde de esta capital, propuso convertir la dársena de Los Llanos –posiblemente la obra más inútil de Canarias, junto a la presa de Los Campitos– en una zona de baño y de expansión para los ciudadanos, se levantó en armas la administración del Estado, oponiéndose con uñas y dientes. ¿Para qué? Para nada. Para defender ese desierto inservible que es hoy.
Lo más doloroso de esta historia es la certeza de que esta ciudad tiene todas las condiciones naturales para convertirse en una espléndida capital abierta a mar. Porque cuenta con una privilegiada situación costera. Pero ha renunciado a serlo. Nadie ha sido capaz de afrontar el reto de rescatar para la gente el mar secuestrado. Lo que nos parece normal en el Sur es imposible en Santa Cruz. Somos perfectamente felices en nuestra mediocridad provinciana, tan ajena a San Sebastián, Málaga, Las Palmas, Vigo, La Coruña o Barcelona. Estamos bien así. Con la mirada perdida en el horizonte tapado por los contenedores. Así sea.
Suscríbete para seguir leyendo
- Un radar con más de 14.300 conductores 'cazados' por exceso de velocidad, el dispositivo más multón de Tenerife
- El 'edificio Mapfre', comprado por el Gobierno de Canarias por 21 millones, estará a plena disposición en 2026
- Encuentran el cadáver de un hombre cerca de una playa de Tenerife
- El Toscal ya enseña la nueva imagen de su transformación
- El Teide supera por primera vez los cinco millones de visitantes
- Dos heridos graves por un incendio en el hotel invadido por okupas en Tenerife
- Una avería desata retrasos marítimos en cascada en Canarias con esperas de más de siete horas
- El descenso y el sello de Manu Guill rejuvenecen la plantilla del CD Tenerife