Opinión | A babor

La inocencia, según Tezanos

El presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), José Félix Tezanos, comparece en Comisión Constitucional del Congreso, a 11 de septiembre de 2024, en Madrid (España). Tezanos comparece hoy en la Cámara Baja a petición del Grupo Parlamentar

El presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), José Félix Tezanos, comparece en Comisión Constitucional del Congreso, a 11 de septiembre de 2024, en Madrid (España). Tezanos comparece hoy en la Cámara Baja a petición del Grupo Parlamentar / Alberto Ortega - Europa Press

Ya no es que se carcajeen de nosotros. Es que lo hacen con descaro, con arrogancia y con absoluta impunidad. Esta vez ha sido José Félix Tezanos, presidente del CIS, socialista de carné y sanchista de devoción, quien ha dado el paso. Ha insinuado que el caso Ábalos –y por extensión, el caso Koldo, el caso Cerdán y toda la trama de comisiones, mordidas y sobres ocultos– podría ser un «montaje». Así, con esa palabra. Un montaje. Porque no ha aparecido todavía el dinero.

No han encontrado los millones en ninguna caja fuerte ni en bolsas de deporte con fajos marcados, y por tanto –nos dice el responsable oficial de medir la opinión pública española– es posible que todo lo que hemos visto y escuchado estos días sea ficción. Quizá no haya habido corrupción. Quizá estemos ante una conspiración contra esos tres caballeros inocentes del Peugeot.

Tezanos no es un tertuliano ningundi. Es el director del CIS, la institución que debería ofrecer datos neutrales sobre el estado de la sociedad y sus opiniones políticas. Pero hace años, tras enfrentarse al que fuera su mentor, Alfonso Guerra, y aceptar sustituirlo en la Fundación Pablo Iglesias, Tezanos se convirtió en una pieza clave de la maquinaria propagandística de Moncloa. Manipula los barómetros, cocina los porcentajes y ahora se dedica también a blanquear a los implicados en tramas delictivas. Y no se le cae la cara de vergüenza. De hecho, defiende con solemnidad que Sánchez ya «ha pedido disculpas» por los nombramientos de Cerdán y Ábalos. Como si esto fuera un asunto de elegancia política y no de responsabilidad directa. Al parecer, lo único que se le puede exigir al presidente del Gobierno es un «lo siento» a media voz, no explicaciones por haber sostenido durante años, en el corazón del poder socialista, a quienes están ahora señalados por la justicia como el núcleo de una red de corrupción institucional.

Pero el objetivo de Tezanos no es solo proteger al jefe que lo nombró. Es algo más ambicioso: quiere reescribir la realidad, como hace mes tras mes con sus sondeos. Lo logró con los indultos, con la amnistía, con la invención del «relato emocional» del Sánchez enamorado que se encierra cinco días a reflexionar sobre el dolor de su corazón partido. Lo están consiguiendo con el viraje sin coste hacia el gran conflicto con Trump, con el que Sánchez intenta volver a seducir a este país nuestro, tan sobrado de valientes de salón. Y ahora quieren lograrlo con la purificación narrativa de los tres golfos apandadores del Peugeot.

Ya no serían delincuentes en potencia, ni siquiera tipos sospechosos. Ahora serían –según este relato en construcción– víctimas de un montaje. No cobraron mordidas, porque si lo hubieran hecho, el dinero habría aparecido. No es razonable pensar que el money pueda haber sido enterrado en un colchón, movido a divisas cripto, oculto tras sociedades pantalla o dilapidado en joyas y Rolex, pisos, jets y cenas a lo grande. Pobrecitos inocentes, maltratados por ser sanchistas, por apoyar al Gobierno de progreso, por negociar la compra de mascarillas necesarias o por enchufar a medio sindicato nacional de putiplistas en la Función Pública…

Lo verdaderamente asombroso es que Tezanos tenga los arrestos de decir algo así en público, en abierto, y en un acto académico. Es la señal de que estos ya ni siquiera sienten la necesidad de guardar las formas. La impunidad discursiva es total. Da igual que los teléfonos del Tito Berni desaparecieran misteriosamente de dependencias policiales, que los contratos de EPIs sean un glosario de irregularidades, que abunden audios, transferencias, grabaciones, testimonios. Mientras no aparezca el maletín lleno de billetes en las manos de Sánchez, todo será negado.

Y mientras tanto, la pregunta urgente es: ¿dónde está el PSOE? ¿Dónde los militantes? ¿Dónde los que pedían regeneración democrática? ¿Dónde quienes presumieron de decencia frente a la corrupción del PP? Ahora todos callan, aceptan resignadamente el guion y asumen sin rechistar la nueva consigna: presentar a los suyos como mártires de un montaje judicial, víctimas de la fachosfera, de la Guardia Civil franquista y de los presudomedios reaccionarios.

Ese es el verdadero drama de fondo: la claudicación moral de un partido que fue central en la historia democrática de este país y que hoy se deja arrastrar por la estrategia de mera supervivencia de un César dispuesto a incendiar Roma si hace falta, y a convertir cada escándalo en una nueva y calculada maniobra de la derecha que viene para sacarlo a él del poder. Y eso ocurre mientras la sociedad –una parte al menos– sigue tragando que sea normal y aceptable que el jefe del CIS diga, sin consecuencias, que todo podría ser un montaje. A la espera de que no pase nada mientras el relato oficial insista en la inocencia de los tres tóxicos.

Pues no. Esto no es normal. Esto no debería ser tolerable. Y sin embargo, aquí está el PSOE, en silencio. Aceptando –una vez más– que Tezanos nos diga lo que es la realidad.

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