Opinión | Retiro lo escrito
La Base Naval está bien donde está

Base Naval de Las Palmas de Gran Canaria / El Día
Algunos murmuran en los pasillos del ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria que la concesión de la Medalla de Oro de la capital a la Base Naval –que ha erizado a numerosas fuerzas y colectivos de izquierda– forma parte de una estrategia de Carolina Darias para mejorar las relaciones con la Armada y encauzar unas conversaciones destinadas a recuperar los muchos miles de metros cuadrados del Arsenal y las zonas adyacentes. No le ha salido muy bien a la alcaldesa. En general los socialistas no pueden apuntarse muchos éxitos en este asunto. Desde los años de don Juan Rodríguez Doreste dicen una cosa y hacen otra y siempre viceversa. También, por supuesto, cabe otra actitud: no hacer lo que se dice que está prácticamente hecho, una de las especialidades de César Augusto Hidalgo. Creo recordar que el retranqueo de la fachada del Arsenal –una de las infinitas gestas hidalgas– es más antiguo todavía que el proyecto de la Metroguagua. En el fondo jamás se han implicado seriamente en este asunto porque no han tenido el suficiente coraje político para explicar que la Base Naval está bien donde está, que desde el punto de vista de la defensa militar de Gran Canaria y de todo el archipiélago resulta indispensable, y que solo a partir desde el realismo obligado de esta constatación puede plantearse –y de forma limitada– un uso conjunto de una parte de los terrenos.
Algunas izquierdas tienen legítimo derecho a otro análisis y otras reivindicaciones. Pero en su mayoría ese análisis es inservible como explicación y está más empapado en ideología que en racionalidad política, militar y social. Basta con leer el manifiesto leído en la manifestación del pasado lunes para encontrar de nuevo esa prosa lunática de los ochenta que presuponía que la defensa militar supone el subproducto malvado y canallesco del capitalismo globalizado y cosas así de lúcidas y heroicas. La «lógica belicista» para esta buena gente significa estar preparado para defender tu territorio y tu población de una agresión externa. La estructura de la Base Naval, su disposición logística, sus medios técnicos y armamentísticos y las directrices militares que ordenan e impulsa su trabajo cotidiano son de naturaleza exclusivamente defensiva. Por ejemplo, la Base Naval no alberga destructores ni fragatas de la clase Álvaro de Bazán, como sí ocurre en bases como la de Rota. De lo que se dispone es de patrulleros oceánicos, que cumplen misiones de vigilancia, patrulla y control marítimo. Lo mínimo que se despacha –con perdón– en materia de seguridad marítima. Por cierto, la Base carece igualmente de sistemas de misiles antiaéreos, al menos con carácter permanente. Solo con ocasión de maniobras o misiones muy específicas de han desplegado en Canarias misiles antiaéreos.
A la cejijunta majadería pacifista todo esto se le antoja irrelevante. Llevan cuarenta años practicando las mismas retóricas y despreciando la realidad. «La militarización de nuestro archipiélago no es una anécdota ni un asunto simbólico; es una realidad estructural, con consecuencias profundas». Por supuesto, no existe tal militarización. Las fuerzas armadas no influyen en las dinámicas de la vida civil, no condicionan el desarrollo económico de Canarias, no drenan presupuestos públicos de las administraciones locales, insulares y autonómicas, no imponen en absoluto «su lógica y sus valores» en el espacio público. Y ya es delirante –además de una mentira fanatizada– afirmar, como lo hace esta buena gente, que la OTAN está desplegada en todas las islas. Pero lo que más me aturde es la prodigiosa irresponsabilidad de los firmantes del manifiesto, que saben de buena fuente que jamás estallará un conflicto armado en África Occidental, que los ejércitos no sirven para nada, que como en la vida individual es pura tontería defenderse de nada ni de nadie, que si desapareciera el último soldado en Canarias el mundo nos aplaudiría hasta romperse las manos.
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