Opinión | Observatorio
Joan Tapia
Sánchez: la temeridad

Pedro Sánchez, este jueves en Bruselas. / EFE
Europa gasta menos en Defensa porque siempre ha disfrutado con la OTAN de la protección americana. Obama ya lo dejó claro. Y España era uno de los países europeos con menos gasto militar (1,3% del PIB frente al máximo del 4,5% de Polonia). La invasión rusa de Ucrania implicó un cambio de época y Europa, empezando por Alemania, empezó a asumir la asignatura pendiente. Pero tras Putin llegó Trump, que cree que todo el mundo ha maltratado a América –Europa por el escaso gasto militar y por el superávit comercial– y ahora exige que los países europeos suban dicho gasto al 5% del PIB. Es una imposición arbitraria y difícil de cumplir. Pero Europa quiere evitar los contenciosos con Trump y el secretario general de la OTAN, el antiguo primer ministro holandés Mark Rutte, ha conseguido que 31 miembros de la OTAN –todos menos España– acepten subir dicho gasto al 5%. Ya veremos luego cómo países como Francia o Italia, con mucho déficit público, lo cumplen.
Pero lo que quiere Rutte está claro: firmemos, gastemos algo más en Defensa y luego... Dios proveerá. Incluso hizo una carta a Sánchez, excluyéndole de la obligación, para tener la fiesta de la OTAN en paz. Trump ya presume de haber impuesto una paz justa (¿sostenible?) a Israel e Irán y ha salido contento de Bruselas. Pero lo de Sánchez se le ha atragantado. ¿Podía hacer España algo distinto a Francia, Italia negándose al 5%? Razones hay. El 5% tiene algo de irracional, a lo Trump, e implica aumentar el gasto en Defensa de 30.000 millones (para cumplir con el 2% Sánchez ya lo ha subido 10.000 millones el 2025) a unos 80.000 millones anuales. Es algo que da vértigo porque requeriría más impuestos, menos gasto –social incluido– y más deuda pública.
Objetivamente es un gran varapalo a las expectativas de una España que siempre quiere vivir mejor. Y no siempre sabe sumar y restar. Pero ¿puede España disimular (el acuerdo con Rutte) y decir algo distinto a lo que firman los otros países europeos del sur, empezando por Francia e Italia? Siempre habría sido un serio riesgo.
Pero en el caso de Sánchez es una gran temeridad porque no tiene una mayoría sólida, ni presupuestos aprobados y está en una situación política de debilidad por el escándalo Ábalos-Cerdán que pone de relieve irresponsabilidad al entregar el mando del PSOE a dos presuntos defraudadores con conversaciones grabadas que hacen enrojecer.
He repetido muchas veces que la total ausencia de consenso entre los dos grandes partidos debilita a España. Ahora lo comprobamos. Y Sánchez parece huir hacia adelante diciendo que Feijóo habría firmado el 5%, cuando el líder del PP callaba pues subir el gasto militar no es popular.
Pero Trump ha dicho cuatro cosas que merecen una reflexión. Una, que Europa se ha portado bien. Agradece el peloteo de Rutte. Dos, que España es insolidaria porque es el país que paga menos y no quiere aumentar el gasto como los otros países. Tres, que hará que España pague el doble a través de la guerra comercial. Los aranceles los negocia la UE, pero Trump puede castigar más las principales exportaciones españolas. Cuarta, que España es un gran país y que la economía va bien, pero que si pasa alguna cosa podría quedar «arrasada».
Y visto cómo se comporta Rutte –o Macron, o Merz– es evidente que Sánchez, ya adicto a correr riesgos, aunque en el fondo pueda tener razón, ha cometido una temeridad. Quizá no tuviera otra salida para no perder el apoyo de grupos como Sumar. Pero para mantener una política exterior que se diferencie algo de la europea –cosa ya complicada– no necesita el apoyo de Yolanda Díaz sino el del PP. En asuntos relevantes, España solo puede tener una política exterior propia –y aún– si es bipartidista.
No estamos ahí. Sánchez ha optado por diferenciarse de Europa y además en una posición interna de debilidad. ¿Piensa superarlo solo –sin mayoría– y apelando a la soberanía nacional, la racionalidad presupuestaria y la no sujeción al dictado de Trump que asumen –al menos de palabra– las grandes capitales europeas?
Puede ser una arriesgada jugada política, pero es una temeridad que puede tener graves consecuencias. Para él y para España. A Trump solo se le puede plantar cara desde una posición de fuerza. Y no parece ser el caso.
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