Opinión | RETIRO LO ESCRITO

Otra bandera para Clavijo

Fernando Clavijo

Fernando Clavijo / Europa Press

Soy muy aficionado a las películas apocalípticas. Pocas cosas me ponen de tan buen humor como un filme que relata las últimas semanas, días o incluso horas de la Humanidad. Ahora que lo pienso la palabra hora ocupa un lugar central en los títulos de estas maravillas tan horrorosamente entretenidas. ¿Recuerdan La hora final, del bueno de Stanley Kramer, con una decadente pero aun bellísima Ava Gadner y Gregory Peck haciendo gala, como siempre, de su magnífica capacidad para solo transmitir una emoción y media? Es del 59 y del 2014 es Las últimas horas, una mediocridad australiana que no está mal de todo. La variedad es enorme para explicar el cataclismo terminal y espeluznarnos hipnóticamente: caída de meteoritos, guerra nuclear, invasión extraterrestre, maremotos y terremotos, epidemias normales y epidemias de zombis, contaminación letal por nuestros propios pecados desarrollistas. La hecatombe que usted prefiera a la hora que más le guste.

Desde el primer día de la presente legislatura el PSOE ha querido filmar, principalmente en el Parlamento pero también con rodajes en exteriores, una película de catástrofes protagonizada por Fernando Clavijo, sus compañeros y sus socios. La verdad sea dicha no les ha salido medianamente aceptable, ni siquiera como película de terror. Su invención carece de cualquier épica cataclismática. Lo que más me recuerda es un cortometraje en el que el fin del mundo consistía en que a la gente, misteriosamente, le estallaba la cabeza sin mayores explicaciones. Como si a Nayra Alemán estuviera leyendo algo y repentinamente se le evaporaran los sesos. Claro que en esa película, donde toda la especie humana acababa sin cabeza en veinte minutos, se cuidaba mucho de explicar las razones de semejante epidemia. En la obra dirigida por Sebastián Franquis y Nira Fierro la explicación es, en cambio, casi evidente, y resulta de la combinación de soberbia, ninguna planificación política y una convicción que consiste en que repetir derecha, derecha, derecha, aterroriza a la gente y es más que suficiente. ¿Cuándo aprenderán que en Canarias hay tanta gente de derechas como de izquierdas? ¿Cuándo comprenderán que solo una estrategia social y económicamente transversal podría mantener al PSOE como fuerza más votada de Canarias? Y por cierto, para desembarcar de nuevo en el Gobierno autónomo, ¿les conviene seguir siendo la fuerza política más votada de Canarias?

Ayer Fernando Clavijo y su consejera de Empleo, Jessica de León, intermediaron de nuevo entre empresarios turísticos de Ashotel y sindicatos para lograr un acuerdo salarial. Y lo han conseguido: casi el 13% de incremento en los sueldos en los próximos tres años. Por supuesto que eso no lo es todo para actualizar y mejorar las condiciones laborales de los empleados turísticos, pero es un buen acuerdo, un magnífico punto de partida, que aleja la continuidad de las huelgas. Este éxito –si se confirma en todos sus términos– es una banderita más que el presidente y su Gobierno –un gobierno socioliberal mucho más reformista que el de Ángel Víctor Torres– le quitan a la izquierda dizque socialdemócrata, pero todavía fascinada por las políticas asistenciales que pusieron en marcha en la pospandemia. Unas políticas que en la mayoría de los casos tenían su razón de ser, pero que debieron y deben ser simultáneas a verdaderas políticas sociales, como, por ejemplo, la construcción de viviendas pública, que fracasó lamentablemente en el Ejecutivo integrado por el PSOE, Nueva Canarias y la Agrupación Socialista Gomera. Los socialistas canarios deberían en los próximos tiempos replantearse su estrategia política y parlamentaria. Incluso si en el próximo otoño su secretario general sigue siendo Ángel Víctor Torres, porque ahora mismo ni ese dato es seguro.

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