Opinión | Crónica parlamentaria

La ultraderecha disfruta de su insignificancia

O como Paula Jover consigue que izquierda y derecha aplaudan a Poli Suárez

Sebastián Franquis, este martes, en un instante del pleno en el Parlamento de Canarias.

Sebastián Franquis, este martes, en un instante del pleno en el Parlamento de Canarias. / Miguel Barreto / Efe

Los diputados socialistas llegaron tranquilizados al pleno parlamentario; todos valoraban muy positivamente la intervención el lunes de su secretario general, Ángel Víctor Torres, en la comisión de investigación sobre la compra de material médico durante la pandemia. «Ángel Víctor está en forma», repetían como una esperanzada oración al amanecer. Pero antes de escucharse los timbrazos para empezar la sesión plenaria llegó la noticia: el juez Peinado solicitaba al Tribunal Supremo que Félix Bolaños, ministro de Presidencia y Justicia, pueda ser investigado judicialmente. Fue un mazazo considerable que redirigió todas las desazones y algunas conversaciones a supuestos tenebrosos de los últimos días. ¿Y si Pedro Sánchez destituye a Torres en una próxima crisis de gobierno de manera preventiva? ¿Afectará eso a su condición de secretario general o no? ¿Y dónde se puede meter si cae en desgracia? ¿Habría que ponerle un sueldo con las perras del grupo parlamentario, como hace Nueva Canarias con Román Rodríguez? Aunque la mayoría de los diputados socialistas están razonablemente tranquilos, un grupo de notables muestra preocupación. Porque también ha cambiado la actitud del ahora ministro de Política Territorial. Siempre fue prudente y reservado, pero ahora, sin dejar de sonreír, practica un mutismo absoluto sobre los asuntos madrileños y los fuegos fatuos de la Moncloa (donde vive por cierto). Y no hay manera de arrancarle una palabra.

Al frente la mayoría de la Cámara afectaba la estabilidad de Luis XIV. Sin duda Fernando Clavijo ni lleva peluca ni es el Estado, pero sin duda es un Gobierno que dispone de un apoyo a prueba de conflictos con el PSOE o con el PP (peninsular). Manuel Domínguez está encantado con ser el vicepresidente y consejero de Economía en los próximos seis años. Los socialistas han perdido demasiados meses –ha sido una insistencia inexplicable del portavoz Sebastián Franquis– intentado alimentar disidencias entre los socios. Ni eso ni la insistencia en la caricatura de un Gobierno despiadado al servicio de los millonarios erosiona lo más mínimo al Ejecutivo y, lo que es peor, no frena la lenta pero continua pérdida de votos que afecta al PSOE canario.

Cuando el pleno despertó, ya bien pasadas las diez y media, Casimiro Curbelo seguía ahí. Como siempre su señoría demostró su preocupación por los más desfavorecidos, y como siempre, Clavijo elogió el penetrante análisis que acompañaba a sus siempre acertadas preguntas. Por algún extraño motivo al líder gomero le encanta eso. Raúl Acosta, el joven valor de AHI, igual te visita a Puigdemont para pedir el apoyo de Junts a favor de una gestión herreña del inminente Parque Nacional del Mar de las Calmas que multiplica sus preguntas en pleno y comisiones, como la que hizo pidiendo información sobre medidas fiscales específicas para cada isla. Buenas palabras de Clavijo. Luz Reverón quiso dejar claro que la agenda canaria era un bluf, un muerto que ya empieza a heder; el posibilista Clavijo le reconoció que la situación política y parlamentaria no era la mejor, ni el cumplimiento de lo pactado con el Gobierno de Pedro Sánchez fuera satisfactorio, «pero se han conseguido cosas, cubrimos objetivos, y simplemente no podemos rendirnos, no queremos resignarnos, y no lo vamos a hacer». Aunque Reverón asintió ligeramente no parecía muy impresionada. Luis Campos pidió en nombre de Nueva Canarias al presidente una evaluación sobre los acuerdos entre México y Marruecos; Clavijo, que es poco dado a comentar la realidad internacional, le dio una respuesta poco satisfactoria para su señoría, que primero calificó a Israel como «un Estado sionista criminal» y luego se refirió a la «cobardía» de Clavijo que no musitaba una palabra sobre la provincialización marroquí del Sáhara. Es muy enigmático, porque quien cambió la postura tradicional de España de apoyo a los derechos territoriales de los saharauis fue Pedro Sánchez, que no descendió jamás ha explicarlo ni en las Cortes ni en el seno del Consejo de Ministros, y Nueva Canarias gobernó tan ricamente con el PSOE durante cuatro años. Servidor recuerda incluso al señor Torres en el pleno comprometiéndose a traer a Canarias al señor Sánchez para que se explicara. Qué tiempos.

El siempre educado ultraderechista Nicasio Galván, que cada vez está más peleón y un pleno de estos, víctima de la agitación patriótica, puede perder alguno de sus gemelos, preguntó sobre si en la Conferencia de Presidentes se trató del problema energético de Canarias. En realidad Galván lo que ansiaba ardientemente es maldecir las energías renovables, un invento del Maligno, y proclamar que como los derivados del petróleo y el gas no hay nada. La obsesión por el petróleo del señor Galván linda con lo patológico. Tal vez perdió los dinosaurios de plástico con los que jugaba cuando niño y aún no se ha recuperado del disgusto.

Por si alguien no lo hubiera escuchado en los meses precedentes, don Sebastián Franquis insistió en que el Gobierno despreciaba a la gente, gestionaba para los ricos, no tenía proyecto, no tenía liderazgo, ni tenía credibilidad, ni tenía ganas, ni tenía capacidad, ni se sabía chistes, ni tenía nada de nada. El Gobierno es eso: una nada nadeante que va dejando un rastro de nada como los caracoles dejan babas en su camino. El Gobierno, en definitiva, no existe, y lo más probable es que nunca haya existido. La gente se lo cree porque una curandera del Durazno, amiga de Paco Linares, ha metido un bebedizo hipnótico en los depósitos de agua de toda Canarias. «Su tiempo se ha agotado, señor Clavijo», sentenció el veterano socialista. Lamentablemente para los augurios de Franquis, lo que tiene indiscutiblemente el Gobierno canario es una mayoría parlamentaria sólida, justo lo contrario que le ocurre a Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados, por lo que el portavoz socialista deberá resignarse a ver y escuchar a Clavijo durante los próximos dos años. Sin embargo, al presidente le terminaron irritando las alusiones del portavoz a los más vulnerables, olvidados por el Ejecutivo. El presidente citó de inmediato a los menores migrantes no acompañados, «los más vulnerables entre los vulnerables», y recordó que el Gobierno español, aun advertido por el Tribunal Supremo, no les ha concedido la consideración de asilados a más de un millar de solicitantes ni ha puesto un céntimo este año para financiar la acogida de los cerca de 6.000 menores residenciados ahora en Canarias. «Por lo menos tenga un mínimo de decencia», le espetó Clavijo a Franquis. Los rostros de diputadas como Nira Fierro o Elena Máñez parecían un cuadro. Uno de Francis Bacon, por ejemplo.

Sin embargo lo mejor de la sesión de control de este martes, y sin duda uno de los grandes momentos parlamentarios de la legislatura, llegó de la mano de una ridícula pregunta de la diputada voxista Paula Jover, a la que le había molestado sobremanera que un centro de educación secundaria hubiera izado la bandera del arcoíris el Día del Orgullo del LGTBI, sin hacer lo mismo con la bandera española. El consejero de Educación, Poli Suárez, intentó la pedagogía respetuosa, pero la testarudez de la señora Jover le llevó a una defensa de la bandera LGTBI, «que representa y con quien se identifican los que han luchado con la visibilización y los derechos de los colectivos de los que muchos formamos parte, incluidos quizás amigos, compañeros, familiares o vecinos suyos». Suárez estuvo espléndido. Jamás se vio a un consejero de izquierdas defendiendo con tal brío «la libertad en los centros educativos de Canarias». Primero se pusieron en pie los diputados del PP, pero a los pocos segundos lo hicieron los de todos los grupos parlamentarios, que aplaudieron merecidamente al consejero durante más de un minuto. Así está bien. Así merece la pena. Así se recuerda entre todos el núcleo de principios que une y define a una comunidad política democrática: la libertad, la igualdad ante la ley, la solidaridad.

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