Opinión | El recorte
España al rojo
Sánchez, desbordado por la dimensión del desastre, se ha enrocado en Moncloa buscando desesperadamente una salida que no existe. Necesita el poder para defenderse, pero está cargándose a su propio partido

Sánchez
La televisión ha saltado de los platós a la política, porque es muchísimo más apasionante y más barata. La «Isla de las tentaciones» no puede competir con Ábalos y sus actrices porno y amigas colocadas en empresas públicas. La banda del Peugeot está superando al Padrino. Y la dieta de hambre de Supervivientes es una coña marinera comparada con el suplicio de P. Sánchez, que se está quedando en el chasis; dejando las marcas de sus uñas en las paredes de Moncloa.
El público no sale de su asombro. Ministros feministas que son usuarios habituales de la prostitución. Un secretario de Organización del PSOE cazado con acciones en una empresa a la que le caían chorros de dinero público. Un ex presidente de Gobierno al que colocan cerca de fraudes multimillonarios con petróleo venezolano llevado a República Dominicana y luego a España. Grandes empresas, como Acciona, en el punto de mira de la UCO. Ningún equipo de guionistas podría haber imaginado nada parecido.
Estamos ante los devastadores efectos de la onda expansiva de una bomba detonada desde dentro del propio Partido Socialista. Han sido los protagonistas de la película los que se han grabado a sí mismos. Los que mucho después del comienzo del caso siguen conservando en sus viviendas discos duros comprometedores, al parecer para que los encuentren casualmente en los registros. El trío Koldo, Ábalos y Cerdán empieza a quebrarse. Cada uno está pensando en escapar como pueda. Y alguno amenaza con «tirar de la manta» aludiendo a que tiene información para llevarse por delante a líderes del PSOE y del Gobierno. Los medios que lubricaban el Sanchismo huyen despavoridos ante la hecatombe y hasta Yolanda Díaz, infiel socia del Gobierno, se permite decir abiertamente que el PSOE es un partido corrupto.
Este pasado viernes un equipo de la UCO entró en la sede socialista de Ferraz y varios departamentos del Gobierno para conseguir información electrónica de los correos de los dos secretarios de Organización emplumados. Y como telón de fondo, el exministro Ábalos, como Sansón ante los filisteos, deslizó a los medios, muy cabreado, que no está dispuesto a morir solo, sacrificado como un chivo expiatorio, y que va a llevarse a alguno por delante. Un mensaje directo a P. Sánchez.
Lo que hemos visto hasta ahora es la crónica de una mamandurria realizada desde dentro del poder, por lo que la UCO considera una organización criminal. Detrás del trío del Peugeot —Koldo, Ábalos y Cerdán— hay muchos más cargos que van a ir apareciendo conforme la Guardia Civil los vaya sacando a escena. Hay grabaciones y correos que dibujan un relato de amaños en las compras de la pandemia —mascarillas y pruebas PCR—, en la adjudicación de obras públicas, en el multimillonario fraude a Hacienda con la venta de petróleo venezolano… El mar de fango se ha visto sacudido por un tsunami que tiene al Gobierno contra las cuerdas e inunda los telediarios.
Solo la Iglesia española, con su infalible capacidad para meter la pata, le ha dado un soplo de aire fresco al presidente, pronunciándose a favor de que se convoquen elecciones: una inoportuna injerencia de una institución religiosa en la vida civil que le hace el coro a las repetitivas declaraciones de Núñez Feijóo, a quien alguien debería aconsejar que el silencio a veces es un buen amigo cuando uno ya no tiene nada nuevo que decir.
Sánchez, desbordado por la dimensión del desastre, se ha enrocado en Moncloa buscando desesperadamente una salida que no existe. Necesita el poder para defenderse, pero está cargándose a su propio partido. No puede convocar unas elecciones, porque sabe que perdería. Y tampoco sabe el alcance de las revelaciones de la UCO, que se prevén demoledoras. La última especulación adelanta que Sánchez baraja una profunda remodelación del Gobierno. Una limpieza a fondo para amortizar, entre otros, al ministro canario Torres, antes de que le alcance la metralla judicial. Pero queda Armengol, que es intocable. Y Zapatero, que va a su bola. No va a funcionar lo de tirar cadáveres por la borda. Lo que hunde el barco es el peso de las ratas.
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